Dante Olivera
Cronos, el progresismo y la “revolución” (I)
Las acusaciones a Boric por el presunto delito de acoso sexual
Hace un tiempo escuché a un profesor liberal mencionar una frase de gran fortuna para nuestros tiempos extraños: la revolución es como Cronos, acaba devorándose a sus hijos.
Ciertamente es la tragedia de todas las “revoluciones” acabar con sus gestores y, en la mayoría de casos, terminar de una manera contraria a sus causas ideológicas. Tal vez el mayor ejemplo histórico sea la nefasta revolución francesa, que tuvo como principal promotor a Robespierre, el iluminado, el cual sembró el terror, la represión y el miedo mientras buscaba “libertad, igualdad y fraternidad”. Acabó muerto en la guillotina y, para paradojas de la historia, una revolución “liberal” desembocó en una dictadura como la de Napoleón.
Ni que hablar de la revolución rusa o china en las cuales hubo depuraciones internas por el poder y en nombre de la “liberación real del hombre” se cometieron grandes crímenes que hoy podríamos catalogar como delitos de lesa humanidad.
Hoy en día ya no podemos hablar de revoluciones (salvo contadas excepciones) como antaño en el mundo global; sin embargo, sí podemos advertir de algunas pretensiones cuasi revolucionarias que, como en épocas pasadas, podrían acabar devorando a sus hijos.
Pocas personas podrán decir que Gabriel Boric no es progresista, aliado feminista o de izquierda, a juzgar por todo su historial desde las aulas universitarias, como protestante social, hasta la presidencia de Chile. Se podría decir que encarna a cierto prototipo de progre latinoamericano con una determinada posición y pensamiento.
Hace unas semanas el presidente de Chile dio un breve discurso en el que afirmó que cuando una mujer se atreve a denunciar a alguien que ostenta más poder que ella (un hombre), “nuestro deber es creerle. Yo le creo”. Lo cual refleja cierta consigna ideológica de ir contra el principio de presunción de no culpabilidad en el derecho, con lo cual automáticamente un denunciado es culpable, para los partidarios ideológicos.
Lo curioso del caso es que, luego de unas semanas, salió una denuncia contra Boric por el presunto delito de acoso sexual y difusión de imágenes íntimas. Ante esto, su abogado (con la venia de él, por supuesto) afirmó que “no se puede asumir cualquier denuncia como real solo por ser mujer” ¿Dónde quedó el “yo te creo”? Parece que nunca existió.
Un caso parecido ocurrió con el aliade feminista de Alberto Fernández, sobre el cual recae una denuncia por parte de su exesposa por haberla maltratado durante años. En este caso, recuerdo que una feminista muy conocida de argentina se atrevió a decir que no hay que creerle a una mujer solo por ser mujer.
Un último caso pasó en el también gobierno progresista de Lula en Brasil. En este caso, el ministro de Derechos Humanos, Silvio Almeida, fue acusado de acoso sexual por diversas mujeres, dentro de las cuales se encontraría la ministra de Igualdad Anielle Franco. ¿A qué progresista creerle en estos casos?
Estos casos políticos y mediáticos nos demuestran que los gobiernos progresistas puede que no tengan nada de revolucionarios hoy en día; sin embargo, sí tienen la consigna de “comerse a sus hijos”: no importa si uno es aliade, deconstruido o ha luchado mano a mano por seguir las consignas progres, igual será devorado.
La “revolución” progresista no cree en la resocialización del ser humano, el perdón, el paso del tiempo o la pequeña o gran magnitud del pecado. Si uno ha cometido un presunto delito, una broma de mal gusto, un mensaje “ofensivo” o ha tenido unas prácticas estúpidas en la adolescencia, igual está condenado (véase el caso de Boric, en el cual los hechos tienen más de 10 años). Es lo más antihumanista que puede haber.
Conozco muchos compañeros que hoy están deconstruidos, son aliades o propugnan estas ideas, pero que en años pasados han tenido actos que hoy mismo condenarían y denunciarían (según sus propios estándares). Que esto sirva de advertencia para todos. Nadie está a salvo de ser devorado, ni los contrarios al progresismo, ni sus impulsores pues, como se vio, todos pueden ser víctimas.
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