Darío Enríquez

Crisis sanitaria: ¿acaso es un siniestro montaje?

Fenómeno planetario sigue siendo, en gran parte, un enigma

Crisis sanitaria: ¿acaso es un siniestro montaje?
Darío Enríquez
18 de agosto del 2020


Desde un principio, como ha sucedido con cuanto evento importante aparece en escena, han surgido aquí y allá diversas teorías «conspiranoicas» que tratan de explicar este complejo fenómeno planetario, pretendiendo exponer a la luz pública lo que ciertos «poderes fácticos» mantendrían oculto, siguiendo una perversa agenda.
Ya lo hemos señalado anteriormente y debemos reiterarlo. Resulta prácticamente imposible que la crisis sanitaria haya sido maquinada por mentes retorcidas persiguiendo inconfesables objetivos. Sin embargo, hay muchos elementos «extraños» (por decir lo menos) que dejan la sensación de que no estamos siendo bien informados o, peor aún, podríamos estar siendo sujetos de una trama intencional de desinformación.

Si bien no habría una conspiración global en el origen de esta crisis, cada día diversas instancias de gobierno (estatal) y poder (privado) en el mundo tratan de aprovechar las circunstancias para propósitos ajenos a sus obligaciones o atributos. Los medios de comunicación –más dependientes que nunca de esas instancias– han dejado de ser fuentes confiables de información. La mismísima Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sembrado grandes dudas y confusiones. Sus idas y venidas –tanto en la visión general de la crisis, su origen y naturaleza, como en sus recomendaciones para enfrentarla– han agravado la situación en vez de aliviarla. Se están confirmando los peores prejuicios en contra de muchos organismos internacionales, considerados como inútil burocracia dorada, cuando no simples piezas al servicio del juego geopolítico de las grandes potencias.

Lo cierto es que aunque se diga que cada vez se conoce más sobre el Covid-19, sabemos en realidad muy poco de ese virus. Los ciudadanos del mundo estamos a merced de políticos que deciden casi a ciegas, siguiendo una línea de prueba y error. El hartazgo se hace creciente entre la gente que sufre día a día las consecuencias. Hace unos días, el 15 de este mes de agosto, Hamburgo fue escenario de una masiva protesta en calles y plazas. Se supone que Alemania sería un caso exitoso en el manejo de la crisis sanitaria en Europa, entonces ¿cómo se explica esto? Aunque los medios de comunicación convencionales –con un prestigio muy venido a menos– hayan ocultado o distorsionado la información al respecto, alrededor de 700,000 personas se han movilizado en diversas ciudades alemanas durante las últimas dos semanas.

También han tenido lugar manifestaciones del mismo tipo en ciudades españolas e italianas, pero no se difunden por medios convencionales. O se distorsionan tachando a los manifestantes con epítetos agraviantes: covidiotas, zombies o negacionistas, entre otros. En reportes espontáneos, realizados por ciudadanos a través de las redes sociales, se resalta entre los manifestantes lemas como «libre albedrío», «paz, libertad y democracia», «abuelas libres», «libertad y resistencia », «mascarillas y vacunación obligatoria, ¡No, gracias!», etc.

En España, el colectivo «Médicos por la verdad» ya ha logrado convocar más de 800 profesionales de la medicina, además de conectar con una centena adicional de profesionales de la salud en países hispanoamericanos, al otro lado del Atlántico. Este colectivo denuncia «imprecisión, desinformación e incluso abiertas falsedades», como práctica habitual de políticos en gobiernos del mundo, en el contexto de esta crisis sanitaria. Creemos que su posición es atendible. El debate debe seguir abierto –pues se trata de temas no resueltos– y la estigmatización mediática debe abandonarse por ser una práctica funesta, agresiva e inaceptable.

Nuestro Perú no es ajeno a estos conflictos. Más aún si tenemos en cuenta que somos unos de los países más golpeados por esta crisis, que tiene la grave secuela de una profunda precarización de nuestra economía, además de un sistema de salud pública (entidades estatales, privadas y mixtas) en colapso permanente. Las cuarentenas y otras restricciones han mostrado gran ineficacia en todo el mundo, con una feroz crudeza en el caso del Perú. Debemos abrirnos y tener en cuenta también otras visiones del problema porque el relato oficial globalizado está fracasando. La verdad no tiene sustituto. El ocultamiento de información es perverso y criminal. El tiempo perdido en malas decisiones es irrecuperable, y se paga un alto precio con vidas inocentes, además de pobreza material y descomposición social. Se necesita fuerza moral para enfrentar las dificultades, dignidad para defender nuestras libertades y entereza para exigir resultados eficaces a nuestros políticos. No puede haber complacencia con la inoperancia y mucho menos frente al dolo.

Darío Enríquez
18 de agosto del 2020

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