Cesar Peñaranda
Covid-19 e impacto y estrategia económica
Para la emergencia y el reinicio de la actividad productiva
Ante la pandemia del Covid-19 los países tienen dos campos críticos y prioritarios de acción: la salud y la economía. Sobre ellos es indispensable actuar desde el inicio, con medidas de corte coyuntural y estructural para atender, de manera oportuna y efectiva, los problemas inmediatos, a la par con garantizar una evolución adecuada en el mediano y largo plazo, cuando se supere la emergencia. Esto se torna especialmente relevante cuando se opta por establecer de manera obligatoria un periodo de paralización sustantiva de la actividad económica, como ha sucedido en el caso del Perú.
Para darnos cabalmente cuenta del tremendo impacto económico que el Covid-19 tendrá en nuestro país, y de lo complejo y difícil que será enfrentarlo y resolverlo con medidas efectivas, es importante tener presente que nuestra economía, desde inicios de la década pasada, ingresó a un ritmo decreciente de crecimiento, el cual se agudizó hacia finales de la década y terminó con una tasa de crecimiento del PIB de 2.2% el 2019. Mi estimado previo al Covid-19 para el 2020 era de 2.9% con tendencia a la baja (2.4%); de culminar el 12 de abril la cuarentena y dependiendo de las políticas y acciones que se tomen, de su oportunidad y correcta ejecución, el mejor escenario estará alrededor de una tasa de decrecimiento del PIB de -3%.
Los adecuados fundamentos macro del país coadyuvan a enfrentar la crisis, pero los motores del crecimiento son la inversión y productividad, que progresivamente fueron deteriorándose. Además, para el diseño de las políticas y su aplicación hay que tener presente que el 99% del universo empresarial son pymes, de las cuales 84% son informales, a la par con una informalidad laboral del 72%. A esto se suma que el 54.7% de la población (20.5% pobres y 34.2% vulnerables) enfrenta una situación apremiante en condiciones normales, que se torna grave en la actual coyuntura.
Entonces, qué hacer en un escenario de alta incertidumbre y volatilidad, con empresas formales e informales en gran número paralizadas al menos por 30 días, con el grueso de los trabajadores formales e informales en sus casas. Primero, reconocer que tenemos un problema simultáneo de demanda y oferta, no visto en las crisis recientes, que partieron de un tema financiero. El consumo privado que venía decreciendo se desploma, en especial para ciertos sectores como los servicios, mientras gran parte de la actividad productiva está sin operar y la inversión estancada.
En este contexto corresponde diseñar políticas para la emergencia y para el reinicio de la actividad productiva de carácter macro horizontales monetarias; pero fundamentalmente tributarias, fiscales y laborales. Y a la par con políticas micro verticales, pues la realidad operativa que enfrentan, y por ende las acciones que requieren las empresas, serán distintas según sectores. Hoy serán indispensables las mesas de trabajo sectoriales.
En lo inmediato, hay que evitar la ruptura de la cadena de pagos y de la cadena productiva. Impedir la quiebra de empresas, y por ende la pérdida de empleos, donde más que una acción del sector público, que tendrá que haber, corresponde una del sector privado, en esencia del sector financiero; pero distinguiendo claramente las empresas sanas, rentables, de aquellas calificadas como “zombies” que viven de préstamo en préstamo pues no son viables.
Empero lo trascendente, por cierto muy complejo, será retomar la dinámica de las inversiones en infraestructura y en el sector productivo. Y a la par propender al incremento de la productividad, sobre la base de las reformas estructurales tantas veces reclamadas y hoy indiscutibles de realizar (salud, educación y ciencia y tecnología), así como la laboral y la tributaria. Por esta ruta se enfrenta además, de manera efectiva, el agudo problema de la informalidad.
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