Jorge Varela
Corrupción y déficit de coraje
¿Asistimos a una degradación moral del sistema democrático?

¿Estamos frente a un proceso de descomposición de la sociedad? ¿Estamos ante una relajación de las costumbres, ante una corrupción en aumento, ante un estado de depredación imputable a grupos de voraces, ante una degeneración ideológica, ante una degradación moral del sistema democrático, ante la obscenidad de políticos sin pudor, o ante la autodestrucción del sistema? ¿Qué piensa usted? Por mi parte no tengo dudas, estamos ante un conjuro de realidades malignas que ni siquiera Dante Alighieri presintió cuando estuvo frente a las puertas del infierno.
Nutrientes descompuestos
¿Qué ocurrió para que llegáramos a este estado de degradación avanzada? ¿Con qué nutrientes ideológicos descompuestos nos han alimentado durante décadas? ¿Quiénes son hoy los nuevos alimentantes perversos? ¿En qué ‘cocinerías’ malolientes preparan su oferta de platos rancios e indigestos? Sabemos que continúan redactando papers en centros de estudios, organismos no gubernamentales (ONG), organismos internacionales, embajadas, instituciones estatales, sin sufrir pellejerías, provistos de recursos sobreabundantes.
Esto que nos afecta es algo más que una simple ‘decadencia de largo arrastre’. Aquí se produjo un cúmulo de acciones dolosas recientes. De modo que no nos vengan con aquel relato mentiroso de que su menú programático es una receta milagrosa de justicia, igualdad y libertad para todos y que siempre han anhelado lo mejor. A otro rebaño de necios con sus patrañas, volteretas y estilo envolvente. A veces se puede engañar un tiempo a los ciudadanos, pero no se debería pellizcar sus párpados caídos todos los días, ni excitar sus papilas gustativas. Es demasiado burlesco y peligroso.
Voracidad y excesos
Luego de arribar al Palacio de gobierno casi por azar –un recinto ingrato donde el fracaso pareciera estar incrustado en los muros–, sus inquilinos más novatos comenzaron a percatarse que para gobernar no era suficiente tener apetito y ganas. En paréntesis, si de comer se trata hay que mantener un mínimo de compostura y buenos modales para que la voracidad y los excesos no se perciban. Muestra cómo comes y te dirán quién eres. En este aspecto, el ‘escándalo Fundaciones’ (o Convenios) es tremendamente significativo, como ejemplo simbólico de gestión angurrienta y corrupta.
Corrupción o muerte
La corrupción, esa ruta ancha predilecta de seres amorales con poder, ambiciosos e insaciables (casos Democracia Viva, ProCultura, Audio), también se encuentra abierta –como posibilidad alternativa– para que algunas personas en situación de miseria material transiten por ella y sientan que al hacerlo, están recuperando derechos inexistentes y que son iguales a quienes ocupan sitios de privilegio, de autoridad o poder. Para estos habitantes de sectores excluidos del progreso sus opciones reales de vida se extienden a otras especialidades: saqueo de locales comerciales, portonazos, robo de vehículos de alta gama, secuestros express, actividades vinculadas al narcotráfico, prostitución de menores, asesinatos por encargo y violencia criminal. El dilema de muchos jóvenes que viven en condición de abandono y sin apoyo es, por desgracia, solo uno: ¡corrupción o muerte!
La necesidad es más fuerte en el bajo
Así las cosas, no hay que sorprenderse del comportamiento antisocial de quienes sobreviven en el bajo –enterrados desde su nacimiento, siguiendo el destino de sus padres y abuelos– si a partir de carencias materiales, afectivas, cognitivas y valóricas, incurren en delitos. La mayoría de aquellos que están metidos en la droga, no lo hace por haber fumado alguna ideología tóxica, de esas funestas; lo hace urgido por necesidades apremiantes, de esas que no han sido resueltas.
Déficit de coraje en lo alto
Distinto es el caso de un ministro, un subsecretario, un funcionario público de rango superior. Estos pueden zafar fácilmente de una acusación de desempeño fraudulento, de un delito contra los intereses económicos del Estado, de una acción u omisión grave e irresponsable, de un incumplimiento de deberes, entre otras circunstancias porque el déficit de coraje en la plaza es tan grande que ni siquiera se les exige que asuman la responsabilidad administrativa y política correspondiente al cargo que ejercen. Por supuesto, la renuncia voluntaria no forma parte del arsenal ético de decisiones. Cuando un personaje se resiste a renunciar en una situación como la descrita, debiera reflexionar en el daño que le hace al cuerpo social con su actitud, y ponderar cómo se rebaja a sí mismo en su exigua dignidad.
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