Cesar Gutierrez
Copamiento mediático con casos judiciales
Temas trascendentales para el Estado han pasado a segundo plano
Estamos experimentando el retorno de los casos judiciales como protagonistas de la información noticiosa diaria, en un momento en que el mediocre desempeño gubernamental se hace manifiesto. Como en las mejores épocas circenses de Fiestas Patrias, hay tres funciones diarias: matutina y vespertina –con transmisión televisiva en directo, con réplica incluida en redes sociales– y nocturna, con los comentarios en los programas políticos cotidianos. La economía y el reformismo político están en segundo plano para la discusión de unos pocos entendidos e interesados.
El caso Sada Goray está en el ojo de la tormenta a tiempo completo, lo que lleva a la inevitable duda de los mal pensados que siempre aciertan: ¿por qué tamaño despliegue de lapidación de la propia Sada y del periodista Mauricio Fernandini? ¿Al más puro estilo de la popular conductora televisiva, la Dra. Polo, se quiere dar “caso cerrado” solo con dos responsables? La verdad saldrá a flote en algún momento, todo indica que en esta oportunidad será más tarde que temprano.
No es la primera vez que los juzgamientos mediáticos copan los medios, es un clásico en nuestra política. El antecedente más reciente se dio entre julio del 2018 y noviembre del 2020, en la gestión de Martín Vizcarra, cuando los fiscales fueron los protagonistas, señalando a los rivales políticos del mandatario, le tocó el turno de pasar por las hordas caudinas a: Ollanta Humala, Nadine Heredia, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Alan García.
El pésimo manejo del aparato público, las miserias y excesos del gobernante pasaron desapercibidos hasta cuando le duró el apoyo mediático al exgobernador regional de Moquegua, que había sido heroificado por los medios obsecuentes, con poquísimas excepciones. A la fecha, aún le queda algo del crédito que se le otorgó
La historia nos obliga a ser zahoríes cuando hay mucha prensa de por medio en temas judiciales; la experiencia indica que subyacen problemas de Estado. Un buen ejemplo que los baby boomers no deben olvidar, mientras que los millennials y centennials pueden repasar, es el caso de los primeros siete años (1968-1975) del llamado “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, al mando del general Juan Velasco Alvarado, cuyo equipo de comunicaciones intentó emular con cierto éxito a Joseph Goebbels.
El Gobierno militar heredó el caso del homicidio perpetrado en 1966 por el psiquiatra Segisfredo Luza sobre un rival sentimental, su juicio aún estaba en proceso en 1968 culminando recién en 1971. Durante tres años la cobertura mediática fue intensa, en el interín se nacionalizó la International Petroleum Company, se promulgó la reforma agraria, mientras que se avecinaba una corriente inflacionaria mundial, que se empezó a percibir en 1972, cuando se llegó en nuestro país a 7.2%, iniciando una escalada que alcanzó el 23.6% en 1975. No hubo posibilidad alguna de crítica, el caso del psiquiatra dominó la noticia.
El año 1972 se inició con el asesinato del empresario pesquero Luis Banchero Rossi, que mantuvo a todos los medios de la época enfrascados en el juicio que duró hasta el año 1973 y de protagonistas a dos personas presentes en escena del crimen, la asistente del empresario, Eugenia Sessarego y el jardinero Luis Vilca, los que fueron objeto de apedreamiento periodístico permanente, con un mil de conjeturas de por medio. En este año la inflación llegó a 9.5%, y se estatizó el servicio de electricidad. No hubo espacio para la opinión sobre esos dos temas trascendentes.
En política no hay casualidades, y la agenda judicial para exposición mediática es prolífica, están pendientes en el corto plazo las acusaciones y juicios de Humala y esposa, PPK y Keiko Fujimori. Los agentes económicos y los políticos tendrán que batallar para que sus agendas que contribuyan a la gestión eficiente del Estado se impongan. Las experiencias que he citado son más que suficientes para no dejar que el interés nacional sea dejado de lado en la discusión pública por distractores coyunturales.
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