Guillermo De Vivanco

¿Cómo miramos el vaso? ¿Medio lleno o medio vacío?

Un tren, dos visiones y el destino del Perú

¿Cómo miramos el vaso? ¿Medio lleno o medio vacío?
Guillermo De Vivanco
15 de julio del 2025


El 7 de julio, durante la Cumbre del BRICS en Brasilia, Brasil y China firmaron un Memorando de Entendimiento (MOU) para iniciar los estudios técnicos, económicos, ambientales y sociales del Ferrocarril Bioceánico. Este ambicioso proyecto busca conectar el puerto brasileño de Ilhéus (Atlántico) con el megapuerto de Chancay (Pacífico, Perú), atravesando territorio brasileño y, potencialmente, Bolivia o el sur del Perú.

El acuerdo fue suscrito entre Infra SA, empresa estatal adscrita al Ministerio de Transporte de Brasil, y el Instituto de Planificación e Investigación Ferroviaria de China, con el objetivo de evaluar la factibilidad de un corredor ferroviario de más de 3 000 km. Aún no se trata de obras, sino de estudios preliminares: definir rutas, analizar impactos y estructurar un modelo de financiamiento.

El medio vaso vacío

“Falta de respeto al Perú”, titula el diario Expreso. Exministros denuncian una grave vulneración de la soberanía nacional y exigen medidas urgentes. Se acusa a Brasil y China de intentar perforar la soberanía del país. “Chancay es nuestro y no territorio chino”, reclaman.

El internacionalista Óscar Vidarte cuestiona la falta de claridad en la política exterior peruana. Más encendida aún es la postura del experto Luis Saavedra, quien, en una entrevista para Canal N, lanza advertencias de tono alarmista: recuerda que Brasil ya nos invadió mientras luchábamos contra Chile, afirma que China es comunista y no respeta las libertades, y menciona que controla activos estratégicos como las empresas eléctricas en Lima. Concluye que diseñar y construir equivale a mandar, y que el Perú corre el riesgo de convertirse en una colonia sin voz ni voto.

El medio vaso lleno

Otros, en cambio, ven en este acuerdo una oportunidad histórica para el Perú. La alianza entre China y Brasil podría convertir al puerto de Chancay —o al futuro puerto de Corio— en el hub logístico del Pacífico sudamericano. Nuestra costa posee un calado natural que permite operar a súper cargueros, una ventaja geográfica que recién empezamos a valorar en su real dimensión.

El eje del comercio mundial ya no pasa por Europa ni por el canal de Panamá: hoy, el 70 % del tráfico marítimo global se concentra en Asia. Mientras la travesía por el Atlántico toma 40 días, la ruta por el Pacífico la reduce a solo 28. Un tren bioceánico no solo permitiría conectar ambos océanos, sino que haría nuestras exportaciones mucho más competitivas.

Además, el proyecto podría dinamizar las zonas andinas y amazónicas, impulsando la construcción de carreteras, trenes regionales y centros logísticos. Conectarse al gigantesco mercado brasileño abre nuevas posibilidades para los productos agrícolas, minerales y manufacturados del Perú. Una inversión de tal magnitud generaría empleo y contribuiría a reactivar regiones históricamente postergadas.

¿Entonces, cómo miramos el vaso?

Resulta preocupante el nivel de susceptibilidad nacional ante un simple estudio de factibilidad propuesto por Brasil y China. ¿Desde cuándo analizar la viabilidad de una idea constituye una amenaza a nuestra soberanía? ¿Tiene sentido exigir estudios de impacto ambiental o social si ni siquiera se ha definido la ruta?

¿Debemos rechazar la inversión china únicamente por no ajustarse a un modelo de democracia occidental? ¿Censurar al canciller peruano por no haberse enterado a tiempo de un interés aún incipiente? ¿Realmente creemos que este acuerdo compromete nuestra integridad territorial?

Lo cierto es que, si Brasil y China elaboran un proyecto viable en términos económicos, sociales y ambientales, solo entonces tocarán la puerta del Perú. Y en ese momento, el Perú tendrá la llave. Podrá negociar desde una posición de fuerza, en función de sus intereses estratégicos. El proyecto no avanzará ni un centímetro sobre suelo peruano sin nuestro consentimiento.

Soñemos, sí, pero con los pies en la tierra. Soñemos con una Sudamérica interconectada, con infraestructura moderna y cooperación entre naciones, como lo hizo Europa con su red ferroviaria o Estados Unidos con su sistema interestatal. Pero, sobre todo, soñemos con un Perú que no le teme al futuro, que se prepara para él y negocia con inteligencia, no con miedo.

Guillermo De Vivanco
15 de julio del 2025

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