Pedro Olaechea

Claves para una reconstrucción efectiva

El gran reto de la reconstrucción del norte

Claves para una reconstrucción efectiva
Pedro Olaechea
05 de marzo del 2019

 

La reconstrucción del norte peruano, tras los estragos causados por el fenómeno de El Niño, nos lleva a enfrentarnos nuevamente con un dilema clásico: centralización vs descentralización. Este encuentro suele aparecer en momentos de crisis, cuando la naturaleza inclemente nos reta a responder de manera rápida y eficiente.

No es sorpresa que cada vez que aparece El Niño, acontecen terremotos o alertas de tsunamis, nos vemos totalmente paralizados. Entre la gente revive una familiar sensación de abandono por parte de la nación. Nos sentimos como personajes de narrativas medievales: Cada cierto tiempo atacan los dragones, el pueblo no puede hacer nada ante la desgracia y espera que aparezca ese héroe con una armadura reluciente dispuesto a derrotar a la mítica fiera.

¿Siempre ha sido así? ¿Hemos tenido experiencias de éxito en nuestra historia? ¿Hemos podido responder de manera directa y contrarrestar los efectos de la naturaleza como nación? Antes de responder, es necesario analizar dos temas centrales: 1) ¿Quién está a cargo? y 2) ¿Con qué recursos cuenta?

Tras vivir repetidas veces estos eventos durante mi vida en el Valle de Ica, la primera pregunta me parece fundamental y expone cuestiones no menores: ¿Dónde vive la persona a cargo de la reconstrucción? ¿Se encuentra cerca o viaja cada cierto tiempo a ver los avances en el lugar de los hechos? ¿El equipo que trabaja es del lugar? ¿Qué compromiso tienen con la región?

¿A qué viene esta primera digresión? La ciencia militar está cada vez más cerca de llegar —de manera unánime— a la conclusión de que, en caso de un conflicto armado, son los oficiales encargados de las fuerzas desplegadas los responsables de estar al frente de sus tropas para asegurar el éxito del combate. Las guerras no se manejan desde la retaguardia, y la lucha es permanente. Lo mismo sucede en el caso de los desastres. Al responsable en atender una situación de este tipo le toca lo mismo: estar al frente en todo momento. También es importante que sea la misma comunidad afectada la que fiscalice y esté al frente de las tareas de reconstrucción.

Si buscamos en cada región afectada a un grupo de personas del lugar que combinen la presencia de los diferentes niveles de gobiernos regionales y subregionales, poniéndolos a cargo de la organización de la reconstrucción, el pueblo sabrá directamente quiénes son los responsables. ¿Que no hay capacidad técnica? A otro perro con ese hueso.

Ahora nos toca revisar la segunda pregunta: ¿Con qué recursos cuenta (tanto físicos como económicos)? ¿Son suficientes los montos que vienen de un presupuesto que se entrega en marzo, como resultado del ejercicio presupuestal, y que en diciembre debe devolverse lo no ejecutado? Si a esto sumamos las condiciones actuales de desconfianza y legislación en materia de adquisiones, la cosa se complica.

El presupuesto para atender estos eventos debe estar a disposición para generar inversiones que efectivamente generen un cambio en el entorno afectado. Me explico. El grupo de trabajo debe tener un horizonte de inversiones con el que pueda realizar intervenciones mayores. Esto para que al finalizar el trabajo se haya logrado un verdadero cambio. ¿Cómo lograr esto? Con un presupuesto permanente. El horizonte de la obra a realizar debe tener el dinero asegurado para todo el periodo, dando seguridad a los actores a cargo para poder iniciar las obras y mantener el ritmo de la reconstrucción.

Aquí surgen objeciones conocidas como la falta de capacidades técnicas de los lugareños o la honestidad de los mismos. Después de ver cómo se entregaron y gestaron diversas obras en los gobiernos pasados, como el Hospital Antonio Lorena en Cusco (que aún no empieza a operar), queda claro que la deshonestidad no es monopolio de ningún grupo.

Analizados estos dos temas, veamos los casos de éxito que hemos vivido y cómo las respuestas a estas dos cuestiones entran en juego. Los casos en mitigación de desastres que mejor han funcionado ocurrieron a mediados del siglo pasado y podemos encontrarlos en la CRIDI (Ica), CRILSA (Arequipa) y Ordesa (Cusco). En este análisis tomemos en cuenta que si hoy el Perú tiene problemas de conectividad y logística, en el pasado era mucho peor. Es posible, que debido a esas circunstancias, se tomaron las decisiones de empoderar a un equipo local dedicado el 100% del tiempo a la mitigación del desastre y un presupuesto permanente. Adivinen. ¡Funcionó!

El equipo local aseguraba el enfoque total de las autoridades, pues eran los primeros interesados en resolver su problema y de la mejor manera. Sí, está latente el riesgo de malos manejos. Pero, ¿acaso no está latente también ahora, manejando las cosas desde la autoridad nacional? No dudo de las mejores intenciones de los profesionales hoy a cargo. Sin embargo, creo que es más difícil que los locales defrauden a sus paisanos y al entorno en el cual viven. Aunque no podemos negar que hemos vistos casos de terror.

Tuve el privilegio de conocer a Don Alfredo Elías Vargas, un gran señor que fue presidente de la CRIDI y que junto a un equipo se logró recuperar y relanzar Ica después del desastre del 63. Me contó que el tema era simple, el directorio había logrado que este rescate tuviera como base la presencia transversal de toda la sociedad iqueña y de manera fundamental un presupuesto permanente.

¿Los resultados? Obras centrales de infraestructura en la región, recuperación de sectores fundamentales como educación, salud y vivienda. La UNESCO premió el trabajo por haber logrado el 100% de cobertura en infraestructura de educación rural, 75% en infraestructura de salud rural y 50% de vivienda propia, con la creación de lo que hoy es conocido como el barrio de “La Angostura”. Luego, el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas liquidó el proyecto.

Cuando le pregunté a Don Alfredo por la razones para detener el exitoso proyecto, con beneficios notables y tangibles para la población, debo admitir que su respuesta no me sorprendió: Los políticos tienen un apego particular al poder, pero al que viene con la P de presupuesto. Por eso, en repetidas ocasiones he advertido sobre la necesidad de separar el poder político de las decisiones de inversión del Estado.

El Perú tiene un gran reto por delante con la reconstrucción del norte y queda claro que las estrategias que se han usado en los últimos años no han sido suficientes. Sugiero que revisemos los casos de éxito y confiemos en las personas de las localidades afectadas para solucionar esta grave situación.

 

Pedro Olaechea
05 de marzo del 2019

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