Neptalí Carpio

Cinco candidatos en vísperas del Bicentenario

Guzmán, De Soto, Cillóniz, Neto y Mendoza

Cinco candidatos en vísperas del Bicentenario
Neptalí Carpio
24 de septiembre del 2020


Muy cerca del Bicentenario de nuestra república, somos merecedores de una contienda electoral de calidad. Si separamos el grano de la paja, existen cinco candidatos que configuran un espectro positivo de opciones que podrían evitar que el Perú termine en un traumático trance de ingobernabilidad, en una confrontación fratricida y de desarme de aquellos avances que se lograron en materia económica durante los últimos 30 años. Más allá de los límites estructurales que se han puesto en evidencia por la actual crisis sanitaria. 

A mi juicio, esos candidatos son Julio Guzmán, Hernando de Soto, Fernando Cillóniz, Jorge Nieto y Verónika Mendoza. Cada uno de ellos expresa diversas tendencias ideológicas o programáticas, también algunas coincidencias; pero tienen la talla y la calidad como para avizorar que, siendo cualquiera de ellos el triunfador, podríamos entrar al Bicentenario de la república con una agenda reformista y de fortalecimiento institucional. Y no caeríamos en manos de proyectos irresponsables como el de Antauro Humala, de los mercaderes de la política o de una extrema derecha torpe y conservadora. Frente al peligro de que el electorado vuelva a caer también en la banalidad y la despolitización, es momento de apostar por liderazgos que ofrecen ideas, con partidos organizados y programas, y que se sustenten en una trayectoria. 

Julio Guzmán, a diferencia de los cuatro restantes, cuenta con la ventaja de tener un partido ya constituido, cuya bancada parlamentaria es la que mayor coherencia ha exhibido, tanto frente a las propuestas demagógicas y populistas que impulsan una agenda irresponsable en el Congreso como ante quienes se niegan a profundizar las reformas políticas o buscan, con diversas argucias, fomentar la impunidad por diversos casos de corrupción. Los morados tienen una propuesta programática que, manteniendo el modelo de economía social de mercado, con diversos cambios para mejorar el sistema nacional de pensiones, desatar reformas de segunda generación y fomentar el empleo, la inversión pública y privada, y fortalecer las instituciones sobre las que hay sustentar una mejora en la calidad de la educación y la salud. 

El reto de Julio Guzmán, con el Partido Morado, es liderar una coalición de centro republicano reformista, que agrupe a diversos colectivos, grupos regionales, profesionales y jóvenes que, en estos años, contuvieron los intentos de traerse abajo los avances en la lucha contra la corrupción. Afronta el desafío de construir un amplio espacio de confluencia de sectores liberales democráticos, de centro izquierda y progresistas; pero superando los límites de una tecnocracia que agotó una oferta de gobierno y práctica de gestión, entremezclada con una tradición mercantilista, aquella que se convirtió en el caldo de cultivo para la extensión de una corrupción sistémica en el Estado. Requiere irradiar su presencia a nivel nacional para evitar reducirse a Lima. Pero acaso el mayor obstáculo que tendrá que sortear el líder del Partido Morado es romper los diques de la estigmatización, por aquellos hechos que se ventilaron en los medios de comunicación, días antes de las elecciones del último parlamento nacional. 

Por su parte, Hernando de Soto, reúne el discurso para una derecha que requiere urgentemente renovarse y no caer en las cavernas de un rancio conservadurismo y nacionalismo, como ocurre con Bolsonaro en Brasil y el propio Trump en Estados Unidos. La mayor fortaleza que tiene De Soto es su propuesta de reforma del Estado, de capitalismo popular, de formalización de la economía y de destrabe de los diversos proyectos mineros, sobre la base de incorporar a las comunidades aledañas como socios y accionistas de los emprendimientos mineros o de hidrocarburos. Su reto es disputar el espacio del centro político, una cuestión que es clave sobre todo para pasar a la segunda vuelta electoral y tentar la presidencia. Sin embargo, le urge sacudirse de un pasado muy ligado al fujimorismo. De Soto, cometería un grave error si pretende reinventar una fórmula parecida a la de Fredemo, ligada a Keiko Fujimori o como protector de elites agotadas, porque aquello no es garantía de triunfo. El prestigio internacional que tiene Hernando de Soto puede ser muy importante en una situación en la que el Perú requiere obtener mayores inversiones, pero también tener la capacidad de proponer una agenda de cambios en diversos ámbitos. 

Jorge Nieto, quien ya aparece con el 2% en las encuestas, tiene un discurso similar al de Julio Guzmán. Tiene una amplia cultura política y exhibió características exitosas de gestión y de mando cuando estuvo al frente de los ministerios de Cultura y Defensa. El líder del Partido por el Buen Gobierno, que hace esfuerzos para lograr su inscripción legal, exhibe un talante de alta calidad para una reforma cultural de la política, una dimensión muy descuidada en nuestras desprestigiadas élites. Sin embargo, Jorge Nieto tiene el mismo reto que Julio Guzmán; es decir, requiere tener la capacidad e iniciativa para articular a las fuerzas del centro político. De no ser así, el pregón republicano que también caracteriza al exministro de Defensa y Cultura, entrará rápidamente en contradicción con su práctica política, sin traspasar las fronteras de una mera experiencia de gueto partidario o una franquicia más. 

Verónika Mendoza y Fernando Cillóniz también tienen lo suyo. Se equivocan quienes subestiman a la lideresa cusqueña, porque en el Perú sigue existiendo un espacio para una izquierda democrática y moderna. Pero es ese precisamente el problema de Verónika Mendoza: su falta de audacia y de inventiva para sacudirse de una izquierda anquilosada, que no deslinda enérgicamente con proyectos autoritarios como el de Nicolás Maduro y del propio Antauro Humala. Si Mendoza toma esa decisión aproximándose a un discurso similar al de Mujica, o de intentos de renovación de la izquierda europea, puede ser una gran protagonista, en gran parte porque podría ser la única candidata mujer en el escenario actual, si se confirma que Keiko Fujimori no postula. 

Por su parte, Fernando Cillóniz, quien en gran medida disputará el mismo espacio político con Hernando de Soto, es quien mejor puede sostener las virtudes de una prioridad de la agroindustria en el Perú, más allá incluso que la propia minería. Cillóniz exhibe una exitosa experiencia de gestión, cuando lideró el gobierno regional de Ica, una capacidad para sentar las bases de un Estado meritocrático y no clientelar. El líder y empresario iqueño tuvo, en su momento, la fuerza para sacudirse de los intentos del fujimorismo de convertir el gobierno regional iqueño en un botín, algo que se debe valorar en su real dimensión. 

¿Se imaginan un debate público entre Julio Guzmán, Hernando de Soto, Jorge Nieto, Verónika Mendoza y Fernando Cillóniz en la próxima contienda electoral? No cabe duda de que puede ser de gran fuste. Creo que expresaría la riqueza de una multiplicidad de liderazgos que nuestro Bicentenario merece, dejando atrás la mediocridad y la demagogia que en estos días prolifera en buena parte de nuestro hiper fragmentado espectro partidario.

Neptalí Carpio
24 de septiembre del 2020

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