Jorge Varela
Chile: en un túnel con dos bocas de salida
Un desafío histórico para sus ciudadanos

A menos de una semana de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Chile, las últimas encuestas conocidas pronostican un resultado que hace algunos meses pocos expertos se hubieran atrevido a suscribir.
Después de la insurrección frustrada de octubre de 2019, de la claudicación de la autoridad presidencial, del plebiscito que aprobó de modo contundente la elaboración de una nueva Constitución, de los resultados de la elección de constituyentes que derrumbaron a la derecha (ex Chile Vamos) y a la centroizquierda (ex Concertación, ex Nueva Mayoría), y de las elecciones primarias presidenciales que terminaron por diseminar a dichos sectores políticos, el vecino país austral continúa inmerso en un oscuro túnel con forma de “y griega” (ye) que consta de dos bocas de salida y del que podría escapar polarizado y arruinado, si los políticos no son capaces de construir un trayecto viable y si la ciudadanía por desconocimiento o imprudencia se descarrilara durante el curso de la travesía.
Clima de polarización social y política
A juicio del periodista Juan Carvajal, exdirector de la Secretaría de Comunicaciones de Michelle Bachelet, “difícilmente los analistas podrían haber proyectado hace solo un año el cuadro electoral de polaridad que hoy se vive en Chile… y que José Antonio Kast (candidato nacionalista) aparezca en los primeros lugares”. Carvajal opina que está sorprendido por la forma en que en un sector creciente de los electores ha ganado espacio el candidato de derecha conservadora; quien -según su artículo- se declara contrario a los avances sociales, políticos y culturales que han hecho un país más diverso, tolerante, participativo. (Juan Carvajal, “Lo que nadie esperaba”. La Tercera, 2 de noviembre de 2021)
Lo anterior induce al citado periodista a concluir que “la incertidumbre y el miedo ganaron espacio y, con ello, la búsqueda de opciones personales de orden, seguridad y estabilidad”, lo que demuestra además que “la gran mayoría de los votantes no son de izquierda ni de derecha”. ¡Vaya hallazgo!, como para otorgarle diploma y medalla de zinc o plomo.
Encuestas y vaticinios
Si se tomara como referencia las encuestas recientes, -salvo una nueva sorpresa-, el pronóstico apunta a que los dos elegidos que pasarán a la segunda vuelta del 19 de diciembre, surgirán entre Gabriel Boric, Yasna Provoste, Sebastián Sichel y el ya mencionado Kast. Es oportuno señalar la circunstancia de que una parte significativa de ciudadanos no tiene tomada aún su decisión final; entre éstos, más de un millón de electores mayores de 55 años que no ha sufragado en las últimas elecciones.
Un primer acercamiento a lo que posiblemente ocurrirá indica -por ahora- que Kast también podría ganar en diciembre, como efecto de la violencia e inestabilidad existente, del temor al rol dominante del Partido Comunista en un eventual gobierno con el Frente Amplio (FA), de la notoria inmadurez e inexperiencia mostrada por su candidato Boric, y de la incertidumbre que suscita un futuro turbio, dañino y complejo que sumado al estado de división y de polarización social y política, agregaría una secuela todavía más dramática a la ya deprimida actividad económica.
La esperanza remota de días mejores
En medio de estas tinieblas y a pocos días de los comicios del próximo 21 de noviembre permanece en pie un escenario cubierto de inseguridad y conflictos, donde está operando una dinámica de polarización que no se resolverá a corto plazo.
¿Vendrán tiempos mejores?, ha preguntado el sociólogo Ernesto Ottone –ex asesor de Ricardo Lagos Escobar–, y utilizando términos suaves se ha respondido a sí mismo: “difícil imaginarlos, cuando tenemos una economía drogada por retiros y bonos, la fortaleza institucional debilitada y la convivencia democrática alterada”. (artículo “Quince días”. La Tercera, 7 de noviembre de 2021)
Desde ya digámosle a Ottone que cualquier candidato electo Presidente en segunda vuelta (el 19 de diciembre), tendrá que relacionarse con varios monstruos: una nueva correlación de fuerzas parlamentarias de signo distinto al del vencedor de la contienda presidencial que le hará difícil la consecución del bien común y de la paz social, una Convención Constitucional de accionar torpe y fraudulento, una derecha y una centro-izquierda dispuestas a no ser arrasadas y una izquierda radicalizada estratégicamente violenta: la izquierda de los energúmenos, esa que algunos intelectuales maquiavélicos justifican. El mismo Ottone, refiriéndose a ella y a éstos ha escrito: “piensan que están refundando algo nuevo”, mientras –a nuestro juicio– repiten con devoción y los ojos enrojecidos ‘El catecismo revolucionario’ de los anarquistas Mijaíl Bakunin y Serguéi Necháyev; quienes con ardor sostenían: “nuestra tarea es simplemente la destrucción, terrible, completa, universal y despiadada; y para alcanzar el objetivo debemos unirnos no solo con los elementos recalcitrantes de las masas, sino también con el mundo de los bandidos, los únicos revolucionarios auténticos de Rusia”.
Superar la ideología de la insurrección
Si la anunciada tormenta se nos viniera dura, será necesario estar preparados para soportar en el cono sur de América una insólita temporada de huracanes. La tendrá difícil el nuevo Presidente.
Todo podría ser mucho peor, si a lo ya expuesto se agregara otro factor acelerante, como sería cualquier interferencia institucional antidemocrática al margen de la legitimidad, proveniente de una Convención Constitucional dominada por sectores adversos a implementar metodologías y formas de naturaleza democráticas, obsesionados con transitar las orillas de una sola vía. Al respecto, algunos articulistas citan también el desarrollo de los acontecimientos en Perú y proyectan el panorama incierto que se ha instalado en ambas naciones.
Quizás lo que Chile requiere no es un barbudo redentor de izquierda radical que plantea articular la redistribución del poder y la miseria, ni un meritorio gestor de derecha o de centroizquierda con alardes de sensibilidad testimonial y perspicacia oportunista –comprometidos con el pasado reciente– que ofertan soluciones acomodaticias y cobardes a los gravísimos estragos causados por la violencia y el mal gobierno, sino un líder decidido a contener a los vándalos insurrectos que desatan el caos, cuyo mayor propósito sea conducir al país por el camino de la justicia y la ley para garantizar libertad, estabilidad y probidad, sin que el bien común, la paz y la convivencia social sean el alto precio que deban pagar las víctimas, los humillados y los pacíficos.
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