Jorge Varela

Castas y caudillos populistas en América Latina

Entre la soberbia y la descomposición

Castas y caudillos populistas en América Latina
Jorge Varela
05 de mayo del 2022


El divorcio de hoy entre el pueblo y las elites es un fenómeno que no requiere de un gran arsenal de experimentos para constatarse, ni de argumentos sesudos para darlo por cierto. Se sostiene que este es un sello propio de la posmodernidad. Es lo que acontece en Europa, en Estados Unidos; ni qué decir en América Latina.

Es sobre esta brecha, en la que se han acumulado tantos resentimientos y rabias alimentadas por años de injusticia y abandono, que el populismo avasallador procura asentar sus tentáculos y expandirse. La irrupción de un populismo bicéfalo, uno que mira y se mueve hacia la derecha y otro que lo hace hacia la izquierda, es síntoma de democracias fatigadas y signo de descomposición político-cultural de sociedades fracturadas y en decadencia como las nuestras. 

Los líderes populistas, de aquí o de acullá, han ganado terreno y se han convertido en sucedáneos de sectores políticos añosos, resistentes a dejar lo que consideran sus pertenencias ancestrales y en competidores frenéticos de movimientos sociales y dirigentes oportunistas que exhiben al igual que ellos, una voracidad descomunal cuando huelen los aromas del poder. Digamos que en nuestras democracias desfallecientes abundan los caudillos, los bellacos, los corruptos, los mafiosos, los incompetentes, los payasos, los demagogos, que mediante la polarización ideológica y la politización torcida del malestar generado por las desigualdades se encumbran temerariamente hacia la cima.


Aprendices de caudillos
 

Ponderado de esta forma lo que ocurre en el espacio público latinoamericano, parece evidente que no basta con que una elite de derecha fracasada y sin ímpetu sea desplazada por otra casta de izquierda más audaz y atropelladora, pero tan inepta como ella.

Por ejemplo, en Chile “el problema de la Convención (constituyente) es la elite. No la vieja elite, sino la nueva”, ha declarado el escritor Rafael Gumucio. “La desconexión de esta nueva es quizás mayor, porque además de no saber el precio del pan (lo que es normal), se le ocurre que (sus integrantes) no necesitan averiguarlo, porque “son el pueblo” (The Clinic).

Incluso Álvaro García Linera –segundo profeta y gurú de la izquierda marxista-indigenista latinoamericana, después de José Carlos Mariátegui–, al referirse en su más reciente escrito a una ‘segunda generación’ progresista, que se atreva a empujar aquellas transformaciones que no fueron posibles de implementar en la ‘primera generación’, está reconociendo los límites que circunscriben el accionar de la misma (ensayo “La política como disputa de las esperanzas”, Clacso).


El populismo de izquierda: una realidad aterradora

El mexicano Enrique Krauze al citar a su amigo Richard M. Morse –autor de El espejo de Próspero, un valioso estudio comparativo de las culturas del norte y sur de América– diseña, desde el mencionado andamiaje teórico, una anatomía del populismo de izquierda en el siglo XXI, ya que a Morse no le había alcanzado el tiempo. Según Krauze, se trata de una integración perversa de tres elementos expuestos de la siguiente manera: 

Un líder carismático con ‘atractivo psico-cultural’ llega al poder por la vía de los votos y con la fuerza de los antiguos demagogos promete instaurar el reino tomista del bien común, ya sea la Arcadia del pasado o la inminente utopía. Pero como la realidad se resiste al orden cristiano, y como el líder alberga ambiciones de perpetuidad, y como la democracia y las libertades son para él - maquiavélico al fin- medios para alcanzar el poder absoluto, procederá a minar, lenta o apresuradamente, las libertades, las leyes, instituciones de la democracia hasta asfixiarla (Krauze, “El pueblo soy yo”).

¿Esta realidad aterradora es la que esperan Perú y Chile en nuestra América Latina?


Democracias que sufren 

El comportamiento populista y demagógico de falsos líderes que primero adulan y enseguida anestesian a la masa, termina corroyendo y degradando a la democracia. 

Cuando estos caudillos so pretexto de defender al pueblo usan los instrumentos del poder para lograr objetivos fraudulentos, saciar sus egos y ambiciones, no solo destruyen a la democracia, también traicionan al pueblo que en un momento de éxtasis les entregó su apoyo enajenado. ¿Qué diferencias de manipulación puede haber entre Trump y Bolsonaro por una parte, y Maduro, Bukele, Castillo o López Obrador por la otra? ¿Cómo funcionan sus mentes? Al respecto, ¿cuántos Castillos coexisten en Castillo? ¿Cuántos Boric se reúnen en Boric? ¿Es este último un ‘socialdemócrata radical‘?, como lo ha definido Chantal Mouffe (La Tercera, 1 de mayo de 2022)

Convengamos entonces, en que el tema objeto de análisis excede al espacio público compartido por las elites de izquierdas y derechas, concepciones que hoy se encuentran en plena mutación. 

La falta de verdadero liderazgo ético, político y estético que estamos padeciendo no es atribuible de modo absoluto, exclusivo y específico a un único sector o elite. Aquí hay un vacío profundo que hemos cavado juntos y en el que hemos caído todos, cada vez que elegimos de forma necia y equivocada a gobernantes con problemas de conexión neuronal que en su extravío hasta ‘se creen el pueblo’ y se comportan de modo torcido y errático.

Jorge Varela
05 de mayo del 2022

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