Aldo Llanos
Carta a las buenas personas que quedan en el Sodalicio
¿Y si disuelven a esta comunidad perteneciente a la Iglesia católica?
El nacimiento está fechado en 1971; sin embargo, no se sabe si habrá año de defunción. Los rumores en esta chismosa ciudad sugieren empezar a prender un par de velas y rezar. Y eso está haciendo sufrir a las buenas personas que quedan en el Sodalicio. A ellos me dirijo.
Los que he conocido y conozco, en su mayoría, son miembros recientes y no tan próximos a la llamada “generación fundacional”. Ello me permite creer que no vieron con sus propios ojos las cosas terribles que pasaron muchas personas, tal y como lo describen los numerosos testimonios subidos en internet. Pero Dios sabe más…
Me pregunto, ¿qué hubiera pasado si los que pelearon por denunciar los abusos sexuales y espirituales se hubiesen quedado callados o rendidos en poco tiempo? ¿Habrían surgido profetas de camisa celeste capaces de levantar su voz en medio del desierto del mutismo? Dios sabe más…
¿Y será que, detrás de las recientes expulsiones y el riesgo latente de disolución, no solamente se halla el deseo de reparar a las víctimas y hacer justicia, sino también el deseo de mover las piezas en el ajedrez del poder eclesiástico? Como en la parábola, muchas veces es muy difícil distinguir y separar la cizaña del trigo en nuestras propias motivaciones. Dios sabe más…
Pero lo único cierto es Dios, todo lo demás especulación. Y a Dios, así como a su obra, hay que contemplarlos y no simplemente mirarlos.
Cuando contemplamos los hechos, descubrimos los acontecimientos inscritos en ellos. Es decir, la contemplación nos permite adentrarnos en el misterio. Al hacerlo, nos sustraemos de ver en los hechos recientes las oscuras manipulaciones para disolver al Sodalicio (como lo narran unos), o de ver una lección de justicia y escarmiento (como lo narran otros). Porque aun siendo estas suposiciones ciertas, eso no es lo más importante sino la voluntad divina que aletea en lo profundo, preocupada tanto por las víctimas y su justicia, como por el alma de los victimarios y su arrepentimiento de corazón. Todos, todos, todos…
Lastimosamente las noticias en redes sociales y medios informativos no permiten atisbar el misterio y empequeñecen la mirada del alma de los lectores. Creo que el demonio se ceba en ello porque, de ese modo, se alimenta la polarización entre cristianos, al oscurecerse la dimensión simbólica de la realidad, la puerta del misterio. Por ese camino, la vida deja de ser un regalo (inmerecido) para todos los amados de Dios, llamados a la coexistencia; para convertirse en trinchera de sobrevivencia, en zona de guerra… en “batalla cultural”.
Por ese camino, los hechos dejan de ser oportunidades para franquear el umbral del misterio de Dios en la historia, el cual sólo puede ser atravesado con humildad y abandono, aceptando que no podremos comprenderlo todo, pero sí esperar pacientemente todo. Por el contrario, al no querer ni poder contemplar los hechos, estos terminan por convertirse en un código encriptado que esconde un terrible secreto que debe ser descubierto con el miedo y la sospecha.
Y no se trata de ser “buenos” para poder ser contemplativos, se trata de anhelar estar junto al Bueno, el único bueno, para recién serlo porque sólo Dios es bueno y sólo él puede hacer que se nos abran los ojos (Marcos 10:46-52).
Pero este abrir de los ojos del alma a la contemplación no está exenta de purificaciones. El Evangelio y los místicos así nos lo cuentan. Y esta purificación, puede ejemplificarse como un viaje, un caminar o una peregrinación (“El viaje de Egeria”, “Relatos de un peregrino ruso”, etc.), o como la literatura secular suele llamar “el camino del héroe”, que en el fondo no es más que un viaje hacia lo más íntimo de nuestro ser: nuestro ser personal.
Por la vía contemplativa, los hechos dejan de ser mirados como tales y nos permiten adentrarnos en el misterio de la voluntad salvífica divina, en un viaje interior donde nos descubriremos en el Otro dando pie a la adoración.
¿Y si los disuelven?, (cosa que, a la luz de los textos emitidos creo improbable), ¿qué importa?. Total, lo más importante no son las instituciones, sino el encuentro personal con el Señor y su voluntad, aun en medio de una noticia que podría sonarles devastadora a las buenas personas que quedan en el Sodalicio. Sin embargo, si fuera a pasar esto y ustedes lograsen escuchar la voz interior del Amor, ¿no serían capaces de recrear un carisma en medio de los escombros?
“Por eso, les vas a decir esta palabra de parte de Yahvé: Sí, los envié lejos entre las naciones, los dispersé en esos países, pero yo soy para ellos un santuario en esos países adonde se fueron. Y a los desterrados les dices: Los juntaré de entre esos pueblos; los reuniré de esos países adonde han sido dispersados y les devolveré la tierra de Israel. Entrarán allí nuevamente y arrancarán todos los horrores, todos los ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11:16-19).
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