Rocío Valverde

Brujas

Persecuciones históricas y actuales

Brujas
Rocío Valverde
16 de diciembre del 2019


Caminando por un bosque de Staffordshire no pude evitar sentir mi ser gravitar hacia un árbol de apariencia un poco extraña. Su tronco retorcido tenía una abertura triangular en la base, y me hizo sentir por breves momentos el calor de una casa.

Mi esposo no entendía qué ocurría, pues en nuestro camino habíamos encontrado robles impresionantes y abedules igual de tenebrosos que este solitario árbol. Le hice unas cuantas fotos y exclamé: ¡Casi parece que una bruja vive en la copa y está cocinando pociones para nosotros!
Hice este comentario y seguí mi camino sin saber aún por donde andaba.

No fue hasta unas horas después, cuando descansando en un pub me enteré de que aquél árbol es conocido por los locales como el árbol de la bruja. En ese lugar se juzgaban a las presuntas brujas y herejes, las condenadas eran colgadas de sus ramas. En él no florecían las brujas, sino más bien se marchitaban.

En Inglaterra la cacería de brujas comenzó en 1542, cuando la práctica de brujería se volvió un crimen. Se las persiguió por más de doscientos años, hasta 1736. Esta histeria que duró casi 300 años me ha fascinado porque si uno visita los museos romanos y griegos encuentra que en la antigüedad se tenía una poción, una oración y un amuleto para cualquier clase de problema. Si uno quería buscarse un nuevo novio acudía a su mago más cercano a que le escribiera algún conjuro en un rollito de plomo; si tu vecino te había robado una oveja, pues tu bruja local podía hacer una especia de mini estatua con la cual maldecirlo. En aquellos tiempos solamente se castigaba el uso de la magia si esta conllevaba a la muerte del maldito.

Algo cambió en el continente europeo que alguna vez se encomendó a la magia de las brujas. Se atribuye la persecución a un cambio en la percepción de la sociedad con respecto a la brujería. Con la publicación del manual Malleus Maleficarum, la brujería dejaba de ser una superstición y se le elevaba a delito de herejía, que obligatoriamente la vinculaba a un pacto con el diablo. Aunque no viene al caso, mi mente no puede evitar encontrar un símil entre la cacería de brujas con cierta persecución fiscal de la actualidad. En ambos casos al delito se le cambia de nombre, elevando el grado de "maldad", y se presume que la bruja ha hecho pactos diabólicos. En fin.

A las presuntas brujas se les podía culpar por la muerte de un recién nacido, por ello las comadronas tenían todas las papeletas de la rifa de la hoguera. Supuestamente las brujas ofrecían a los recién nacidos al diablo, devoraban sus cuerpos y usaban la grasa y sangre para hacer pociones.
Una anciana sin descendencia era considerada una bruja en potencia, pues era más vulnerable a hacer pactos satánicos para lograr tener un hijo. Se les podía también acusar de causar heladas para matar la cosecha, de causar tormentas en el mar y hasta de conspirar contra el rey.

Un lunar, una verruga, una marca de nacimiento o poseer un gato eran todas las pruebas que el cazador de brujas necesitaba. Alguna ilusión de justicia había que mostrar con ellas: las brujas podían limpiar su buen nombre con la prueba del agua, aunque su futuro no era alentador: flota y muere en la hoguera, ahógate y muere inocente.
Podían recurrir también a la prueba del peso. Se consideraba que la bruja le había entregado su alma al demonio y por ello no podía pesar más que la biblia de la iglesia. Una vez más, todo estaba en su contra, pues si pesaba menos era una bruja y si pesaba más entonces se concluía que la bruja había hechizado la balanza. ¿No les parece que las cacerías continúan el día de hoy? Casi me recuerda al acusador que pregona que la ausencia de pruebas demuestran que "el brujo" es muy listo y por ello es culpable. ¡Qué pensamientos se me cruzan por la cabeza! Quizás el espíritu de las mártires brujas me está influenciando.

Vuelvo a observar aquel árbol, testigo de la demente epidemia de juicios, tortura y muerte, y me pregunto qué suerte hubiera corrido la bruja si en lugar de ser colgada de un cedro hubiera estado bajo el cobijo de un avellano. ¿Hubieran podido arrancar una rama para hacerse de una varita mágica o quizás se hubieran podido esconder bajo su corteza?

Rocío Valverde
16 de diciembre del 2019

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