Manuel Gago
Bienvenidos, comisionados de la OEA
Descuido ciudadano puede terminar en totalitarismo

Esperamos la objetividad de los comisionados de la OEA, invitados por Pedro Castillo, según él, por el peligro de “una grave alteración del orden democrático”. Pidió activar los artículos 17 y 18 de la Carta Democrática Interamericana con el fin de ganar tiempo y apoyo.
Los comisionados no llegarán a ciegas. Están informados. Saben que en contra de Castillo, al margen de sus vínculos con Movadef, existen investigaciones fiscales bastante graves que lo sindican como probable cabecilla de una organización criminal. Además está acusado de constantes ataques a la libertad de prensa y a la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, así como de nombramientos de ministros y funcionarios de alto rango sin cumplir los requisitos necesarios e investigados o procesados por delitos cometidos.
Son ochos los comisionados (cancilleres y vicecancilleres) designados. Entre ellos existiría un balance milimétrico, alineados cada uno con las políticas internas y externas de sus presidentes. Los de Argentina y Colombia, están vinculados con el eje Cuba-Venezuela. También cercanos a ese eje son el de Costa Rica y el primer ministro de Belice. Contrariamente, son considerados conservadores y de derecha los representantes de Guatemala, Ecuador y Paraguay.
Por lo que Castillo y su gobierno representan, resulta difícil sostener un informe ambivalente o inclinado en favor del profesor de Chota, embarrado hasta la coronilla. La posición norteamericana es clara. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, ha sido categórico. En la reunión del Consejo Permanente de la OEA. Señaló que “la rendición de cuentas es vital para un sistema político democrático”. Para el gobierno de Joe Biden, Castillo tiene que responder a las acusaciones formuladas por la Fiscalía. Esta tendría que ser la línea de trabajo de los comisionados.
No obstante, tampoco esperemos señalamientos rotundos, acusadores y demoledores. Los visitantes son diplomáticos que guardan las formas aprendidas. De manera sutil se manejarán en lo político y en su lenguaje, y concluirán con lo visto y oído después de sus reuniones con las autoridades del Gobierno e instituciones y representantes de la llamada sociedad civil.
Bienvenida, entonces, la comisión de la OEA. Todo esfuerzo para mostrar lo que acontece en el país tiene que ser bien aprovechado. El plan de Castillo se derrumbará si las pruebas contra él son exhibidas miles de veces. Será difícil voltear la mirada frente a tanta podredumbre.
La OEA tiene en Perú una valiosa oportunidad para resarcir su imagen y reconectarse con la ciudadanía. Resulta útil el acercamiento con la población, para recibir de ella el humor nacional, sin intermediarios, sin narrativas, sin verbos floridos.
Es difícil, pero no imposible que se ponga del lado oscuro, y mantenerse en la línea divisoria no le hará bien. Luis Almagro no es dueño de la secretaría general de la OEA y tampoco eterno. Su sucesor será nombrado de acuerdo al balance político de la región, girando cada vez más hacia la izquierda y provocando, para bien, oposiciones cada vez menos temerosas. El descuido de la ciudadanía puede terminar en totalitarismos socialistas dominados por Cuba y Venezuela.
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