Darío Enríquez

¡Ay, mamita! ¡La extrema derecha!

Crónica de una falsificación anunciada

¡Ay, mamita! ¡La extrema derecha!
Darío Enríquez
21 de julio del 2022


Se cuenta que al final de la Segunda Guerra Mundial Stalin necesitaba marcar diferencia clara con sus primos hermanos ideológicos, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Stalin, Hitler y Mussolini eran estatistas al 110%. Al inicio, el pacto de Stalin con Hitler para repartirse el territorio polaco fue una de las cotas de infamia y miseria más elevadas en la historia humana. De uno y otro lado siempre hubo “técnicos” e “intelectuales” (véase las comillas) que daban soporte a las barbaridades de estos regímenes genocidas.

Al final, Stalin aparece en la foto de Postdam, aquella en la figuran quienes ganarían la guerra. Los Aliados no tuvieron otra alternativa que pactar con Stalin para sellar la derrota definitiva de una parte de los totalitarismos estatistas (valga la redundancia). Quedaba aún el otro estatismo, el del socialismo real soviético. Tuvieron que pasar 45 años para que la Cortina de Hierro se hiciera trizas como un tigre de papel y la Unión Soviética –con su enorme pasivo de muerte, opresión y tiranía– desapareciera por implosión.

Pero Stalin le dejó al mundo –además de 20 millones de ciudadanos soviéticos desarmados e inocentes, asesinados por su propio Estado, en nombre de una ideología de muerte y miseria humana– el retorcido legado de “la extrema derecha”. Pese a que compartía con el nazismo y el fascismo un estatismo extremo, desvió la atención con éxito, y es probablemente la primera batalla cultural que las izquierdas se anotan a su favor en el último siglo. Desde entonces se asocia “extrema derecha” a lo que se oponga al estatismo soviético, a sucedáneos light como el consenso socialdemócrata estatista o las dictaduras tropicales estatistas de izquierdas como Cuba o Venezuela. Hugo Chávez, en forma y en fondo, parece ser una reencarnación de Benito Mussolini, con ventarrón tropical.

Ya en el siglo XXI, el gran Antonio Escohotado, con su monumental trabajo “Los enemigos del comercio”, logró devolver a la atención pública esta estrecha relación que siempre hubo entre fascismo, nazismo, socialismo y comunismo. Todos ellos tienen en común ser enemigos del comercio. En verdad y con contundencia, enemigos de la libertad. Los une el estatismo salvaje. Eso de extrema derecha como estigma, lanzado desde la extrema izquierda, parece más bien un cazabobos estatista. En especial porque una parte importante de eso que llaman “extrema derecha” no es para nada estatista. Ni hablar del término “facho”, que es un oxímoron cuando se aplica a un no-estatista. Es como decir fuego helado o hielo candente.

Es curioso. Desde las izquierdas se ha criticado siempre a la “derecha confesional” por cosas que sucedieron hace siglos, recordando historias difusas y confusas del pasado, evocando a Torquemada, a los cazadores de herejías religiosas y a los cucufatos como propios de un submundo premoderno, anacrónico, fuera de época. Dicen que la “extrema derecha” es retrógrada y cavernaria. En pleno siglo XXI, sin embargo, esas nuevas izquierdas abrazan el marxismo cultural. También lo hacen “centristas” que ni cuenta se dan, pero profesan esa visión posmoderna. Todos ellos han creado el “crimen de odio” como un sucedáneo de las “herejías”. Ellos tienen hoy redes mediáticas que cancelan a los “fóbicos” de todo tipo –los nuevos herejes–, sin derecho a disentir de sus dogmas de falso progreso. Ellos pisotean y queman biblias. Ellos arrojan piedras y excrementos a cristianos que rezan. Ellos quieren quemar nuestras iglesias. Ellos quieren adoctrinar a nuestros hijos y apresarnos por no pensar como ellos ¡Pero nosotros somos los que odiamos! ¡El colmo de los colmos!

El pensamiento único se aplica con la fiereza de los más ultras cazadores de brujas. Todo eso con el Estado como valor supremo y el individuo como elemento accesorio y desechable, al más puro estilo fascista, nazista, socialista soviético o comunista chino.

Enorme vergüenza ajena causó por ello escuchar nada menos que a un congresista “morado”, este último fin de semana, decir que el Estado está “muy por encima” de la familia y debe tomar para sí la responsabilidad de formar en valores a niños y niñas. El estatismo salvaje devora implacablemente el espíritu de quienes se supone deberían ser los más lúcidos. Esa es la verdadera “extrema izquierda”, la misma que quiere hacernos creer que existe la “extrema derecha”, parafraseando a Escohotado.

Darío Enríquez
21 de julio del 2022

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