Al día siguiente

Con toda razón, todos andamos preocupados hoy por el coronavirus. La gente responsable, obviamente, atiende cuarentenas y medidas de higiene aun cuando estas medidas los saquen de alguna manera de su zona de confort. Pero es claro que el virus nos ha puesto ante una situación de pánico. Pasada la cual deberíamos retornar a una nueva zona de confort, previa alimentación del conocimiento dejado por la situación inédita vivida. 

Conversábamos hace algunos días con un grupo de profesionales sobre la comunicación. Sobre cómo las poblaciones orales difieren de las escribales y de las nuevas generaciones electronales en la manera de comprender el mundo. Todo ello basado en trabajos de laboratorio e investigaciones de campo. Todo ello factible de identificar desde disciplinas como la semiótica, la lingüística y las neurociencias.

Respecto a las diferencias entre personas adscritas al sistema cultural de la oralidad y aquellas pertenecientes al sistema cultural de la escribalidad –y a pesar de que algunos pensaban que en la oralidad no hay abstracción– pienso que quedó claro que mientras la escritura alfabética, sucesiva y lineal propicia un pensamiento abstracto precisamente sucesivo, lineal y analítico, la oralidad alimenta un pensamiento abstracto simultáneo, visual, holístico (visión de conjunto) y sintético.

Claro que para lograr esta comprensión hubo que desmitificar a autores como Sartori y Vargas Llosa que afirman –sin base científica– que la imagen visual no produce abstracción. Lo que no produce es abstracción analítica. Pues si admitiéramos la no abstracción en la oralidad, ¿cómo comprender los perfectos sistemas de riego, la majestuosa arquitectura y la creación del propio lenguaje si no es a través de un alto proceso de abstracción?

Esta no admisión de diferentes procesos de abstracción nos ha llevado lamentablemente a hacer fracasar la comunicación en el Perú entre un Estado oficial escribal y grandes mayorías orales. Pero por no salir de nuestra zona de confort intelectual, nos cuesta admitirlo.

Hasta allí todo relativamente bien. El asunto volvió a la zona de pánico cuando señalamos que un principio como la separación de poderes –base de las democracias establecidas– era un producto escribal surgido de un pensamiento analítico. Que contrastaba con el pensamiento sintético de la gente oral. ´

Más álgido se puso el asunto cuando señalamos, como ejemplo, cómo ayer Fujimori y hoy Vizcarra (salvando las distancias) eran apreciados por la población a pesar de transitar por la no separación de poderes. Todos recordamos al ´chino´ con sus pantalones remangados siendo simultánea y sintéticamente poder ejecutivo, legislativo y judicial; solucionando problemas in situ. Nadie añora ni recuerda que el señor Vizcarra es solo ´fácticamente´ Presidente, que no hay Congreso y que el sistema judicial es manejado maquilladamente por él.

Para que se entienda la separación de poderes entre las poblaciones orales sería indispensable –dentro de la concepción oral– que las instituciones encargadas de lo judicial y legislativo lo sean. Y funcionen y solucionen problemas concretos de la población. Si lo anterior no ocurre, primará el pensamiento simultáneo, visual y holístico. Donde no cabe la abstracción ´pura´ separación de poderes. Y donde quien subsuma dichas funciones gozará de aceptación. Mientras solucione problemas.

Así como el coronavirus nos ha llevado a la zona de pánico y nos permitirá, vía el conocimiento, alcanzar una nueva zona de confort, requerimos que ante la fragilidad democrática –y también vía el conocimiento científico– alcancemos una zona de confort democrática que realmente funcione. Sin prejuicios.