Aldo Llanos

2 de octubre: ¿acaso quieres ser del Opus Dei?

Precisiones sobre cómo recorrer su camino

2 de octubre: ¿acaso quieres ser del Opus Dei?
Aldo Llanos
06 de octubre del 2023


El Opus Dei fue fundado en la ciudad de Madrid, el
2 de octubre de 1928, por Josemaría Escrivá de Balaguer, un joven sacerdote de apenas 26 años hoy reconocido como “santo” por la Iglesia Católica, mientras participaba de un retiro en la residencia de los misioneros de San Vicente de Paul. Aquel martes 2 de octubre, después de celebrar la Misa y ya en su habitación, "vio" el Opus Dei por inspiración divina luego de releer sus apuntes espirituales de años pasados mientras repicaban las campanas de la parroquia cercana de Nuestra Señora de Los Ángeles.

En la actualidad, más allá de todo lo que se ha dicho, se dice y se dirá sobre esta Prelatura Personal, hoy en revisión de sus estatutos como tal, esta institución católica no deja indiferente a cualquiera, sea para bien o para mal. En efecto. A la fecha, todavía hay muchas impresiones erradas que se tienen sobre “la Obra” al no comprender cuál es el camino espiritual de sus miembros: la llamada universal a la santidad, lo que implica a su vez un desconocimiento de la vida espiritual en el catolicismo. Esto, quizás porque muchos espectadores sólo se quedan con la imagen que se desprende de algunos miembros del Opus Dei, que tienen una presencia más visible en cuestiones políticas, económicas y sociales y que están bajo el constante asedio de los medios de comunicación y de la opinión pública.

Sea como fuere, surge frecuentemente una crítica errada que relaciona a los miembros del Opus y su espiritualidad con el asalto al poder y la práctica voluntarista (y rigorista) de las virtudes humanas. Se les imagina como atletas espirituales, adiestrados para ser competitivos en todas las cuestiones humanas obteniendo por ello, estatus social, éxito económico y réditos políticos. Sin embargo, yerran. ¿Quieres saber cómo se recorre verdaderamente el camino espiritual del Opus Dei de la santidad cristiana en medio del mundo y en la vida corriente?

El camino del Opus Dei, como todos los caminos espirituales cristianos, es el camino para los débiles, los pecadores, o sea, un camino a nuestra medida. En esto nos reconocemos hijos muy hijos de Dios, que buscan seguir el camino de su Padre que es el camino del abajamiento: el camino de un Jesucristo que baja de la Gloria Eterna para encarnarse en un niño frágil, nacido en una gruta, en una provincia marginal de un Imperio que desprecia a sus paisanos.

Este, es el camino de un Dios que permite que lo insulten, que se burlen de Él, que lo azoten y que lo crucifiquen junto a unos delincuentes como delincuente, y que luego de su muerte, seguirá bajando hasta los infiernos. En ese sentido, el camino del Opus Dei no es un camino de “ascensión” en primer término, sino un camino de “abajamiento”. Si se pensara que la espiritualidad del Opus Dei te empuja a practicar las virtudes para tener una conducta impoluta y nuevas habilidades según un supuesto ideal cristiano logrando así relevancia social, entonces, se está pensando mal, muy mal. Los ideales no son humanos, son ideas, formas no reales y, ante ellas, alcanzarlas es difícil e incluso inhumano.

Más temprano que tarde, por el camino “ascendente” iremos descubriendo que siempre “haremos agua” por algún lado y que la pretendida “ascensión” irá muy lenta mientras vamos reparando en que no llegaremos nunca al ideal. Eso produce tensión psicológica que lleva a los que recorren de ese modo aquél camino, a vivir tensos, ansiosos, angustiados y agotados. Siguiendo ese camino, terminarán “pateando el tablero” despotricando contra la institución a la que dijeron querer pertenecer, o terminarán llevando una doble vida ocultando las miserias frente a sus hermanos. Recordemos que siempre hay una parroquia lejana donde confesarse.

No obstante, el primer movimiento en el camino real del Opus Dei es el de la humillación, el de reconocer nuestra realidad virtuosa, pero a la vez pecaminosa, con sus luces, pero también con sus sombras.

Gracias a Dios, el camino del abajamiento en la Obra siempre se nos presenta como un regalo, cuando las personas de nuestros trabajos empiezan a hablar mal de nosotros, cuando los miembros de nuestras familias se burlan de nuestras equivocaciones y/o cuando todos señalan nuestros defectos al desvelarse nuestros errores y horrores que ya no podemos esconder. Esto es lo que asusta a muchos. ¿Cómo voy a ser del Opus Dei y ganar estatus social si descubren que tengo mucho que ocultar?

La santidad de la vida ordinaria no pasa por el orgullo disfrazado de falsa autoestima, tampoco por la posición social lograda, por lograr una voluntad espartana o por la autosuficiencia de creer que solos podemos arreglárnosla sin necesidad de nadie. Todo ello deberá ser despojado para ser vaciados nuestros “logros” y quedarnos desnudos, desvalidos y pobres de todo eso que nos otorgaba nuestras (falsas) seguridades para andar en este mundo. Es allí que nuestra oración es realmente escuchada porque es la oración del pobre y es allí donde escuchamos con toda su fuerza y dulzura: “Tú eres mi hijo amado en quien pongo todas mis complacencias” (Mateo 3. 17), luego de sumergirnos en las aguas oscurecidas de nuestras miserias.

El camino del Opus Dei, es el camino que te lleva a la gruta oscura, fría y húmeda de Belén, la gruta oscura, fría y húmeda donde ocultas aquello que no quieres que nadie se entere pero que es el lugar donde Dios quiere nacer en ti.

Pensar el camino del Opus como una “subida” casi siempre es problemático, porque casi siempre terminará siendo un objetivo conseguido con nuestro esfuerzo y eso no nos hace santos por sí solo. Sin Dios, nada podemos hacer (Juan 15, 5). Vernos como lo que realmente somos: pobres, débiles y necesitados, acrecienta nuestra intimidad y deseo de Dios y destruye el falso orgullo: la soberbia, principal escollo que impide nuestro encuentro con el Señor.

Y aunque se rompa la imagen o máscara que hemos construido sobre quiénes somos realmente, nos daremos cuenta que mucha de nuestra eficacia laboral y fuerza de voluntad alimentaron nuestra soberbia que llevó a ponernos aquella máscara para ser valorados por el mundo. Dios, no quiere esa máscara, él valora al pobre, débil, inconstante y sensual que habita detrás de esta, porque ama con locura nuestro verdadero rostro, para llenarlo de besos y embellecernos con su mirada.

Por lo tanto, el camino de la Obra no es nada fácil, porque ante ese sí a Dios, este seguirá permitiendo que se hagan visibles todas nuestras “imperfecciones” y porque quiere tocar con sus manos toda la piel de nuestros rostros y no el duro material de una máscara.

En ese camino no tendremos miedo al desprecio del mundo ni deseos de venganza frente a ello porque encontrarnos con Cristo en el Opus Dei, no nos hará más “fuertes” tal y como lo entiende el mundo, sino, todo lo contrario, más débiles e indefensos pero esa debilidad es más fuerte que cualquier fuerza o poder mundano, ya que es la fuerza de depender completamente de Dios y de los demás para poder vivir.

Ya lo advertía San Josemaría Escrivá:

“Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad: pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás, querer salirte siempre con la tuya, disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera, dar tu parecer sin que te lo pidan ni lo exija la caridad, despreciar el punto de vista de los demás, no mirar todos tus dones y cualidades como prestados, no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees, citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones, hablar mal de ti mismo para que formen un buen juicio de ti o te contradigan, excusarte cuando se te reprende, encubrir al Director algunas faltas humillantes para que no pierda el concepto que de ti tiene, oír con complacencia que te alaben o alegrarte de que hayan hablado bien de ti, dolerte de que otros sean más estimados que tú, negarte a desempeñar oficios inferiores, buscar o desear singularizarte, insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio, destreza o tu prestigio profesional, avergonzarte porque careces de ciertos bienes…” (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 1968)

Ahora, nuevamente te pregunto: ¿Acaso quieres ser del Opus Dei?

Aldo Llanos
06 de octubre del 2023

NOTICIAS RELACIONADAS >

¿Dónde se llevaría a cabo un nuevo concilio?

Columnas

¿Dónde se llevaría a cabo un nuevo concilio?

Esta es una pregunta que ha empezado a surgir en redes sociales a ra&i...

16 de mayo
Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada

Columnas

Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada

“Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada”, pub...

10 de mayo
La piel más temida

Columnas

La piel más temida

La entrevista efectuada este 29 de abril por el periodista Francisco d...

03 de mayo

COMENTARIOS