Martin Santivañez

Wisotzki

Wisotzki
Martin Santivañez
07 de noviembre del 2016

Un homenaje a la rectora emérita de la Universidad de Lima

La Universidad de Lima, mi alma mater, ha sufrido una pérdida muy grande. Ha fallecido la rectora emérita Ilse Wisotzki, y con ella se cierra una etapa fundamental en la historia de la universidad peruana. Hace unos meses me reuní con ella por varias horas y tuve la oportunidad de agradecerle personalmente a la rectora la ayuda fundamental que recibí de ella a lo largo de mi carrera. Ilse Wisotzki siempre fue una persona para todas las estaciones y aquella tarde la encontré como siempre la recordaré desde ahora: alegre, inteligente, visionaria; una personalidad extraordinaria en un país de tibieza y melancolía. Era la dama de hierro de la academia nacional.

El liderazgo es fundamental para el desarrollo de las instituciones. Así, es imposible comprender la historia de la Universidad de Lima sin valorar la impronta enorme de la rectora Wisotzki. Ella y su equipo construyeron la universidad. Estoy absolutamente convencido de que el derrotero de la Universidad de Lima sería muy distinto si su personalidad no hubiese animado el crecimiento de la organización. Por eso, no nos equivocamos cuando unimos su nombre a la historia del claustro: la Universidad de Lima es Ilse Wisotzki, y Wisotzki es la Universidad de Lima.

Eugenio d'Ors tenía una frase muy gráfica para describir la importancia esencial de la profesión académica: "Bienaventurado aquel, no me cansaré de repetirlo, bienaventurado aquel que ha conocido a un maestro". Sí, feliz aquel (beatus ille) que ha tenido la fortuna de cruzarse en su vida con un auténtico maestro universitario. La universidad es una profesión de fe y una pasión dominante porque no existe mayor honor que formar la mente de un alumno y extraer del mármol de la inteligencia un monumento de virtud. Ilse Wisotzki dedicó toda su vida a construir una universidad porque creía firmemente en el poder de la educación como motor de desarrollo. La rectora era consciente de la importancia de la academia para el futuro del país. Una academia, por supuesto, libre del lastre ideológico, independizada de las argollas endogámicas y preparada para resolver los problemas reales del país, no para hacer consultorías sobre quimeras izquierdistas astrales y teóricas.

La vida universitaria es el reflejo de un país. Las universidades son las instituciones tutelares de una nación, el microcosmos de lo que somos y de todo aquello que aspiramos ser. La universitas studiorum jamás fue, como algunos pretenden, un laboratorio neutro en el que se imparte un conocimiento encapsulado, estándar, a manera de "chip" que se pueda implantar en una vulgar cadena de producción. La universidad es una institución hecha desde las personas, por personas y para las personas. Si en ella profesan los mejores, entonces, ¡qué duda cabe!, formaremos a los mejores.

Sin el liderazgo de ciertas personas destacadas, la universidad sería una empresa fracasada, un túmulo de buenas intenciones, harta burocracia y pura mediocridad. Sin liderazgos de calidad, las instituciones colapsan o navegan en el océano de la tibieza. Ilse Wisotzki fue grande y siempre será grande, porque nunca pactó con la tibieza de lo políticamente correcto. Su ejemplo anima a quienes amamos el oficio universitario. Querida rectora: no te olvidaremos jamás. Dejas en herencia la verdadera auctoritas, la autoridad del que ha construido algo por lo que vale la pena luchar.

 

Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
07 de noviembre del 2016

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