El sofisma del Nirvana

Quienes nos venden el paraíso socialista jamás produjeron otra cosa que el infierno.

Separen un país cultural, económica y étnicamente homogéneo en dos. Al lado este le implementan una organización de tipo socialista, y al oeste lo dejan desarrollar un sistema capitalista. Al medio construyen una pared impermeable con alambre de púas, miradores y ametralladoras. Dejen cocinar a fuego lento durante cuarenta años y constaten el resultado.

Obviamente, si usted es socialista encontrará muchas excusas y elementos contextuales que le permitirán “explicar” el estado de deterioro del este y la prosperidad del oeste. De igual manera, si tuviéramos que repetir la misma experiencia, separando el norte socialista del sur capitalista, con una zona desmilitarizada en el medio, usted todavía evocará la personalidad de los líderes, el tiempo, el contenido del subsuelo, el imperialismo norteamericano, y qué sé yo. En resumen, evocará todo, excepto la naturaleza de los regímenes que hay en ambos lados de la frontera.

Si usted es socialista, cultiva el sofisma de Nirvana: comparar los defectos reales o supuestos del capitalismo (los cuáles son, en su mayoría, consecuencias directas de las intervenciones del estado) con un sistema idealizado, completamente funcional y exonerado de los defectos de todos los experimentos colectivistas realizados hasta la fecha, naturalmente concluirá que el Nirvana es infinitamente preferible a la situación actual del mundo. Esto es una falacia pura.

De la misma manera hoy, desde Cajamarca hasta Arequipa, quienes pretenden que el desarrollo de las zonas rurales del país se logra únicamente con el agro y que la prosperidad depende únicamente del agua pura, solo tratan de vendernos (al menos a quien les escucha) otro paraíso ficticio. Sueño aún más profundo que se basa sobre el rechazo dogmático a tecnologías como la de los transgénicos, que sí permiten el progreso.

Desde el principio de los tiempos, los que nos venden el Nirvana jamás produjeron otra cosa que el infierno. Hasta en el seno de los regímenes más colectivistas y represivos (ver por el acuerdo secreto de los agricultores de Xiaogang). El único modo de organización económica que ha logrado resultados satisfactorios se basaba en la propiedad privada y el libre mercado.

La realidad es que todas las experiencias de planificación económica han sido fracasos que han terminado en dos resultados: el colapso absoluto del sistema o el establecimiento de un régimen totalitario que impone una planificación que la población no quiere más. ¡No hay un sólo ejemplo que demuestre lo contrario! En la vida real, el éxito del capitalismo es un hecho tan rotundo como el fracaso del socialismo.

Por lo tanto, señores eco-socialistas que no quieren decir su nombre, están de sobra su retórica, sus teatralidades y sus promesas de un futuro luminoso. Si quieren "cambiar la vida" tendrán que explicar con precisión cómo lo harían y demostrar que las mismas causas de siempre no producirán los mismos efectos. Teniendo en cuenta los resultados del socialismo hasta hoy, tendrían que ser particularmente convincentes.

De otro lado, ¿cuánto tiempo más tendremos que aceptar que el Estado incumpla una de sus funciones fundamentales: la defensa de la propiedad privada? Y defenderla pasa obligatoriamente por el reconocimiento de la propiedad: el Estado -por defecto- tiene que reconocer la propiedad y otorgar títulos a los ciudadanos que son propietarios legítimos.

Estoy convencido de que, en muchos casos, bastaría con que los individuos puedan intercambiar libremente sus títulos de propiedad para que se alivien las tensiones que hoy en día observamos. Desde que lo explicó Hernando de Soto, no hay más misterio del capitalismo.

Por Vincent Dumortier

12 - May - 2015