Martin Santivañez

El primer poder del Estado

El primer poder del Estado
Martin Santivañez
01 de agosto del 2016

Medios de comunicación capturados por el relativismo progresista

El cardenal Cipriani ha señalado en su homilía del 28 de julio la importancia esencial de los medios de comunicación para el desarrollo de nuestro país. Los ha llamado, de manera consciente, “el primer poder” del Estado. Cipriani, como muchos peruanos, reconoce la enorme importancia de unos medios de comunicación que todos los días contribuyen a modelar la mente de los niños y jóvenes y, por tanto, el futuro de todo el país.

Los medios de comunicación masivos, en su gran mayoría y salvo notables excepciones, cumplen este rol de manera sesgada, intentando transformar la sociedad peruana en un entorno dominado por la mátrix del relativismo progresista. Gran parte de los medios de comunicación en el Perú han sido capturados por la minoría caviar, una argolla plomiza pero bien organizada, que avanza ante la pasividad de aquellos que no comulgan con sus ideas.

El verdadero problema surge cuando los medios de comunicación se convierten en los difusores, en los órganos de propaganda del pensamiento único. El relativismo se presenta así como la ideología oficial de los medios, y cualquiera que desafía el pensamiento único se transforma en un enemigo del sistema, alguien que debe ser silenciado y expulsado a como dé lugar. Nótese que este estado de exclusión que se expande en los medios capturados por el relativismo caviar, no se impone, todavía, en la sociedad peruana. La mayor parte de los peruanos no son relativistas y mucho menos progresistas.

El cristianismo es una argamasa dura, que subsiste uniendo a casi toda la población. Todavía es posible hacer política y muchas otras cosas invocando principios absolutos, desafiando al relativismo y al pensamiento único. Pero los medios de comunicación, y otros escenarios igual de importantes, empiezan a convertirse en un terreno infestado por el buenismo de lo políticamente correcto. El siguiente paso en la estrategia relativista es infiltrar toda la política y, finalmente, ganar la batalla cultural y social.

¿Cuál es la consecuencia real de la enajenación de unos medios de comunicación que se transforman en órganos de propaganda del relativismo? La expulsión del que no se pliega al pensamiento único. Cualquier periodista, presentador, columnista, líder de opinión, que no se pliegue a la mátrix del pensamiento único, está en peligro de extinción. La oposición a estas personas varía de acuerdo a su estatus. Algunos son captados por el entorno y ceden ante la presión. Otros son chantajeados laboralmente y, por obligaciones familiares, legitiman con su silencio el derrumbe de la imparcialidad. Unos pocos son confrontados directamente, dándoles la oportunidad de responder; se les ataca desde diversas tribunas y áreas, desde dentro y desde fuera de los medios, porque se reconoce en ellos un peligro potencial. Pero solo algunos reciben la atención, el odio directo y rabioso de toda la progresía.

Este último es el caso de Juan Luis Cipriani. La pequeña argolla caviar lo identifica como un obstáculo insalvable para sus planes de expansión mediática, política y social. La Iglesia católica, el cristianismo que fundó este país y le dio forma, es el último baluarte contra la expansión del relativismo. Ratzinger identificó magistralmente el peligro del relativismo, la gran herejía de nuestro tiempo. Por eso, los relativistas, conscientes de que solo el cristianismo puede batirlos, dirigen todas sus armas contra el gran representante de los cristianos en este país: Cipriani.

Expulsarlo de medios de comunicación ya sesgados, proclamar el odio irreconciliable entre el Estado y la Iglesia, enfrentar a la sociedad con los cristianos para empujarlos a las catacumbas de la irrelevancia política es el gran objetivo en el que confluyen los caviares, los liberales de bragueta y los católicos tibios que sucumben ante su entorno. Sin embargo, es difícil que este objetivo se consiga, porque cada vez más gente toma consciencia de esta nueva tiranía sectaria que una argolla reducida, cobarde y plomiza nos pretende imponer.

 

Martín Santiváñez Vivanco

 
Martin Santivañez
01 de agosto del 2016

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