Eduardo Zapata

El alumno mirando a la nada

Una educación frustrante y generadora de desilusiones

El alumno mirando a la nada
Eduardo Zapata
19 de octubre del 2017

Duro reto para el ministro Idel Vexler. Consensuar la reforma del currículo nacional con todos los actores y validarlo en escrupulosa experiencia piloto.

La educación peruana ha seguido la tradición occidental que —desde Platón— separa el mundo de las ideas del mundo de las cosas. Ello ha dado lugar a una distorsión en el proceso educativo peruano. Dado que se privilegiaba el mundo de las ideas frente a aquel de las cosas y considerando —falazmente— que el mundo de las ideas y la abstracción se reduce al cultivo de palabras y números, nuestras estructuras curriculares han vertebrado y privilegiado los cursos de lenguaje y matemáticas. Con ello relegaron a todos los cursos que tengan que ver con experiencias sensoriales y la realidad a un segundo plano.

Creyendo mantener los mismos principios de la tradición, gradualmente estos cursos devinieron en los llamados razonamiento verbal y matemático que se han convertido en el eje de la estructura curricular. Inicialmente fueron cultivados en los últimos años de secundaria —porque la universidad los exigía para el acceso a ella— pero constatamos hoy que estos llamados razonamientos son privilegiados desde la educación primaria. Con el agravante de que, al convertirse en amaestramientos para obtener la respuesta correcta, han dejado de ser herramientas para el razonamiento y la abstracción. Los maestros de aula lo saben. Allí está la prueba PISA. Y allí está el perverso bono de estímulo que recibían quienes amaestraban mejor a sus alumnos para las pruebas censales.

“Gobernar” es una palabra que etimológicamente proviene de conducir. Y conducir, a su vez, proviene de la voz latina adducere, que significa “conducir a …”. Todo ello —aplicado a la educación— significa que la gobernanza del proceso educativo —vistas las distorsiones mencionadas anteriormente— requiere de romper la tradición inercial educativa y restituirle sentido en el mundo actual.

Constituye una tragedia —desde el punto de vista individual y de país— que luego de privilegiar casi con exclusividad y dedicar doce años a aprender a leer y escribir y a sumar y restar, nuestros alumnos no sepan ni lo uno ni lo otro. Es claro que desde el punto de vista económico estamos gastando y no invirtiendo. Y es claro también que nuestro sistema educativo —con este privilegiamiento estéril— genera no solo alumnos no competitivos y no preparados para el mundo, sino lógicamente frustración, desilusión y hasta violencia.

En ese contexto, no se trata de democratizar una educación frustrante y generadora de desilusiones, sino que resulta imperioso dotar a nuestros estudiantes de las armas necesarias para hacer frente al mundo actual que los rodea, hacer frente a situaciones cambiantes y tener la capacidad de reinventarse permanentemente. La cultura electronal en la que vivimos —basada en el imperio de las computadoras— nos enfrenta a la biotecnología, nanotecnología, robótica e inteligencia artificial. Es imperioso el nuevo currículo nacional dote a nuestros estudiantes de las herramientas concretas y operativas para comprender ese mundo y hacerlo suyo.

Para que nuestro sistema educativo y nuestros estudiantes no queden mirando a la nada.

Eduardo E. Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
19 de octubre del 2017

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