Hugo Neira

Discrepancias y bruscas salidas en el partido aprista

Los partidos ya no emanan de masas, sino de individuos

Discrepancias y bruscas salidas en el partido aprista
Hugo Neira
15 de enero del 2018

 

Me parece el tema más agudo de estos días. Javier Barreda como ministro, la opinión de Mulder, la partida con renuncia y todo de Daniel Parodi, y al final las palabras de Alan García en persona. Caray. No hay duda de que es un tema nada simple. ¿Es que enfrentan un clivaje? En sociología, “cuando algo lleva a discrepar de la representación que los actores se hacen del sistema social o partidario en el que habitan” .

 

Ocurre que a los apristas los conozco toda mi vida. Desde los maestros “compañeros” que tuve en la secundaria común, entre otros muchos docentes politizados. Y en los estudiantes que conocí en el San Marcos de mis días, cuando eran mayoría aplastante, antes de que se formara el FER (Frente Estudiantil Revolucionario) con Max Hernández de presidente. Fue la primera vez que los derrotaban. Fue permanente la contienda por el espacio político de la Federación de Estudiantes, nos parecía trascendente. Hoy me sonrío ante tales vanidades. Pero el hecho es que yo ya era un caso perdido para el aprismo. En esos años, los partidos políticos actuaban como las empresas modernas del tiempo actual. Es decir, buscaban a los mejores. No entrabas, te llamaban. Me hice comunista. Opté acaso por la ruta más difícil, pero no me arrepiento. Aquello fue una escuela de rigor y austeridad. Cuando lo dejé, guardé hasta ahora ciertos criterios y sacrificios materiales.

Ahora bien, ante un partido entonces popular y dominante, el aprismo, rivales pero no enemigos. Nunca dejé de tenerlos entre mis amigos. Cuando estaba en el PC, y cuando ya no era militante. Cuando Velasco, nos reuníamos y discutíamos hasta la madrugada. Una actitud semejante tuvo Carlos Franco para escritos de distintas procedencias, y es por eso que Socialismo y Participación fue una gran revista. Pero pensándolo bien, creo que el respeto por los apristas me viene de más atrás. Desde la secundaria.

Había en el Perú estupendos colegios estatales. Entre ellos, el Melitón Carvajal. No solo teníamos un currículo de cursos, sino actividades deportivas, culturales, teatro, esgrima, y publicábamos un diario escolar. Sin embargo, en esos tiempos, el Ministerio de Educación vigilaba el lado político de la enseñanza. Era la era de Manuel Odría. Y había un docente llamado Alberto Rubio Fataccioli. Profesor de Historia Universal y militante aprista. Y como temíamos, llegó la hora en que Rubio fue cesado.

Protestamos. Hicimos una huelga (lo cual para nosotros era un riesgo). Por entonces, el director del Melitón Carvajal era el filósofo Julio A. Chiriboga. Nos llamó a su despacho. Sabíamos que era un profesor de universidad, y no el gran kantiano que era. Le explicamos nuestras razones. Chiriboga, con una santa paciencia, escuchaba nuestra propuesta. Buscábamos para Rubio Fataccioli al menos un reconocimiento. Una clase magistral como despedida. Chiriboga accedió y así lo hicimos. El tema fue la revolución francesa.

Fue extraordinario. Con Rubio desfilaban ante nuestro asombro, la serie de fases de lo que llamamos revolución francesa, que no fue ni lineal ni previsible. El llamado del rey, los Estados Generales reunidos (los estamentos), la Asamblea Nacional, la Convención. Rubio nos explicó los probables causales de esa revolución, el ascenso de la burguesía, el azar de las malas cosechas y el peso de los hechos económicos y sociales sobre la evolución política de las sociedades. Y también el temperamento de la plebe o “canalla” de París. Iban en masa a ver las ejecuciones con guillotina en la plaza pública. Años después, en París y en cursos muy avanzados, escuché a los discípulos del gran Braudel. Y era la continuación de lo que Rubio nos había explicado en una gran unidad escolar en Lince. Entonces creció mi admiración. Conocí a Haya de la Torre. Pero le precedía aquel profesor de secundaria.

El amable lector permitirá unas líneas de introspección. Creo que en mi imaginario a Haya de la Torre lo percibí, de joven, como alguien “imperial”. ¡Indoamérica! A Rubio, como un “jacobino”. Y con el heterogéneo grupo que reunió Carlos Delgado en el SINAMOS, acaso una “fraternidad de iguales”. Hallé un “nos”. Béjar, Francisco Guerra-García, Fico Velarde, etc.

Lo que no me impidió ocuparme del aprismo. Desde “Le Tableau des partis politiques en Amérique Latine”, publicado en Francia (1969)*. Un trabajo dentro del canon de Duverger. Cuando quise comenzar por la “ideología de los partidos peruanos”, mis directores parisinos me dijeron secamente que eso era al final. Más bien qué tipo de organización, qué recursos para las campañas, qué clases sociales, qué tipo de elites, militantes o simpatizantes. En suma, para cada partido: organización, proyecto, movilización. Lo último, la retórica. Primero lo real. Lo intento siempre, aunque algunos no lo entiendan.

Hoy, acaso los partidos ya no emanan forzosamente de masas, sino de individuos. A eso han recurrido, quizá, tanto Barreda como Parodi. Pero no deja de ser verdad que los partidos tienen reglas. No solo el aprismo echa miembros. En Francia, Edouard Philippe, actual premier con Macron, fue excluido de su partido (Les Républicains) seis meses luego de aceptar ese alto cargo. También es cierto que han surgido partidos contemporáneos de individuos, como en España: Podemos. Y juegan un gran rol en Cataluña. Técnicamente son dos vías. Los apristas sabrán cuál tomarán. Y no digo más. Por principio no intervengo en conflictos internos. Ni del aprismo ni de ningún otro partido. Y como dicen en Star Wars, que “la Fuerza los acompañe”. Siempre se necesitarán caballeros Jedi.

 

Hugo Neira
15 de enero del 2018

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