Eduardo Zapata

Cuidado con el verso

Cuidado con el verso
Eduardo Zapata
17 de noviembre del 2016

Los peligros de la poesía en los primeros años de lectura

No, tranquilos. No nos vamos a referir en esta nota al prosaico “engaño” político o amoroso. Vamos a hablar de algo más serio: la lectura en los primeros años de la escuela. Y aludir a asuntos que las metodologías de lectura suelen obviar.

“Buscaba el amanecer

y el amanecer no era.

Busca su perfil seguro

y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo

y encontró la sangre abierta”.

 

Todo amante de Lorca habrá evocado a Ignacio Sánchez Mejía. Y como hablante culto sabrá que las palabras tienen dos niveles de significación: lo denotativo y lo connotativo. La significación explícita y la significación implícita. Y sabrá, entonces, que la función poética supone el arte de la instrumentalización de la connotación. Decir más allá de lo que las palabras —en apariencia— dicen.

Vayamos ahora a la escuela, a las metodologías de lectura y a la desaprensión que estas muestran en torno a lo denotativo y a lo connotativo. Vayamos a la cantidad de versos y poemas que se ofrecen al niño en sus primeros años de escuela. El primer piso de la lectura es la certeza en la precisión de las palabras. Por lo demás, esa precisión (o imprecisión) nos habrá de acompañar toda la vida. Y volvamos entonces a los versos de Lorca: denotativamente ¿se puede buscar el amanecer? ¿El amanecer puede acaso no ser? ¿Cómo así un hermoso cuerpo puede devenir en sangre abierta?

Es claro que para una mente infantil que no se ha apropiado de la significación explícita, los versos aludidos no solo afectarán esta debida apropiación —generando incertidumbre e imprecisión— sino que aun en el terreno de la valoración poética habrán de mermar la valoración de las transmutaciones semánticas que el poema ofrece.

Será saludable, entonces, que esos primeros años de lectura sepan más de prosa que de poesía. Sepan más del rigor de la exactitud y de la precisión que de la connotación, que a edades tempranas puede generar imprecisiones en la adquisición de categorías.

Para los amantes de las ideas “principales y secundarias” no escapará a su avisada exigencia lo difícil —si no imposible— de precisar cuál es la idea principal en los versos de Lorca. Necesariamente la respuesta transitará por la función poética y estará muy alejada de la denotación.

La mayoría de especialistas conviene hoy en que a la lectura debe accederse con un previo dominio de la lengua hablada. El niño debe ser capaz de argumentar e interpelar con precisión. Para que luego el acto de leer no sea una simple re-citación —como parecen quererlo ciertos amaestramientos para pruebas—, sino un acto de auténtica producción de sentido.

Si actualmente nuestra escuela no cultiva argumentación y precisión, y parece no preocuparse de la distinción entre lo dicho y lo sugerido, quedamos condenados no solo a una mala lectura, sino librados al poder de los verseros. Y no precisamente de los poetas.

 

Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
17 de noviembre del 2016

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