Javier Agreda

Augusto B. Leguía: nuevas valoraciones

Augusto B. Leguía: nuevas valoraciones
Javier Agreda
15 de agosto del 2014

Tres libros que resaltan el gobierno del controversial ex-presidente del Perú

Hace exactamente un siglo, la figura política más importante en el Perú era Augusto B. Leguía (1863-1932), quien gobernó el país durante los periodos 1908-1912 y 1919-1930, este último denominado por los historiadores “el Oncenio”. Se le suele recordar como un dictador populista (cometió los excesos de cualquier dictador); pero también como un buen administrador que aprovechó una positiva coyuntura económica internacional: la subida de precios de nuestras materias primas a consecuencia de la Primera Guerra Mundial. A su caída, fue encarcelado y murió en prisión.

Personaje polémico por donde se le mire, Leguía está pasando actualmente por un buen momento en lo que respecta a la cambiante valoración histórica de su gobierno. Al menos así parecen indicarlo una serie de libros publicados en el último año por autores de distintas generaciones y tendencias políticas.

La historia oculta

De todos estos libros el más entusiastamente “leguiista” es Leguía. La historia oculta. Vida y muerte del Presidente Augusto B. Leguía (2013), del diplomático Carlos Alzamora (Lima, 1926), ex embajador de Perú en Estados Unidos y en la ONU. Alzamora rememora toda la vida de Leguía –desde su nacimiento en la caleta de San José (Lambayeque)– hasta su muerte “preso, pobre y martirizado”; aunque pone especial énfasis en los logros de sus quince años de gobierno. Cito el libro: “Leguía le dio al Perú por primera vez sus fronteras, le devolvió la confianza y la fe que había perdido desde la derrota frente a Chile, recuperó Tacna y Tarata, y construyó y modernizó al país como nadie lo había hecho hasta entonces”.

El saqueo olvidado

La historiadora María Delfina Álvarez Calderón centra su libro El saqueo olvidado. Asalto a la casa de Augusto B. Leguía (2013) en un episodio histórico específico: el saqueo que realizó una turba en la casa de Leguía, apenas este fue depuesto y tomado prisionero (en 1930) por los golpistas encabezados por el comandante Luis Sánchez Cerro. Álvarez Calderón reconstruye este suceso basándose en testimonios, documentos, fotografías y publicaciones de la época. A la vez analiza el contexto político y las disputas por el poder entre civilistas, demócratas, leguiístas y militares. Su conclusión es que el saqueo no fue una reacción popular ante la caída del dictador, sino “un plan organizado al detalle para sustraer documentos que comprometían a poderosos y prominentes personajes de la élite limeña de aquel entonces”.

¡Y llegó el Centenario!

El mejor momento político de Leguía coincidió con el Centenario de la Independencia del Perú. Aprovechó la oportunidad para demostrarle al mundo, y a los peruanos, que el país estaba en la ruta del progreso y la modernización. Así lo afirma el historiador Juan Luis Orrego en el libro ¡Y llegó el Centenario! Los festejos de 1921 y 1924 en la Lima de Augusto B. Leguía (2014). Orrego rememora esas fastuosas celebraciones (las ceremonias, los invitados); pero más que nada hace un recuento de cómo Leguía renovó el rostro de Lima para la ocasión, construyendo las plazas y avenidas más importantes de la ciudad: la avenida Leguía (hoy Arequipa), la avenida Progreso (hoy Venezuela), la Plaza San Martín, el Parque Universitario, la Plaza Dos de Mayo, el Parque de la Reserva, etc.

Por Javier Ágreda

Javier Agreda
15 de agosto del 2014

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