Raúl Mendoza Cánepa

Amores literarios

Amores literarios
Raúl Mendoza Cánepa
18 de febrero del 2016

Reflexión sobre el amor en la obra de Paz

Uno de los ensayos más importantes que sobre el amor se ha escrito es  “La llama doble” de Octavio Paz. Una lectura que supera todos los confines. Lamentablemente el amor ha dejado de ser un tópico literario sustantivo. Lo que el hombre ha olvidado es que con la pérdida de su sustancia se ha perdido también la conexión fundamental con la vida. Releer a Paz es recordar el peso de esa materia intemporal, que nos supera, que torna las cuitas del joven Werther en imperecederas y los trajines de la tragedia amorosa de Romeo en memorables.  Con San Agustín entendimos que el tiempo de Dios es eterno y circular, el tiempo de los hombres es mortal, una línea entre dos puntos. La literatura romántica es un pacto con la infinitud del tiempo y la trascendencia.

Pese a su importancia, el amor ya no es un tema literario relevante, tampoco lo es en el cine (donde se le disfraza de comedia ligera). La pasión amorosa que involucra una genuina y ardorosa entrega ha perdido la importancia de antaño pese a que es uno de aquellos acontecimientos que permanece al hombre. Un encuentro gobernado por el fuego amoroso, donde el alma enciende y aprieta es una representación de la eternidad.

El erotismo, dice Octavio Paz en “La llama doble”, es ceremonia y representación, no es simple sexualidad animal. Luego dice: “El sexo es el centro y el pivote de esta geometría pasional… pero la mecánica no es plena sin el contenido del alma” El amor a un cuerpo es incompleto si no involucra la fuerza interior del espíritu que vivifica. Se puede tocar la eternidad tocando los dedos de una mano, un tramo de piel. Ese es el preciso punto en el que compartimos eso que Fromm llamaba “una soledad de a deux”. El psicólogo también se refería a la insoportable sensación de separatidad que nos funde con otro ser.

Como todas las creaciones del hombre, escribe Paz, el amor es doble, “es la suprema ventura y la desdicha suprema”. Nos cuenta que Abelardo relató las peripecias de su vida bajo el título “Historia de mis calamidades”. Amó y por amar fue castrado. Señala que el amor está sujeto a las tragedias de la vida, al paso del tiempo, a la pérdida de la belleza, a la enfermedad y a la muerte. Por eso el amor es conciencia de muerte, sabe que perecerá y por eso urge de esa intensidad y promesa que lo hace regir sobre el tiempo. Desde luego, ese instante de dicha habrá de dar paso al dolor de dos criaturas mortales que se separan, pero ¿Se separan realmente? La literatura nos hace creer que no.

La clave de la pasión amatoria en la literatura es apostar contra el tiempo finito en un encuentro pese a fugaz, imperecedero. La novela y la poesía romántica siempre nos han llamado a recordar: “El tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un solo instante”.

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
18 de febrero del 2016

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