Sobre obstruccionismos y gobernabilidad

La izquierda necesita del fracaso pepekausista

La polaridad antifujimorista y el inevitable protagonismo del fujimorismo a través de su mayoría parlamentaria han velado una verdad enorme: la izquierda parlamentaria, el frenteamplismo, es una fuerza frontal de oposición al pepekausismo. En el argot legislativo debería ser calificada, sin lugar a dudas, de obstruccionista. Si el voto de investidura a favor del Gabinete Zavala no consiguió la unanimidad fue porque varios congresistas de izquierda se abstuvieron. Si en la delegación de facultades al Ejecutivo tampoco hubo unanimidad fue porque los legisladores zurdos votaron en contra.

El obstruccionismo no se percibe porque hay una mayoría legislativa que —más allá de cualquier yerro— apuesta por la gobernabilidad. Pero, ¿qué sucedería si el frenteamplismo hubiese tenido la capacidad de obstruir las iniciativas comentadas? Evidentemente estaríamos hablando de un típico caso de obstruccionismo legislativo, o, ¿no? Poner en peligro la investidura del primer gabinete de una administración y negarle la posibilidad de ejecutar su plan económico es boicot, obstruccionismo, o como se desee llamar.

¿A qué viene todo esto? A medida que avance el calendario y culmine la luna de miel del nuevo gobierno, la izquierda afilará su perfil opositor, no solo en el Congreso sino fundamentalmente en la calle. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la izquierda nacional no tiene viabilidad frente a los posibles éxitos económicos y sociales de la administración PPK. Si continuamos creciendo y reduciendo pobreza, si se consolidan y prosiguen expandiéndose las clases medias, el programa de la izquierda —que pretende derogar la nueva Carta Política, abolir el libre comercio y resucitar el Estado empresario— simplemente sonaría a una irracionalidad. No habría espacio para el actual programa del Frente Amplio.

Una tendencia de este tipo solo se modificaría si un sector de la izquierda optará por abrazar la democracia y la economía de mercado, y tomar clara distancia del chavismo bolivariano. Ahora eso no sucede y, por lo tanto, la izquierda apostará con todas sus energías por el fracaso del gobierno. Y un objetivo central será detener el aporte minero al crecimiento y la reducción de pobreza. Es el camino más fácil para lentificar el crecimiento y resucitar el discurso estatista. Por ejemplo, las ONG vinculadas al Frente Amplio han desarrollado una intensa labor en contra del megaproyecto Las Bambas en Apurímac y han vuelto a movilizar a Máxima Acuña ante la posibilidad de un relanzamiento de Conga. En otras palabras, una enorme voluntad para evitar el éxito del pepekausismo.

Ahora bien, nadie puede alegrarse de que la izquierda se empantane ideológicamente. El Perú necesita de una izquierda moderna para resolver los problemas de representación de la democracia. Sin embargo, es difícil entender el integrismo ideológico de la izquierda con respecto a los logros económicos del país. ¿Por qué se cuestiona el modelo económico que ha reducido pobreza del 60% de la población a solo un quinto? ¿Por qué no se reconoce que la expansión de las clases medias ha permitido consolidar una democracia que avanza hacia su quinta elección nacional? ¿Por qué se niega que el crecimiento económico ha derribado barreras sociales y raciales permitiendo el surgimiento de nuevos ricos de origen andino?

El triunfo nacional sobre el terror senderista y la economía de mercado de los últimos 25 años son los dos grandes acontecimientos que han unido a los peruanos. No obstante, la izquierda usa todos los argumentos para evitar la celebración. Nadie lo entiende. ¿A alguien le queda duda alguna de que la izquierda necesita del fracaso de la administración PPK para sobrevivir?

Víctor Andrés Ponce