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El militarismo alicaído

El militarismo alicaído
Víctor Andrés Ponce
21 de septiembre del 2015

¿La promoción de presidente copara las plazas divisionarias?

Las bolas tercermundistas sobre movimientos en los cuarteles y los trascendidos acerca de que cuatro generales de brigada, pertenecientes a la promoción del presidente Ollanta Humala, serían ascendidos a divisionarios de un total de seis plazas, ha resucitado temores y debates sobre la relación de las fuerzas armadas y la democracia. Si se confirman estas versiones, entonces, Humala  apuntaría a que hacia el final de su mandato la mayoría de generales de división del Ejército pertenezca a su promoción o sea de su entera confianza.

Es evidente que el protagonismo en los ascensos de la promoción Héroes de Pucará y Marcavalle 1984 a la que pertenece Humala, evoca la preponderancia que también tuvo la promoción de Vladimiro Montesinos que llegó a copar la mayoría de plazas de general de división en los noventa. Semejante comparación, pues, se presta a conjeturas y suspicacias de todo tipo.

Sin embargo todo ha cambiado radicalmente luego del ensayo montesinista. El Perú es uno de los pocos países en América Latina que tiene a un ex jefe de estado, al propio Montesinos, a generales de división, a generales de brigada y a altos oficiales, sentenciados y encarcelados. Al margen de la justeza y los delitos de las sentencias, la imagen de los recluidos, de una u otra manera, se asocia a las relaciones entre democracia y fuerzas armadas. En este contexto, ¿puede alguien pensar en una aventura autoritaria en el Perú?

De otro lado, en el fujimorato de los noventa se construyó el modelo con que los autoritarismos de América Latina, ya sea de derecha o de izquierda, secuestrarían a la democracia luego de la Guerra Fría. Y ese modelo o soft ware tiene una condición sine qua nom: el respaldo popular. Desde el chavismo en Venezuela, pasando por Correa en Ecuador, hasta Evo en Bolivia, nada funciona sin la movilización de la mayoría. Ya no hay golpe a secas. Es más, la mayoría debe expresarse en el sufragio.

Si Maduro todavía persiste en Venezuela pese a la tragedia del pueblo llanero solo se explica porque no hay mayoría abrumadora en su contra. ¿Qué cosa parecida hay en la situación del nacionalismo para siquiera considerar la posibilidad de una aventura? Las denuncias contra Palacio y la caída libre de la popularidad de la mal llamada pareja presidencial nos acercan al vacío antes que a un ensayo autoritario.

En este contexto, ¿por qué entonces el protagonismo de la promoción presidencial? Es evidente que Humala está utilizando el poder político para favorecer a su promoción con el objeto de ir creando “una retaguardia” que “lo asista” en los tiempos difíciles que se avecinan con el cambio de gobierno. Es el sueño que algún Rasputín aldeano sembró y que es absolutamente funcional a los intereses de la mencionada promoción. Más allá de esos juegos de luces y las movidas para los ascensos es difícil que exista algo más.

Algo más. Es casi seguro que los oficiales de la promoción encumbrados por Humala, apenas se produzca el relevo presidencial, enviarán todas las señales habidas y por haber que indiquen “lealtad total” con la nueva administración y pleno compromiso con la democracia. Si las cosas son así, Humala habrá gastado pólvora en gallinazo.

 

Por: Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
21 de septiembre del 2015

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