El juego de los extremos

Un sector del fujimorismo se moviliza a favor de indulto

Un sector del fujimorismo ha convocado una marcha para hoy exigiendo el indulto de Alberto Fujimori, y la izquierda se sintió en su garbanzal. La resurrección de un fujimorismo vinculado a la libertad de Fujimori posibilita que los extremos del escenario recobren iniciativa y traten de imponer sus respectivas lógicas influenciando en el Ejecutivo y el Congreso; es decir, afectando a la gobernabilidad del país.

Si estas cosas empiezan a suceder es porque PPK ha renunciado a ser el primer presidente que supere la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que ha caracterizado a la democracia peruana en los últimos quince años. Desde la jefatura del Estado, PPK podría convertirse en un verdadero artista de la nueva arquitectura republicana. Pero no quiere todavía.

Ahora bien, luego de las elección nacional, la izquierda ha intentado imponer su lógica, explotando la negativa de Keiko Fujimori de visitar a PPK. El asunto hasta hoy le ha funcionado. Quizá todo termine cuando el nuevo Congreso ejerza sus funciones. Una cosa es especular, otra diferente otorgar la investidura al Gabinete.

Pero, ¿por qué la izquierda ha convertido al fujimorismo en su némesis? Todos sabemos que la influencia del fujimorismo en los sectores populares es una densa muralla que detiene el discurso radical, tal como alguna vez lo hizo el Apra con el comunismo en el siglo XX. En este contexto, de alguna manera vale preguntarse, ¿si no hubiese habido fujimorismo la izquierda habría logrado imponer su proyecto en el Perú como lo hizo en Venezuela, Bolivia y Ecuador? Posiblemente. De allí viene entonces la virulencia del antifujimorismo izquierdista.

Ahora bien, cualquiera podría señalar que las elecciones del 2021 están demasiado lejanas. Y es verdad. Pero la izquierda está desesperada por “agudizar las contradicciones” entre el pepekausismo y el fujimorismo porque es la única manera de preservar las posiciones que ha logrado en el Estado en los últimos quince años, sobre todo durante el nacionalismo. El resurgimiento de un fujimorismo duro favorece, pues, la estrategia izquierdista.

Por ejemplo, hoy es indudable que la izquierda, en todos sus colores y tonos, está presente en el gabinete de Fernando Zavala. La continuidad en Educación y Defensa no solo nos remiten a la izquierda sino al nacionalismo más leal. ¿Algo así hubiese sido posible sin la especie de tercera vuelta que contemplamos, en la que el antifujimorista aparecía obsesionado con que la campaña continúe? Es evidente que no.

En todo caso quienes pretenden fortalecer las instituciones y consolidar la gobernabilidad deberían reflexionar en el daño que le causa al sistema político una polarización que se ha convertido en el eje de los alineamientos políticos en los últimos quince años. Y los antifujimoristas deberían ser, incluso, más cuidadosos en las evaluaciones y preguntarse: ¿en quince años de antifujimorismo, el fujimorismo se ha debilitado? Más allá de que el movimiento naranja todavía no llegue al poder, es evidente que el fujimorismo se ha fortalecido en extremo: ha participado en dos balotajes, controla la mayoría legislativa y se ha convertido en el principal movimiento político del Perú.

Pero eso no es todo. Ahora el sector más duro del fujimorismo considera que tiene “el respaldo político” para convocar a una marcha a favor del indulto de Alberto Fujimori. Si bien una medida de este tipo puede aislar al movimiento naranja de diversos sectores, es incuestionable que el fujimorismo más pétreo nunca se había atrevido a algo así. Y si salen a marchar quizá observaremos la primera gran marcha de derecha popular de los últimos tiempos. Demasiado peligroso lo de una marcha de derecha popular. Claro que todo empezó con la sistemática provocación de las movilizaciones del “No a Keiko”. Las tragedias pueden repetirse como comedias, ¿no?

Víctor Andrés Ponce