Luis Gonzales Posada

APRA: cien años

El liderazgo de haya de la Torre y la fundación del partido

APRA: cien años
Luis Gonzales Posada
07 de mayo del 2024


Martin Bergel, prestigioso académico argentino, doctor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, escribió un conceptuoso ensayo titulado “La desmesura revolucionaria”, en el que aborda los orígenes del APRA continental y señala que la agrupación forjada por Haya de la Torre fue producto del exilio.

En ese contexto, Bergel destaca que “una red desterritorializada dio vida al aprismo y a los individuos particulares que la compusieron”, expresando que “el núcleo de expatriados vivenciará la circunstancia del destierro como una oportunidad, antes que como un infortunio”. Y precisa, además, que eran “jóvenes intelectuales de vanguardia que habían sido en sus orígenes, para transformarse en un partido de masas de tipo nacional- popular, sólidamente enraizado en el Perú”.

El APRA surge de los claustros universitarios cuando en 1917, a los 22 años de edad, Haya de la Torre abandona su natal Trujillo para trasladarse a Lima a estudiar derecho en la Universidad de San Marcos. Pero antes de venir a la capital se vincula con obreros anarquistas y forma parte de la llamada “bohemia trujillana”, que agrupa a intelectuales de la talla de César Vallejo, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre, Federico Esquerre, Oscar Imaña y Carlos Manuel Cox, la mayoría de los cuales formarían parte de los primeros cuadros apristas.

Dos años después, Haya formó parte de una delegación que respaldó la huelga de los sindicatos obreros que luchaban por una jornada de ocho horas de trabajo, objetivo que consiguieron cuando el presidente José Pardo y Barreda accedió a esa petición. Luego participó en la reforma universitaria que exigía, como temas centrales, libertad de cátedra, derecho a tacha contra catedráticos incompetentes y que los alumnos estuvieran representados en el Consejo Universitario.

En 1919 Haya es elegido presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, plataforma desde donde despliega una intensa actividad. En 1920 se celebró en el Cusco el Primer Congreso Nacional, evento en que acuerdan constituir las Universidades Populares, comprometiéndose a oficiar de maestros de los obreros, primero para alfabetizarlos y luego para instruirlos en temas sociales y laborales. Ahí también deciden impulsar una campaña contra el abuso del consumo de coca y alcohol, que afectaba gravemente a la población indígena.

El 25 de octubre de 1921, en Vitarte, instituye el Día de la Planta y en febrero de 1922 recorre Bolivia, Argentina, Uruguay y Chile. Fue una gira exitosa y mi padre, Carlos Gonzales Posada, publicó un artículo en el diario El Tiempo, destacando su “brillante labor de acercamiento y comunión internacional”, agregando que “el que escribe estas líneas, con la intensa satisfacción del que ve triunfar al amigo y compañero, en la más noble y generosa lucha, por su acción y su talento, invita a todos cuantos saben apreciar el verdadero mérito, sin egoísmos ni falsías, a dar la bienvenida al glorioso colega”.

Esa gira fue determinante para proyectar el liderazgo del fundador del APRA. Berger sostiene que el periplo se desarrolló vertiginosamente porque en casi cuatro meses “el joven trujillano atravesó Bolivia, ingresó en tren al norte argentino y pasó velozmente por Buenos Aires para llegar al Uruguay, su primer destino prolongado”. Afirma, asimismo, que se entrevistó con el presidente argentino Hipólito Irigoyen y que “en todas partes fue convidado de honor en actos que pueden leerse como una suerte de rituales de bautismo en su condición de joven líder. En Montevideo el Centro Ariel le brinda un cálido agasajo en el que también su afamado presidente, Carlos Quijano, pronuncia un encendido elogio de su persona”.

Luego agrega que Gabriel del Mazo diría en sus memorias “quedamos prendados de su irradiante simpatía. No lo dejábamos irse”. Y en Chile, abogó por la unidad entre ambas naciones. El diario El Mercurio de Valparaíso – apunta Berger - “llegaría a decir que Haya de la Torre ha operado el prodigio de lanzar vítores al Perú en Chile”, a la vez que rechazó una nueva guerra entre los dos países “porque solo traería destrucción y muerte, especialmente para obreros y pobres, que son quienes entregan sus vidas en los campos de batalla”.

Un año y dos meses después de la gira, se producen los sucesos del 23 de mayo, fecha en que estudiantes y obreros protestan ante el intento del presidente Leguía y de monseñor Lissón, arzobispo de Lima, de consagrar el Perú al Corazón de Jesús. Los jóvenes consideraban que ese proyecto atentaba contra el principio de la libertad religiosa y de la separación entre la Iglesia y el Estado, banderas de las juventudes liberales de Latinoamérica.

Ese día se realizó una asamblea en el Salón General de la Universidad de San Marcos. La gendarmería cercó el recinto, pero ya habían ingresado docenas de universitarios y obreros, pero no Haya de la Torre, que lo hizo por la puerta del Gimnasio Universitario, que da acceso a la calle Sandia, para luego “escalar los techos, eludiendo el control policial, y hacer su ingreso por el observatorio de la Facultad de Ciencias”, como recuerda mi padre que estuvo a su lado, en un artículo publicado en el diario La Noche del 23 de mayo de 1931. Culminada la Asamblea, Haya se encarama en la histórica pileta sanmarquina y arenga a los estudiantes a recorrer las calles de Lima para distribuir su manifiesto. Mueren de bala un estudiante y un obrero, Absalón Alarcón y Salomón Ponce, cuyos cadáveres son rescatados de la morgue y trasladados a la vieja casona de San Marcos.

En la tarde del 25 de mayo los féretros son trasladados al cementerio Presbítero Maestro. La multitudinaria marcha, estimada en treinta mil personas por el diario La Crónica, fue encabezada por el rector Manuel Vicente Villarán y el cuerpo de decanos. En el camposanto, Haya inicia su discurso con el mandamiento bíblico: “No matarás”.

De ahí en adelanté, su vida fue un vértigo. Haya era buscado por la policía por respaldar una huelga de la Federación Obrera por mejoras salariales. Es apresado en el domicilio del reverendo John A. Mackay, escritor presbiteriano, director del Colegio Anglo-Peruano, donde enseñaba. Conducido primero a la fortaleza del Real Felipe y luego a la Isla San Lorenzo, se declara en huelga de hambre y el gobierno decide, el 9 de octubre, desterrarlo a Panamá. De ahí se dirige a Cuba y luego a México, a solicitud de José de Vasconcelos, secretario de Educación. Fue ahí, el 7 de mayo, en una sala del recinto universitario, donde entrega a la juventud de ese país la bandera indoamericana, que simboliza el nacimiento de la Alianza Popular Revolucionaria Americana.

Han pasado cien años desde esa fecha y el aprismo resiste el transcurso del tiempo, porque es una agrupación que amalgama ideología, doctrina, historia y una visión política que se resume en dos palabras: pan con libertad.

Luis Gonzales Posada
07 de mayo del 2024

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