¿El gobierno del equilibrio?

Consecuencias del voto de investidura ministerial

El desliz del ministro de Economía, Alfredo Thorne, acerca de que algunos funcionarios del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) reportaban directamente a Nadine Heredia y la distancia que asumieron de este señalamiento Fernando Zavala, presidente del Consejo de Ministros, y el propio jefe de Estado, revelan la complicada situación de la nueva administración. Pero eso no es todo. PPK invitó a desayunar al ex titular de Economía, Alonso Segura, en evidente acto de desagravio.

La historia de este resbalón tiene su origen en un asunto directamente vinculado con la gobernabilidad. La mayoría fujimorista del Legislativo, antes de conceder el voto de investidura al Gabinete Zavala, exigió que el Gobierno explique la situación en que encontró el país. Y entonces hubo un desfleme que nos notificó que, en cuanto a institucionalidad, economía y política social, la pasada administración era un desastre. La pisada de cáscara de plátano de Thorne genera la impresión de que hubo exceso en el golpe al nacionalismo y, entonces, el periodista antifujimorista se pregunta si era necesario allanarse a las exigencias de Fuerza Popular.

Quizá habría que empezar por entender que la nueva administración PPK no puede gobernar en contra la mayoría de Fuerza Popular, al igual que el fujimorismo tampoco puede legislar en contra del nuevo Gobierno. Imaginar un escenario con choques entre Ejecutivo y Legislativo y una posible disolución del Congreso solo puede revelar el delirio de alguien que ha convertido el antifujimorismo en un evangelio.

La reacción de PPK y Zavala parecen reflejar la voluntad de corregir el yerro de Thorne, pero también la intención de reajustar el posicionamiento del Gabinete luego de la jornada parlamentaria en que se otorgó el voto de investidura. Quizá alguien esté pensando que hubo demasiado acercamiento a la mayoría naranja y que se agrandan las distancias con el antifujimorismo que respaldó en la segunda vuelta. A algunos les asusta ubicarse en el centro, entre el antifujimorismo y la mayoría legislativa fujimorista.

Si ese fuese el razonamiento en la administración PPK, entonces, no habría un déficit de política, sino ausencia de ella. No se puede ser equilibrista con la gobernabilidad, porque es un mandato de la Carta Política y de los resultados de los comicios nacionales. Los acuerdos se hacen con los actores que pueden garantizar el funcionamiento de las instituciones. Imaginar una administración PPK al margen de claras convergencias con el fujimorismo es ignorar cómo funciona la democracia y cuáles son los requisitos para el éxito del nuevo gobierno.

El problema de fondo, como ha sostenido el profesor Hugo Neira, es que el territorio mediático del antifujimorismo no puede leer lo que ha sucedido con el casi unánime voto de investidura a favor del Gabinete Zavala. En el Congreso no hubo sangre sino acuerdo, y semejante situación aterra y molesta a muchos. Y es que, poco a poco, iremos desvelando que el establishment que ha surgido en los últimos quince años tiene un programa común: el anti. El antiaprismo de ayer ha mutado en antifujimorismo de hoy, pero todo parece indicar que la vida en democracia y el ejercicio de las libertades adelgazará el anti que ha envenenado la democracia en todos estos años.

Víctor Andrés Ponce