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Control de daños pepekausista

Control de daños pepekausista
Víctor Andrés Ponce
19 de octubre del 2016

Medidas de PPK no son suficientes

Con la autorización para legislar dada al Ejecutivo comenzaron a saltar todas las tuercas flojas del oficialismo: desde los “Moreno-audios”, pasando por la renuncia de los consejeros presidenciales, la muerte de un ciudadano y los 20 policías heridos —que terminaron con la paralización de Las Bambas, el megaproyecto que aporta 1.5% al PBI—, hasta los forcejeos dentro de la bancada oficialista.

Ante el desmadre, el jefe de Estado retorna anunciando un plan de control de daños: muerte civil para los corruptos, reorganización del despacho presidencial, auditoría a los entornos ministeriales, entre otros. Y también un respaldo a la policía en Las Bambas, una manera clara de enmendarle la plana al titular de Interior. Bien por PPK y la administración actual. Bien, pero absolutamente insuficiente.

El control de daños no puede estar dirigido solo a detener una volátil caída en las encuestas, sino también debería organizar al Ejecutivo para una guerra, porque el nacionalismo ha dejado un territorio de guerra en el Estado luego de su devastador paso por el poder. Si PPK y los ministros siguen creyendo que “salvo la media todo es ilusión” el control de daños solo postergará algunos días las inevitables explosiones.

Por ejemplo, ¿qué va a hacer la administración pepekausista con el déficit fiscal y la caída de la recaudación? El debate parece ser ajustar o acrecentar la deuda pública y, en cualquier de esos escenarios, hay riesgos. De allí, por ejemplo, que el presidente del Consejo de Ministros (PCM), Fernando Zavala, debería convocar a la oposición, sobre todo a la mayoría legislativa, para explicar el tema y buscar caminos de convergencia. Finalmente el desastre nacionalista y de Alonso Segura (que se atreve a dar consejos tributarios en artículos bien perpetrados) le pudo haber tocado al fujimorismo. Y los desafíos y retos habrían sido los mismos. El asunto económico, pues, debería emprenderse con mayor respaldo político.

En cuanto a la seguridad ciudadana, el titular del Interior, Carlos Basombrío, quien venía haciendo bien las cosas (ya se notan ciertos cambios en el centro de Lima y San Juan de Lurigancho, por ejemplo), borró todo lo bueno con la mano izquierda. En un acto surrealista pareció renunciar al despacho de Interior y empezó a culpar a los pobres policías de la muerte de Quintino Cereda en Las Bambas.

Sacó el cuerpo, un gesto que merece fotografiarse para la posteridad, y encima asumió todo el discurso del radicalismo: “criminalización de la protesta” y demonización de la empresa privada. El martes por la mañana, el propio PPK parecía corregir a Basombrío. El jefe de Estado reconoció la justeza de los reclamos de los pobladores en Las Bambas, se comprometió a trabajar para solucionarlos, pero señaló que se debe apoyar a la policía que trabaja en las alturas. Además agregó una frase lapidaria: la policía debe recibir órdenes claras, algo que aparentemente no existió. Más claro no cantan los gallos.

Basombrío tiene que hacer algo con urgencia para rectificar el yerro, de lo contrario aquí va una predicción: los conflictos sociales, las mesas de diálogo y “la criminalización de la protesta” acabarán con las cosas buenas de su gestión y él enfrentará el dilema de la renuncia o someterse al control político del Parlamento.

Pero el personaje que guarda silencio mientras las cañoneras del radicalismo empiezan a apuntar hacia él es el propio Zavala. El resultado natural de “la criminalización de la protesta” y los errores en Las Bambas es la parálisis de los envíos de cobre y la exigencia de que PPK o el propio PCM viajen a la zona.

Zavala tiene que reajustar sobre la marcha el estilo de su gestión y empezar a convertirse en un jefe de gobierno. Por ejemplo, ¿quién se toma el café y paga los platos rotos dentro del Consejo de Ministros por la resbalada en Las Bambas? Que paguen dos pobres coroneles es asunto para las tribunas, pero resolver el problema de la gobernabilidad pasa por detectar el yerro y reajustar la administración del poder.

Si Zavala no se convierte en un verdadero jefe de gobierno —al mejor estilo del parlamentarismo—, a medida que transcurra el calendario sus posibilidades de éxito en la gestión se minimizan. El PCM debe ser consciente de esa realidad en medio de tanto ministro que parece prepararse para una candidatura presidencial.

 

Víctor Andrés Ponce

 

Víctor Andrés Ponce
19 de octubre del 2016

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