La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Yonhy Lescano y Verónika Mendoza, los dos candidatos antisistema, empezaron sus respectivas campañas electorales declarando su admiración por el modelo boliviano de Evo Morales y del partido Movimiento de Acción al Socialismo (MAS). Lescano habló del “modelo boliviano” de explotación del gas, mediante el cual las empresas solo reciben pagos por explorar y explotar el gas (no son dueñas del commodity).
En el acto, diversas opiniones señalaron que el modelo altiplánico de explotación del gas era la causa de que en Bolivia no haya exploraciones, por lo que agotarán sus reservas en menos de una década. De otro lado, se precisó que, el país altiplánico –no obstante tener la misma extensión territorial del Perú y enormes posibilidades en recursos naturales– solo tenía un PBI de US$ 40,000 millones y un PBI per cápita que apenas sobrepasaba los US$ 3,000. Es decir, Bolivia –antes de la pandemia– apenas tenía la cuarta parte del PBI peruano y menos de la mitad del ingreso per cápita nacional, sin considerar los elevados déficit fiscal y deuda pública del país altiplánico.
Sin embargo, la candidata Mendoza no solo defendió el modelo boliviano, sino que puso las manos al fuego por el creciente autoritarismo de Evo y el MAS. Con respecto al encarcelamiento de la ex presidente de Bolivia, Jeanine Añez, acusada de perpetrar “un golpe de Estado” contra Morales, Verónika sostuvo que “ese golpe estaba fuera de duda”. ¿En qué basa esa afirmación? ¿Acaso en el Perú algunos pueden defender sin sonrojarse la persecución política y el encarcelamiento de opositores en países vecinos?
La candidata Mendoza, que empezó su campaña electoral con un encuentro binacional con Morales, debería saber que el ex presidente boliviano, luego de las penúltimas elecciones nacionales en febrero del 2016, se vio obligado a renunciar por las masivas protestas populares en contra de un evidente fraude electoral. En estas elecciones Morales tentaba la reelección por cuarta vez, no obstante que estaba impedido por la propia Constitución que él mismo había redactado.
Desarrollemos una cronología de los hechos. Para consolidar su proyecto autoritario, Morales echó mano del instrumento preferido por todos los dictadores latinoamericanos: el referendo. Sin embargo, el autócrata boliviano perdió la elección. Ante esta adversidad, Morales recurrió al Tribunal Supremo Electoral para que aceptara la cuarta postulación. En los regímenes autoritarios estos tribunales están controlados por el oficialismo, y entonces, se aceptó la candidatura del autócrata.
Durante esas irregulares elecciones, controladas por el oficialismo, la oposición denunció un fraude evidente. El motivo: Morales y el MAS desarrollaron las conocidas maniobras de la izquierda latinoamericana y pretendieron evitar la segunda vuelta con la oposición que, de todas maneras, iban a perder por la unidad a gestarse en el gran arco opositor.
Las denuncias sobre el fraude fueron tan consistentes que hasta la OEA le dio la espalda a Morales. Ante estos hechos, y con las masas en las calles, el autócrata tuvo que renunciar. La renuncia fue aceptada por la Asamblea Legislativa Plurinacional (controlada en dos tercios por el MAS) y luego fue ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), igualmente dominado por el partido gobernante. Ante la contundencia de los hechos, renunció Álvaro García Linera, vicepresidente de Evo. En este contexto, la Constitución establecía que la jefatura de Estado recaía en la presidencia del Senado; es decir, en Jeanine Áñez.
En otras palabras, la transición constitucional fue impecable de acuerdo a la propia Constitución que Morales había mandado a redactar a su imagen, semejanza e intereses. Ni en la Asamblea Legislativa ni en el TSJ nadie habló de golpe de Estado. ¿Cómo entonces Mendoza puede justificar la persecución y encarcelamiento de la oposición?
Luego de las últimas elecciones, en las que el MAS retornó al Ejecutivo con la presidencia de Luis Arce, Evo Morales ha retomado el control del poder y ha empezado a perpetrar una venganza política contra la ex presidenta Áñez. Pero no solo se trata de una vendetta; en realidad, contemplamos el endurecimiento del régimen boliviano, camino a convertirse en una autocracia equivalente a las de Venezuela y Nicaragua.
Y en el Perú hay candidatos que defienden este modelo.
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