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La candidata Verónika Mendoza, de Juntos por el Perú, si bien es calificada de “progresista” en un artículo de The New York Times en español y en otro despacho de Granma, diario oficial del Partido Comunista Cubano, empezó su actual campaña recibiendo el respaldo directo de Evo Morales, luego de que el autócrata retomara el poder en Bolivia y encarcelara a la ex presidente constitucional, Janine Añez. Y está de más señalar las diversas señales que el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y la propia candidata han enviado, para también dejar en claro la alianza de Caracas con la candidata peruana de izquierda.
Si existe alguna duda, en un reciente video Camila Vallejo, diputada del Partido Comunista de Chile, y Pablo Iglesias, de Podemos de España, entre otros líderes, partidos, y movimientos comunistas de Iberoamérica, respaldan abiertamente la candidatura de Mendoza. Y si se trata de despejar la menor brizna de duda vale señalar que Mendoza es recibida y participa en reuniones con los principales líderes de Estado del eje bolivariano.
En este contexto, la idea de “una candidata progresista” solo puede ser considerada como parte de la estrategia bolivariana que busca dorar la píldora a las clases medias peruanas con respecto al contenido colectivista y estatista del plan de gobierno de Mendoza. Bajo el rótulo de progresista pasa toda la artillería ideológica del neomarxismo alrededor de la economía de mercado, la propiedad, los temas de género, el medio ambiente, el lenguaje y la libertad individual. Con esta envoltura, un comunista se autodenomina progresista e incluso se puede reclamar liberal.
Si se duda de las ideas y los debates ideológicos, entonces, basta observar el plan de emergencia de Mendoza, que se propone gastar S/ 60,000 millones solo en este año, cuando, virtualmente, el Estado está quebrado por el déficit fiscal y la deuda pública. El objetivo es simple: estirar el gasto hasta el límite, quebrar el Estado y desatar una ola de estatizaciones en el Perú.
Si bien Verónika Mendoza no es una política con una formación ideológica vasta, como la de los viejos líderes de la izquierda, es incuestionable que, después de las figuras de Hugo Blanco, Javier Diez Canseco y Manuel Dammert, entre otros, ella puede ser considerada la más orgánica y vinculada a la doctrina colectivista y comunista.
Entre la candidatura de Mendoza y la de Ollanta Humala en el 2006 y el 2011 existe la distancia sideral de la ideología. Humala representaba el impulso populista y nacionalista sin el cemento ideológico comunista. Mendoza es el fierro y el cemento de la ideología, la relación orgánica con los comités centrales del eje bolivariano, pero con discurso progresista y edulcorado. En cualquier caso, el mismo gesto de Hugo Chávez antes de aplastar a las instituciones y centralizar el poder en Venezuela. El autócrata venezolano juraba a los cuatro vientos que iba a respetar la propiedad privada y la economía de mercado en el país llanero.
El Perú asiste, entonces, a una elección en donde una candidatura de izquierda, con gran densidad ideológica, aparece envuelta en ropaje progresista y con cierto predicamento en las clases medias y los medios. Una candidatura más densa en su afán de colectivizar la economía que los populismos que solemos contemplar cada cierto tiempo, como parte de la desinstitucionalización general de la República: desde Podemos en el Congreso hasta la candidatura tropical de Yonhy Lescano.
Y cuando hay densidad ideológica colectivista y comunista, “salvo el poder todo es ilusión”. Así lo han dejado en claro los comunistas de España, de Chile y nos revela la tragedia humanitaria en Venezuela.
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