Editorial Política

Unidad nacional: ¡Un 28 de julio diferente a los dos previos!

Convocar al sector privado, las Fuerzas Armadas y las iglesias

Unidad nacional: ¡Un 28 de julio diferente a los dos previos!
  • 27 de julio del 2020

El presidente Vizcarra hoy se presentará ante el Congreso para dar el último Mensaje a la Nación del periodo constitucional que debe completar, tal como lo establece la Constitución Política. Y lo hará en medio de la peor crisis que ha enfrentado la República en los últimos cien años, no solo por el avance letal de la pandemia del Covid-19, sino también por la megarrecesión que se fagocitará más del 15% del PBI, destruirá más de tres millones de empleos y arrojará a un tercio de la población debajo de la línea de la pobreza.

Al margen de las responsabilidades de esta tragedia nacional, es evidente que los hechos describen a un país devastado por una guerra convencional. Una letalidad de la pandemia que sobrepasa los 20,000 decesos y un aparato productivo semidestruido son las instantáneas que grafican un Perú remecido por la crisis. En semejantes situaciones, todos los estadistas de la historia y las élites responsables de cualquier sociedad solo han echado mano de una estrategia: la unidad nacional.

Considerando la guerra política que se desató luego de las elecciones del 2016, que ha originado sectores derrotados y excluidos en medio de una terrible judicialización de la política, hablar de unidad nacional parecen ser palabras que se llevará el viento. La continuidad de la guerra política es un impulso que, por momentos, no solo parece provenir del Ejecutivo –el principal responsable de esta situación–, sino también de sectores de la oposición. Sin embargo, en medio de la devastación, solo queda la posibilidad de la convergencia nacional para evitar mayores sufrimientos a nuestro pueblo, sobre todo a los pobres.

Pero, ¿qué significa hoy apostar por la unidad nacional? En primer lugar, acabar con el argumento de “la reforma política de la Constitución”, que se ha convertido en el campo de batalla principal de toda la feroz guerra política. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que todas las reformas constitucionales y políticas que perduran son aquellas nacidas del consenso, de los pactos. La reforma constitucional o la redacción de una nueva Carta Política sin consenso solo se produce con ejércitos de ocupación, tal como pasó en Japón y Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial. Desde este portal nunca entenderemos cómo algunos se prestaron al juego de “la reforma constitucional”, que terminó bastardeando nuestra Constitución.

Si se abandona la guerra por “la reforma constitucional”, en el acto los actores del Ejecutivo y del Congreso abandonarán los populismos, que promueven normas y leyes irresponsables con el modelo institucional y económico con el solo objeto de ganarse el favor popular y posicionarse en las batallas futuras. El populismo y la demagogia son los hijos directos de la reciente guerra Ejecutivo versus Legislativo.

En este escenario, todos los actores políticos despejarán las mentes para pensar en cómo salir a enfrentar el sufrimiento de nuestro pueblo. Y si se trata de ayudar, lo primero que se debe reconocer es el fracaso general del Estado en sus niveles de gobierno central, regional y local. El Estado se ha convertido en el territorio de las burocracias, la indolencia y la frivolidad, en medio del avance de la letalidad y la pobreza.

De allí que una decisión de convocar a la unidad nacional pasa por reconocer que los tres principales protagonistas para arrinconar la pandemia y la recesión son el sector privado empresarial –la columna que hoy sostiene a la sociedad–, las Fuerzas Armadas y las iglesias. Los mencionados actores combinan recursos, gerencia, posibilidades de solidaridad, férrea organización y posibilidades masivas de organización y movilización.

Paradójicamente el fracaso en contener la pandemia y evitar el agravamiento de la recesión coincide con la negativa del Gabinete Zevallos de otorgar mayor protagonismo al sector privado, a las Fuerzas Armadas y las iglesias en la lucha contra los flagelos nacionales. El Ejecutivo, el Congreso y el nuevo Gabinete, entonces, tienen la posibilidad de convocar a la unidad nacional para evitar mayor dolor para nuestro pueblo.

Si la guerra persiste es seguro que habrá nuevos vencedores y vencidos. Pero todo será pasajero, mientras el sufrimiento de nuestro pueblo se agrava a niveles no imaginados.

  • 27 de julio del 2020

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