Editorial Política

Un momento límite para la República

Crisis institucional y política, y crisis económica y social

Un momento límite para la República
  • 25 de octubre del 2020

Si consideramos que en Argentina diversas empresas multinacionales anuncian su retiro del país gaucho por la política económica del presidente Fernández; que el MAS, partido de Evo Morales, regresa al poder en Bolivia con abrumadora votación, y también la incertidumbre que desata el plebiscito en Chile, es incuestionable que la experiencia republicana en el Perú enfrenta un momento límite. Una suma de yerros internos, con un contexto internacional adverso, nos indica que los peruanos tendremos que decidir si persistimos o no en el camino de libertades económicas y políticas que iniciamos tres décadas atrás.

Por primera vez desde las reformas económicas y sociales de los noventa –que cancelaron el estado-empresario, la regulación de precios y mercados y el proteccionismo en el comercio internacional–, hoy la crisis económica se entrecruza con las institucional, política y social, todas en niveles sin precedentes. La administración Vizcarra ha puesto a la República al borde del abismo.

Nuestra Constitución ha sido maltratada con las reformas promovidas por el referendo a tal extremo que hoy se ha constituido quizá el peor Congreso de nuestra historia republicana, por la prohibición de la reelección parlamentaria. La ausencia de un Senado y el impedimento de desarrollar campañas privadas en radio y televisión destruyen el sistema político del país.

A estos lamentables resultados institucionales tenemos que sumar la peor megarrecesión del último siglo en el país, que destruirá por lo menos el 15% del PBI, acabará con cerca de siete millones de empleos, arrojará al 30% de la población debajo de la línea de pobreza, generará un déficit fiscal del 10% del PBI e incrementará la deuda pública a cerca del 40% del PBI. En otras palabras, deterioro institucional, político, económico y social junto a descréditos de la jefatura de Estado por las denuncias en contra del presidente Vizcarra y del Congreso, por la irresponsabilidad y populismo de la mayoría de sus integrantes.

La descripción de los hechos se parece a una película de terror, más aún cuando el Perú se embarca en una campaña electoral hacia el 2021 para elegir Ejecutivo y Congreso. Con la pérdida de empleo y la destrucción de gran parte del sector privado, ¿acaso no es el momento propicio para el populista, para el caudillo carismático, que suele ofrecer el oro y el moro, prometer el Paraíso en la tierra, con tal de conseguir el voto de los incautos? Es parte de la gran tradición latinoamericana.

Sin embargo, como suele sostener el economista Carlos Adrianzén, colaborador de este portal, cuando el Perú toca el abismo, generalmente logra evitar el precipicio y saltar hacia adelante. Sucedió con la hiperinflación y el terrorismo de los ochenta y diversos acontecimientos a lo largo de nuestra historia republicana. De otro lado, el Perú tiene una tradición antiestatista porque el velascato de los setenta, en realidad, fue la primera experiencia economista y chavista, y desató la misma tragedia humanitaria que hoy contemplamos en Venezuela.

Asimismo, una de las grandes debilidades de nuestro modelo podría convertirse en una fortaleza para enfrentar la amenaza populista: la informalidad. El crecimiento de la informalidad es la desobediencia civil frente a un Estado sobrerregulado y a un sistema impositivo que expropia la propiedad de los peruanos, pero que no entrega servicios mínimos. En otras palabras, es la respuesta de la mayoría de peruanos ante el estatismo, ante el crecimiento del Estado y el colectivismo. 

Si en la campaña electoral en curso los candidatos y los actores se proponen representar ese mundo emergente y criticar frontalmente al actual Estado, es evidente que se reducirá el margen de maniobra de la demagogia y el populismo. Y a pesar de las reflexiones o especulaciones, es evidente que la República del Perú enfrenta una disyuntiva límite: o persistimos en el camino iniciado tres décadas atrás o avanzamos hacia un precipicio que nos llevaría a la tragedia humanitaria de Venezuela. Los peruanos estamos precisamente en esa línea que separa la superficie conocida del abismo insondable.

  • 25 de octubre del 2020

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