La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El reciente informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la situación de los Derechos Humanos en el Perú es una especie de relato general sobre el cual las izquierdas pretenderán construir narrativas sectoriales. O también se podría sostener que es un relato general que integra todas las narrativas que las izquierdas desarrollan en diversas áreas. Si los sectores democráticos que defienden el Estado de derecho y el equilibrio de poderes no comprenden el trasfondo del reciente informe de la CIDH, entonces el Perú volverá a enfrentar una polarización igual o parecida a la que padeció en las últimas tres décadas y que, finalmente, llevó a la elección de Pedro Castillo.
El informe de la CIDH construye la teoría acerca de que el Perú viola los derechos humanos, y desliza la posibilidad de masacres y ejecuciones extrajudiciales. Ademá, de una u otra manera, señala que el ataque a aeropuertos y comisarías, así como el bloqueo de carreteras para quebrar la economía y desabastecer a las ciudades, son una expresión de la legítima protesta social de sectores que padecen la exclusión y la marginación del “sistema económico extractivista”.
Si esta fuese la narrativa que asumiera la sociedad, que se convirtiera en una política estatal –tal como sucedió con el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación– es incuestionable que el Estado habría perdido la prerrogativa del uso constitucional de la fuerza pública. Bajo estos criterios, las olas insurreccionales que se desataron luego del golpe de Pedro Castillo inevitablemente habrían triunfado, y habrían instalado una asamblea constituyente en el Perú.
De allí la enorme importancia de no solo cuestionar las conclusiones del informe de la CIDH sobre las supuestas violaciones de Derechos Humanos, no solo de evitar un nuevo ciclo de judicializaciones de los civiles y militares que defendieron el Estado de derecho, sino también de construir una teoría y una narrativa sobre los Derechos Humanos en debate frontal con las corrientes comunistas y progresistas.
Las izquierdas se autoproclaman defensoras de los Derechos Humanos con el claro objetivo de erosionar el uso constitucional de la fuerza pública en la defensa del Estado de derecho; es decir, con el claro objetivo de erosionar el único sistema que ha defendido los Derechos Humanos en la historia moderna.
Las izquierdas comunistas y progresistas consideran que los Derechos Humanos pueden existir al margen de los sistemas políticos. Sin embargo, vale recordar que en los últimos dos siglos, el único sistema que ha encumbrado a los Derechos Humanos como eje fundamental en la sociedad es el de los países que tienen Estado de derecho: sistema de instituciones que controlan el poder y se equilibran entre sí. Muy por el contrario, la experiencia del comunismo en el planeta ha embutido los cementerios con más de 100 millones de muertos, el nazismo con cerca de 10 millones, los regímenes fundamentalistas religiosos y los chavismos latinoamericanos han desencadenado millones de refugiados en el planeta.
En el debate con las izquierdas comunistas y progresistas, entonces, un demócrata debería plantear una pregunta capital: ¿cómo se defienden los Derechos Humanos al margen de informes, proclamas o declaraciones? Y si no hay una respuesta clara, la siguiente pregunta debería ser ¿cuál es el único sistema político en el que se defienden los Derechos Humanos y la vida como valores supremos?
No hay posibilidad de que el comunista y el progresista eluda la respuesta porque no tiene alternativa que mostrar. Enseguida quedará absolutamente claro que la defensa del Estado de derecho no solo proviene del debate de las ideas, del ejercicio del sufragio ciudadano, sino también del uso constitucional de la fuerza pública. Quedará en evidencia que todos los sistemas de Estado de derecho en la historia de la humanidad tuvieron que ejercer el uso constitucional de la fuerza pública e, incluso, desarrollar guerras civiles para preservar el único sistema que defiende los Derechos Humanos y la vida.
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