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Ayer renunció el ministro de Economía, David Tuesta, ante el preocupante manejo político de la huelga de transportistas del Gabinete Villanueva, a través del titular de Transportes, Edmer Trujillo. Al cierre de esta edición se conoció que el Ejecutivo había aceptado devolver a los transportistas el 53.6% del Impuesto Selectivo al Consumo —alrededor de 80 céntimos por galón— y que el Consejo Nacional de Transporte Terrestre (CNTT) había suspendido la huelga nacional que iba a iniciar hoy.
Algo más: con respecto a la revisión de los contratos de peajes, la propia CNTT informó que el asunto se seguiría discutiendo porque la dirigencia gremial había recibido un documento que demostraba que los peajes en el Perú no eran más caros que en Chile. ¿Qué le parecen estas noticias, amigo lector? Un Estado, un Gobierno, un Ejecutivo, que discuten su política tributaria con una dirigencia gremial que amenaza con una huelga. Un Ejecutivo que acepta revisar contratos tutelados por la Constitución y los convenios internacionales, con el objeto de evitar una presión gremial. Así estamos en el Perú.
Hoy todo parece indicar que el gobierno de Vizcarra comienza a parecerse a una nave a punto de encallar. Y en medio de estas terribles señales, la renuncia de Tuesta a la cartera de Economía.
Desde este portal siempre hemos criticado el proyecto de “paquetazo” que implicaban las medidas impulsadas por el ministro Tuesta: se buscaba seguir gravando al pequeño sector de ciudadanos y empresas formales que tributan, al margen de una reforma tributaria integral que incluya gradualmente a todos los regímenes en uno solo. Una reforma que amplíe la base tributaria y avance en la solución de uno de los problemas principales del país: la existencia de una economía formal y otra informal. En ese contexto, criticamos el incremento del ISC porque era una manera rápida de hacer caja, pero que iba a generar zonas grises en la economía, acrecentando la informalidad y el contrabando.
En este portal, pues, éramos extremadamente críticos de la orientación de Tuesta. Sin embargo, el retroceso del Ejecutivo en su política tributaria y la facilidad con que se acepta revisar los contratos de peaje —ante la presión gremial de los transportistas— simplemente estremece a cualquiera. No solo se demuestra una fragilidad y una debilidad extrema, sino que se alienta a todos los movimientos antisistema a persistir en las estrategias que buscan desmontar las políticas de mercado y bloquear las inversiones. En los próximos días no será nada extraño que el Ejecutivo vuelva a doblegarse ante el radicalismo magisterial, que pretende destruir todas las políticas meritocráticas en la escuela pública.
La renuncia de Tuesta en medio de estas sombrías señales es lo peor que puede sucederle al actual Ejecutivo. Sobre todo porque el Gabinete Villanueva —tal como lo sostuvimos en este portal— resulta un verdadero “Frankenstein económico”, en el que convive un ala de ministros proinversión junto otro claramente anti inversión, de corte populista, estatista e, incluso, claramente antisistema. En este escenario, el optimismo que han desatado las buenas relaciones Ejecutivo-Legislativo —y que, en gran parte, explica el posible crecimiento entre 5% y 6% para abril y mayo— simplemente podría esfumarse.
El presidente Vizcarra, luego de la renuncia de Tuesta, tiene la urgente responsabilidad de enviar claras señales a los mercados y los actores económicos, informando quién será el nuevo titular de Economía. Y las demandas son claras: se necesita un profesional de trayectoria que entienda qué significa relanzar el crecimiento; un objetivo imposible de conseguir si no se relanza la inversión privada, que ha venido cayendo sostenidamente en los últimos cuatro años. Igualmente, a estas alturas, es imposible seguir manteniendo el ala ministerial anti inversión, que parece jugar abiertamente con las fuerzas antisistema que pretenden desmontar la economía de mercado a punta de amenazas de huelgas y bloqueos de carreteras.
En cualquier caso, si el presidente Vizcarra no reacciona con prontitud, de una u otra manera, dejará en claro que ya llegó a su techo. Un techo que comienza a revelar falta de visión de país y nervio político para navegar en el mar encrespado de la política nacional.
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