La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El presidente Castillo y su entorno más cercano no encontraron a la persona que se atreviera a asumir la presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y producir un cambio total del Gabinete en el preciso momento en que el Ministerio Público avanza en sus investigaciones en contra del jefe de Estado y el desgobierno del país se generaliza.
Diversos trascendidos señalan que políticos vinculados a Alianza para el Progreso y al pasado gobierno de PPK fueron consultados para asumir varias carteras. Pero nadie aceptó ni hubo alternativa para la PCM. Semejantes versiones parecen verosímiles, sobre todo si analizamos el remozamiento parcial del Gabinete. Castillo y su entorno pretendían correrse más al centro quizá para salvarse del naufragio que se ha desatado por jugar a la izquierda y la revolución.
Por ejemplo, la presencia de Kurt Burneo en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) merece analizarse. Si bien se trata de un hombre de izquierda, es conocida su obsesión por la disciplina fiscal. De allí que, luego de asumir el cargo, señalara la necesidad de crear certidumbres, seguridad, para que fluya la inversión privada y se genere empleo. En cuanto a los bonos que gusta regalar el Ejecutivo precisó que van, pero con focalización en los más pobres. Con Burneo en el despacho, ¿el MEF recuperará el protagonismo perdido frente al sector Trabajo, que ha comenzado a destruir la economía con sus decretos laborales? Ver para creer.
La presencia de Miguel Ángel Rodríguez Mackay sorprendió a tirios y troyanos por su conocida posición en contra del chavismo y la influencia del eje bolivariano en la diplomacia nacional. Alejandro Salas parece tener criterios diferentes en contra de la llamada Agenda 19 del Movadef y Betssy Chávez que buscan colectivizar las relaciones laborales y destruir el proceso de inversión privada. Parece evidente, pues, que la mayoría de los cambios no provinieron –excepto la presencia de Chávez en el sector Cultura– de la izquierda comunista ni de los sectores progresistas.
¿Qué revelan entonces estos retoques al Gabinete ministerial? En primer lugar, que el Gobierno de Castillo es uno que agoniza o que ha muerto y que solo avanza al momento de su desaparición. El hecho inédito de no encontrar alternativas ministeriales en un país con una gran tradición por el fajín revela el nivel de deterioro del Gobierno. Castillo entonces está aislado, solo, con el apoyo de más de 50 congresistas del comunismo y del pragmatismo más elemental que hasta hoy han evitado que prosperen la vacancia del jefe de Estado o la inhabilitación de los miembros del Ejecutivo. Un apoyo que existe pero que también pretende guardar ciertas distancias frente al temor de un estallido social que no solo barra con el Gobierno sino con Perú Libre y la izquierda. El Gobierno huele mal, se percibe la corrupción a la distancia.
Sin embargo, el maquillaje del Gabinete también plantea reflexiones para la oposición y la urgencia y necesidad de reinventarse. Si bien el Gobierno de Castillo agoniza es difícil prever los plazos de la expiración gubernamental, sobre todo porque no existen los votos suficientes en el Congreso para la vacancia y las inhabilitaciones. En ese sentido, la oposición debe seguir apostando por la vacancia, pero sin renunciar a las batallas parciales.
Por ejemplo, la presencia de Alejandro Salas en Trabajo debe gatillar la lucha por derogar los decretos laborales que prohíben la tercerización y empoderan a los sindicatos en contra de la inversión privada; no solo desde la movilización empresarial y ciudadana –como está sucediendo– sino también a nivel del Congreso.
¿Qué es lo que pretendemos señalar? La lucha para recuperar las instituciones republicanas será un proceso complejo, difícil, como sucede con toda gesta que instala un proceso de largo plazo. En ese camino las batallas parciales, los objetivos sectoriales, pueden definir el resultado final.
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