La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Si el economista y filósofo, Hayek, resucitara y contemplara la realidad económica y social del Perú quizá llegaría a la conclusión de que Puno es la economía regional que más se acerca al libre mercado –por la ausencia total del Estado–, y que podría alcanzar el desarrollo siempre y cuando se imponga el imperio de la ley. Sin embargo, considerando que alrededor del 90% de la economía y la sociedad de Puno es informal, no se trataría de cualquier ley, sino de una que refleje y represente la bullente economía capitalista popular, las decenas de mercados populares y un emprendedurismo que ubica a las sociedades aymaras y quechuas entre las más procapitalistas del país.
¿Cómo es posible entonces que una región llena de emprendedores y mercados populares y emergentes pretenda ser controlada por una alianza comunista entre el Movadef, Fenatep, Sutep-Conare –todos ellos de influencia maoísta– y el Movimiento de Acción Socialista de Evo Morales? ¿Cómo se puede entender la rabia y la cólera de los puneños en contra de todo lo que represente al Estado y a Lima? La respuesta parece ser obvia: el Estado peruano se ha convertido en el peor enemigo de la emergencia puneña. El Estado es sinónimo de una autoridad tributaria que solo cobra impuestos y persigue a los emprendedores, de sobrerregulaciones ministeriales y de los gobiernos regionales, de un Estado que lo pretende todo a cambio de ningún servicio.
La imagen de los mercados puneños –hoy paralizados y cerrados por la tiranía de las vanguardias comunistas– frenéticos y masivos, convertidos en lodazales y charcos en medio de una lluvia o granizada, revela con exactitud la ausencia del Estado: ni siquiera en ciudades como Puno y Juliaca –que concentran más del 60% de la población de la región– hay servicios de agua, desagüe y alcantarillado medianamente aceptables.
El capitalismo popular puneño frente a un Estado enemigo, frívolo e indolente, entonces, puede ser embaucado por el discurso marxista acerca de "los pueblos originarios y la lucha de clases contra el gran capital de Lima". De alguna manera Sendero Luminoso en los años ochenta del siglo pasado, igualmente, explotó la furia nacional contra un Estado que colapsaba en todo.
Es en este escenario que las corrientes comunistas y colectivistas se han propuesto crear “un orden alternativo al Estado enemigo de Lima”. De allí el intento de prohibir el desarrollo de la minería formal en la región, mientras se alienta la minería ilegal, el contrabando, el narcotráfico y otras economías ilegales para erosionar los “últimos restos del Estado burgués”. De allí también los intentos de controlar la apertura y el cierre de los mercados populares y el cobro de cupos a familias y comerciantes.
En el capitalismo popular puneño enfrentado al Estado limeño están las posibilidades del discurso marxista, pero también sus límites infranqueables. Los emergentes y los mercados comienzan a levantarse contra la tiranía comunista y de esos hechos vendrá la derrota radical.
Por todas estas consideraciones, junto al papel de las fuerzas armadas y la policía nacional en el restablecimiento del orden en la región, ante la urgente movilización del Ministerio Público y el Poder Judicial para detener y procesar a los vándalos y violentistas, el Ejecutivo y el Congreso deben convertir a Puno en el laboratorio de una reforma del Estado en desarrollo. La emergencia social y el capitalismo popular deberían ser representados en un nuevo modelo en que el Estado se convierta en amigo, en acompañante, de todos los esfuerzos de la sociedad y los mercados.
Si se construye esa lógica, de abajo hacia arriba, para desarrollar una experiencia piloto de reforma del Estado, Puno –como decía Basadre– no solo representará el problema, sino la posibilidad de solución. Finalmente, todas las sociedades desarrolladas alguna vez fueron como Puno; sin embargo, en ellas se construyó un Estado para servir y potenciar las emergencias sociales. Si se hace algo parecido, Puno será el laboratorio de la futura peruanidad.
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