La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Luego de conocerse la decisión del Tribunal Constitucional y después de ejecutarse el habeas corpus a favor de Alberto Fujimori, un sector de peruanos de buena voluntad –incluido este portal– hablamos de la posibilidad de inaugurar un nuevo momento político. Un momento de acuerdos y convergencias nacionales que superará la polarización entre antifujimoristas y fujimoristas que, en las últimas tres décadas, destruyó las instituciones, frenó la economía, inviabilizó al Perú y, finalmente, encumbró a Castillo en el poder.
Sin embargo, luego de la decisión del TC ha quedado en claro que las izquierdas progresistas y comunistas, envueltas en oenegés de supuesta defensa de Derechos Humanos, lucharán con uñas y dientes para que Fujimori muera en la cárcel. El presidente de la Corte IDH ha señalado que el Estado peruano no puede ejecutar la decisión del TC, y abogados y activistas plantearán que el Poder Judicial dicte una nueva orden de detención contra Fujimori por el caso Pativilca, no obstante que en la resolución del TC sobre el indulto al exmandatario establece que incluye los casos sentenciados y los procesos en desarrollo. ¿Cómo se puede insistir con el caso Pativilca. En otras palabras, odio tras odio, y voluntad de mantener la polaridad que ha destruido el país.
Planteadas las cosas así nos preguntamos, ¿por qué las izquierdas pretenden que Fujimori muera en la cárcel? A veces un relato, una narrativa, resume una estrategia de poder. Las teorías absurdas de la autoría mediática en las violaciones de DD.HH. en el Perú –que todos debemos condenar–, la supuesta violación sistemática de DD.HH. de las fuerzas de seguridad en la lucha contrasubversiva y la teoría del conflicto armado interno solo adquieren materialidad con Fujimori en la cárcel y con su eventual muerte en prisión.
Estamos frente a la misma estrategia que la izquierda comunista chilena construyó con la polarización entre pinochetistas y antipinochetistas, que desembocó en el gobierno de Gabriel Boric y el momento constituyente que ha frenado el milagro mapocho. Igualmente estamos ante la misma estrategia de la izquierda colombiana alrededor del uribismo y antiuribismo, que encumbró a Gustavo Petro en el poder.
La narrativa es la estrategia de poder, y la muerte de Fujimori en la cárcel es una de las condiciones de éxito. Uno de los hechos más estremecedores, más aterradores, es que esta estrategia totalitaria está armada con verdaderas barbaries jurídicas que no tienen que envidiar nada al totalitarismo soviético del pasado: autoría mediática, lesa humanidad, supervisión de sentencias de parte de la Corte IDH. Una suma de conceptos y tipos penales que no existían en nuestra legislación, y criterios extensivos hasta relativizarlo todo, para presentar a Fujimori como “un simple dictador, un nazi más del planeta”.
No negamos que Fujimori es una suma de errores y aciertos. Que durante su mandato se quebró el orden constitucional y hubo violaciones de DD.HH. en la guerra contrasubversiva, que deben condenarse. Sin embargo, la guerra contrasubversiva se basó en la mayor movilización campesina y rural de nuestra historia republicana, en la alianza entre los campesinos y las fuerzas armadas. Si la característica principal de la guerra contrasubversiva fue la participación popular es evidente que las violaciones de DD.HH. fueron excepciones y no correspondían a una política de Estado. ¿Cómo podía haber autoría mediata?
Una de las cosas en que no reparan las izquierdas progresistas y comunistas, en este intento de mantener el enfrentamiento entre los peruanos, es que están generando una reacción conservadora de impredecibles consecuencias para el sistema republicano y la libertad. Finalmente, las izquierdas progresistas no parecen con posibilidades de ganar elecciones, y el intento de mantener el odio entre los peruanos, creemos, levantará una ola que los afectará a ellos en primer lugar.
A reflexionar.
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