La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Una de las razones de que en el Perú el Foro de Sao Paulo no haya logrado imponer el camino de la constituyente y de las nacionalizaciones es que la oposición al Gobierno de Pedro Castillo gestó la más amplia unidad para elegir una mesa directiva que defendiera la Constitución y el Estado de derecho en el Perú. Una verdad difícil de negar al margen de los errores y pasivos que se acumulan en la actual mesa directiva del Legislativo.
El archivamiento del proyecto del Ejecutivo que proponía un referendo para instalar una constituyente, la ley que confirma el texto constitucional acerca de que la reforma total o parcial de la Constitución debe pasar previamente por el Congreso, la ley que precisa la cuestión de confianza y resguarda las funciones exclusivas y excluyentes del Congreso establecidas en la Constitución, solo pueden explicarse por esa mayoría opositora que se expresó en la actual mesa directiva. Y si le agregamos la elección impecable de los seis magistrados del Tribunal Constitucional y el proceso de elección del Defensor del Pueblo en marcha, es incuestionable que la conducción del Congreso por parte de la oposición le ha otorgado un respiro al sistema republicano.
Por todas estas razones es imprescindible mantener ese camino unitario con el objeto de aislar a las corrientes comunistas y colectivistas, lideradas por Perú Libre, que pretenden imponer una asamblea constituyente. ¿A qué vienen estas reflexiones? En los últimos días hemos contemplado dimes y diretes entre diversos sectores de la oposición que, en casos extremos, nos alertan sobre la posibilidad de que la unidad no prospere. Estaríamos ante un gravísimo, devastador y terrible yerro.
Quizá la tesis de algunos sectores de la oposición acerca de que más vale una mesa directiva de “lideres consecuentes” que una transacción con “sectores cuestionados” tenga que ver con una mala lectura de la situación política en el país. El hecho de que la constituyente haya sido frenada por ahora y que las nacionalizaciones no avancen puede llevar a algunos a tener una mirada extremadamente optimista y a olvidar la real amenaza comunista que representan la influencia del Perú Libre y el Movadef en el Gobierno de Pedro Castillo.
Nunca debemos ignorar las virtudes tácticas de los comunistas y los colectivistas en la lucha política. Antes que una sofisticación ideológica, cultural o programática, las izquierdas bolcheviques representan, sobre todo, una táctica. Es decir, tienen una metodología eficaz, muy especializada, en la lucha por el poder y la construcción de correlaciones de fuerzas. Por eso suelen convertir a la influencia de minorías y vanguardias en controles totalitarios de una sociedad. De alguna manera los textos de Lenin, quien aplicó los métodos de la guerra en la lucha política por el poder forman parte de este arsenal táctico. De allí que las imágenes de Stalin dialogando y pactando con Churchill en la Segunda Guerra Mundial, no sean ajenas a la tradición bolchevique.
La estrategia y la táctica bolchevique, entonces, está repleta de pactos y acuerdos hasta lograr que se modifiquen las relaciones de fuerza: en ese momento, el aliado generalmente es eliminado de alguna forma. Una oposición poniendo en peligro la conducción de la mesa directiva del Legislativo podría ser uno de los mayores yerros políticos de la reciente historia.
La política no busca el acuerdo entre ángeles y puros, como suelen argumentar algunos. La política es una industria profana que se hace entre hombres imperfectos y diferentes. En la oposición entonces debe desterrarse el argumento de los consecuentes versus los inconsecuentes, porque el principal deber de un republicano es aislar al mayor enemigo: el comunismo. Y la posibilidad de que el colectivismo conduzca la mesa directiva del Congreso.
COMENTARIOS