No hay demócratas a medias III

La candidatura de Guzmán otra vez en el candelero

A estas alturas ya no se puede tapar el sol con un dedo: la cuarta elección nacional consecutiva de la democracia pos Fujimori es la más accidentada si la comparamos con las tres anteriores. La incertidumbre que han generado los diferentes y contradictorios fallos de la autoridad electoral con respecto a la candidatura de Julio  Guzmán de Todos por el Perú solo puede ser entendible dentro de la desinstitucionalización, envilecimiento de la política, y la desaceleración de la economía que nos deja la administración nacionalista. Sin embargo, más allá de cualquier incoherencia, hablar de fraude o que un determinado candidato está detrás de las decisiones de la autoridad electoral, es demostrar nuestro poco compromiso con la democracia. Se debería presentar una sola prueba, ¿no es verdad?

Cuando el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) ratificó la decisión del Registro de Organizaciones Políticas  acerca de que no procedía la inscripción de Todos por el Perú por irregularidades administrativas y trasladó al Jurado Electoral Especial de Lima (JEE-L) la decisión de admitir o no la candidatura de Guzmán, en realidad, estaba creando la situación de desconcierto institucional que hoy padecemos. Y cuando el JEE-L admitió la postulación de Todos por el Perú para desdecirse días después, inevitablemente, estaba originando este despelote que otorga a algunos pretextos para enturbiar la campaña electoral. Al pleno del JNE solo le queda una alternativa: resolver sobre la marcha. Y a los verdaderos demócratas solo nos queda una opción: acatar el fallo de la autoridad electoral cualquiera sea el sentido de éste.

El candidato Guzmán ha reaccionado de diversas maneras frente a las resoluciones electorales. Cuando las decisiones no lo favorecieron habló de fraude, de interponer acciones ante el Poder Judicial e, incluso, de recurrir a la justicia internacional. Cuando las decisiones lo favorecieron agradeció al pueblo peruano y señaló que se hacía justicia electoral. Ante el último fallo del JEE-Lima vuelve a hablar de fraude, convoca a “las masas” y torna a desconocer la autoridad del JNE como última instancia electoral (según la Carta Política). Algunos periodistas del bloque político, mediático y cultural (de clara identidad antifujimorista y antiprista) señalan que detrás de estas decisiones de la autoridad electoral estaría cierto candidato. ¿No es una manera de hablar de fraude, pero, como se dice, dorando la píldora?

La democracia existe y las elecciones generales son posibles porque los ciudadanos y los actores públicos se comprometen a respetar la sentencia de los jueces. No hay expresión de soberanía popular, de la mayoría popular, sino median las instituciones y sus jueces. Y las instancias y los debidos procesos para emitir una resolución están establecidos en la Carta Política y las leyes respectivas. En nuestro ordenamiento constitucional se establece que, en materia de justicia electoral, la instancia final es el pleno del JNE.

Más allá del absurdo de no tener definidos a todas las planchas presidenciales a algo más de 35 días de las elecciones, cuestionar el mandato constitucional en temas electorales es tratar de ensombrecer los comicios en marcha. No obstante creemos que la reserva institucional que el Perú ha acumulado durante tres gobiernos constitucionales sucesivos y cuatro elecciones nacionales ininterrumpidas es más densa y fuerte que los yerros de la autoridad electoral y la poca convicción democrática que algunos sectores comienzan a demostrar.