Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
De un tiempo a esta parte algunos sectores comunistas –e incluso de la frívola progresía limeña– suele utilizar la palabra “terruqueo” para definir el intento de “una derecha cavernaria que quiere demonizar a las posiciones de izquierda en general”. Es una palabra que, en el acto, se convierte en un escudo de defensa. Un sector de la progresía frivolona, por ejemplo, sostuvo que de tanto “terruquear” la derecha bloqueó a “la izquierda suavecita” de Verónika Mendoza y ha construido a Pedro Castillo.
A nuestro entender, todos estos argumentos son falaces. Si Pedro Castillo existe solo se explica por la cruenta guerra que desarrolló la progresía limeña para eliminar al enemigo “fujiaprista”. Con el objeto de eliminar al rival apoyaron a los desastres de la administración Vizcarra y de Sagasti, el referendo que destruyó instituciones, el cierre inconstitucional del Congreso y la renuncia del ex presidente Merino, hasta que llegó al Estado fallido de la pandemia que no compra camas UCI ni vacunas, pese a tener enormes recursos. En ese escenario, se levantó la furia nacional.
Castillo entonces es la expresión de una rabia de la sociedad. Pero hoy ese no es el tema relevante, sino la posición ideológica de Perú Libre. Por ejemplo, el estribillo del “maestro Castillo” puede aludir a la idea del clásico maestro de la escuela pública pasada que formaba generaciones. Sin embargo, escuchar las respuestas de Castillo sobre los diversos problemas nacionales y asuntos públicos, inevitablemente, nos llevan al profesor del SUTEP - Conare.
Pedro Castillo lideró el sector sindical, llamado SUTEP - Comité Nacional de Reorientación y Reconstrucción (Conare) –muy vinculado al Movadef, de Sendero Luminoso– cuyo objetivo principal fue oponerse a la nueva carrera pública magisterial. Es decir, Castillo pretendía estabilidad laboral absoluta para los profesores de la escuela pública, al margen de su idoneidad para enseñar a los niños pobres. No quería evaluaciones ni capacitaciones, solo le interesaba la estabilidad. No es de extrañar entonces el desconocimiento general de los asuntos públicos de los que adolecen las presentaciones públicas de Castillo.
Sin embargo, vale recordar que el sindicalismo magisterial siempre tuvo en las corrientes maoístas a sus principales animadores. El maoísmo se fraccionó en diversos grupos (Bandera Roja, Patria Roja, Sendero Luminoso, entre otros) y peleó a muerte la conducción del SUTEP. Castillo es protagonista de esos procesos.
El maoísmo primero germinó en las universidades públicas, sobre todo en las facultades de Educación; y a partir de allí se irradió en la escuela pública, bajo el criterio de que el profesor es el líder natural para orientar a las poblaciones en el camino revolucionario. Diversos sociólogos y antropólogos, por ejemplo, han señalado que Sendero Luminoso fue un movimiento de maestros y estudiantes de la universidad y la escuela públicas.
La crueldad terrorista que afectó a las comunidades de la puna andina, a las ciudades y urbes, a pobres, a clases medias y a ricos, entonces, fue una acción de maestros y estudiantes extremadamente ideologizados en la doctrina maoísta. El llamado “terruqueo”, que suele ser satanizado por la progresía limeña, es la reacción natural de diversos sectores de la sociedad frente a los grupos y movimientos que no zanjan frontalmente con la violencia y relativizan la Constitución, las instituciones y la legalidad.
En ese sentido, la lucha contra el comunismo en el Perú tiene una particularidad superlativa con respecto a las realidades de otros países, tales como Venezuela, Ecuador y Bolivia. En el Perú hubo un movimiento terrorista, polpotiano, que masacró a ciudadanos de todos los sectores sociales. En los demás estados no hubo nada parecido.
Ahora que Pedro Castillo está en la segunda vuelta, y que se conoce de sus vínculos con el SUTEP- Conare, se levanta un clamor nacional exigiendo que Castillo condene el terrorismo, que confirme que no se indultará a Abimael Guzmán y a los principales mandos senderistas y que no tolerará ninguna forma de violentismo. Ese clamor no es terruqueo, es lo mínimo que se le puede exigir a un candidato en la segunda ronda electoral.
COMENTARIOS