La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La prohibición de reelección de los congresistas tenía como objetivo central organizar un Congreso, una representación parlamentaria y una actividad legislativa tal como hoy las tenemos. En ese sentido, al observar los despropósitos de la actual representación parlamentaria, no es exagerado sostener que las reformas constitucionales promovidas por el ex presidente Vizcarra y un grupo de académicos progresistas han logrado concretarse en todos sus aspectos. Hoy la reforma progresista del sistema político es una plena realidad.
Cuando se prohibía la reelección de los parlamentarios se buscaba que los políticos con más experiencia no llegaran al Congreso y, sobre todo, cancelar cualquier posibilidad de regreso de los viejos partidos. Hoy sabemos que ni la mejor inteligencia, ni una buena formación académica, ni la mejor trayectoria civil o militar pueden reemplazar a una trayectoria política partidaria, que se adquiere con historia y tradición.
La manera cómo un sector de la oposición, autoproclamada “consecuente y principista”, ha convertido la defensa del sistema republicano en una lotería, apoyando la censura comunista de la ex presidente del Congreso, Lady Camones, es el escándalo que nos dice que ninguna inteligencia y habilidad personal puede reemplazar a la sabiduría de los colectivos partidarios.
Hoy la oposición está más dividida que nunca. Lo más probable es que la lista que promoverá Renovación Popular y Avanza País solo consiga el apoyo de Fuerza Popular, en tanto que Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos se abstendrán. En estas condiciones, la posibilidad de que las listas comunistas y colectivistas ganen la presidencia del Legislativo representa un eventual desenlace. Si las cosas son así, “los principistas de la oposición” le habrán hecho todo el trabajo a los cubanos, y el eje bolivariano estará cerca de tomar el poder en el Perú.
¿Exceso de alarmismo derechista? Lo mismo sucedió antes de que Hugo Chávez y los cubanos tomarán el poder en Venezuela. Un grupo de principistas –que consideraba que la lucha contra el comunismo empezaba y terminaba con la salida de Chávez del poder– promovió un golpe de Estado que fracasó y luego dividió a la oposición entre consecuentes y no consecuentes. Quebrada la resistencia democrática, Chávez estatizó todo, “repartió la riqueza de los ricos”, y se instaló una tragedia de décadas en Venezuela.
Hoy los mismos errores se reproducen en la oposición peruana y abren la posibilidad de quebrar la resistencia democrática cuando el Gobierno de Castillo estaba en su peor momento. Ojalá que el comunismo no logre su objetivo y APP, Somos Perú y Podemos tengan más criterio político que los consecuentes del Congreso, y apoyen una lista que evite el triunfo del comunismo. Debería haber una gran movilización democrática para lograr ese objetivo.
La lección parece clara: luego de la caída del fujimorato, el progresismo desarrolló una lógica contra los partidos y promovió el transfuguismo en todas sus modalidades. Y de pronto, “las conciencias individuales” –incluso con sentencia a favor del pasado Tribunal Constitucional– valían más que los partidos que presentaban programas y ganaban elecciones. El objetivo era controlar el poder sin ganar elecciones, era permitir al Ejecutivo deshacer a las bancadas del Legislativo, tal como lo han hecho Castillo y Perú Libre. El comunismo se ha dividido en seis bancadas para copar comisiones y la junta de portavoces, no obstante su condición de minoría.
Ningún joven intelectual, ni ninguna trayectoria profesional, pues, puede reemplazar la sabiduría –más allá de los yerros históricos– de los viejos partidos, de las colectividades, que han permitido que las repúblicas funcionen. Ninguna genialidad puede superar la discrecionalidad que adquiere una institución partidaria a través de la tradición y la historia. Por todas estas consideraciones, los jóvenes y los nuevos políticos necesitan de estas tradiciones para hacer una buena política.
En ese sentido, no solo se trata de desarrollar reformas para evitar la actual parodia de oposición democrática, sino que, a nuestro entender, se trata de relanzar a los viejos partidos del siglo pasado. El Perú se merece derechas, centros e izquierdas menos adolescentes e irresponsables. Y estos objetivos serán posibles siempre y cuando el comunismo no llegue a controlar el poder (hoy solo controla el Gobierno).
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