La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Un sector de personajes del progresismo, la mayoría vinculada al vizcarrismo, acaba de proponer nuevamente el adelanto de elecciones como una salida a la crisis política y la recesión económica. Lo sorprendente de esta propuesta es que, más allá de las diferencias, coincide con las demandas de los seguidores de Pedro Castillo, que exigen adelanto de elecciones y convocatoria de una constituyente.
El argumento principal de estos sectores es que el Ejecutivo y el Congreso apenas tienen aprobaciones por debajo del 10% de las encuestas. Lo de la recesión es asunto discutible: ningún país puede crecer luego de que un gobierno, el de Castillo, durante un año y medio gobernara contra la Constitución y agitando nacionalizaciones contra la inversión privada.
¿Qué sucedería si se adelantaran las elecciones por encuestas? ¿Qué sucedería si las instituciones (Congreso, Ejecutivo, Tribunal Constitucional, ¿Poder Judicial) funcionaran de acuerdo a los sondeos de la semana? El sistema republicano, la democracia, la sociedad abierta serían imposibles. Las instituciones tutelares de un sistema republicano (Congreso y Ejecutivo) se eligen por mayorías, pero el gobierno es de las instituciones, de la Constitución y de la ley. Imaginar que las mayorías registradas en una encuesta determinan el curso de las instituciones y desencadenan un adelanto electoral es caer en la estrategia nazi que, con una mayoría circunstancial, encumbró al Fuhrer; o en la estrategia bolchevique que desató el terror del Gulag.
En el Perú, durante el gobierno de Castillo, las demandas de adelanto electoral o de vacancia presidencial, se justificaban plenamente porque el Ejecutivo de entonces gobernaba abiertamente en contra de la Constitución y conspiraba sin escrúpulos para quebrar el Estado de derecho a través de una constituyente.
Hoy en día, al margen de adhesiones y rechazos, desde el punto de vista de construcción de una república, ¿qué puede justificar adelantar las elecciones más allá de la voracidad y desesperación de algunos sectores por la ubicación estatal o la representación política?
Por otro lado, luego del golpe fallido de Castillo y las olas de violencia insurreccional que sobrevinieron, la ciudadanía no parece interesada en movilizarse para resolver los problemas políticos, como si estuviera desarrollando un proceso de reflexión sobre el sentido de su voto. Voto que encumbró a Castillo, el peor gobierno de la historia reciente.
Planteada las cosas así, las verdaderas amenazas a la gobernabilidad provienen del propio Ejecutivo y del propio Congreso. Si el Gobierno no es capaz de relanzar el crecimiento económico, preservar a cualquier costo la disciplina fiscal, derogar todas las normas promulgadas por Castillo en contra de la inversión privada y, por otro lado, desarrollar un plan para contener la ola criminal en las ciudades y desarticular a las bandas organizadas, tarde o temprano, la gobernabilidad estará en cuestión.
Asimismo, si el Congreso no avanza en las reformas institucionales y políticas y establece una nueva agenda nacional, las tendencias destructivas de la judicialización de la política y las disputas por el control de las instituciones, lo envolverán todo, devorando las posibilidades republicanas del país.
En este contexto, ¿puede resurgir un movimiento social de protesta? Desde las amplias sociedades regionales no parece posible porque las familias están focalizadas en enfrentar los efectos adversos de la recesión económica. Sin embargo, desde la minería artesanal sí se puede levantar una feroz ola que cuestione la paz social del país, sobre todo luego del reciente decreto legislativo del Ejecutivo que suspende el proceso de formalización minera con plazos perentorios y puede empujar a los mineros artesanales a abandonar cualquier posibilidad de formalizarse. En cualquier caso, es un asunto a resolver con urgencia por el lado del Ejecutivo. Y al respecto, vale recordar que la disyuntiva es si formalizamos a los mineros artesanales o los empujamos hacia las fuerzas antisistema.
En cualquier caso, hoy el intento de armar las piezas de la gobernabilidad tiene más posibilidades de ser exitoso que hace un año, con Castillo en el poder. Siempre vale, como se dice, ver el vaso medio lleno.
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