La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La denuncia constitucional que ha formulado la señora Patricia Benavides, Fiscal de la Nación, en contra del presidente Pedro Castillo –luego de varias investigaciones– deja en claro que, no obstante todos los problemas acumulados, las instituciones funcionan luego de más de dos décadas de continuidad institucional. Ante el desgobierno general que ha desatado la administración Castillo y la falta de una alternativa del Congreso, el Ministerio Público se convierte en una muralla en contra de los estropicios gubernamentales.
Sin embargo, para garantizar que las investigaciones sigan adelante y se mantenga la vigencia de la Constitución, el Perú necesita con extrema urgencia organizar una salida política. Es decir, que una mayoría en el Congreso –tal como lo establece la Carta Política– proceda a relevar a este Ejecutivo que, simplemente, ha destrozado el país. ¿Por qué se trata de una urgencia perentoria? Por la sencilla razón de que la Constitución Política –al parecer ninguna constitución lo contempla– no considera una salida estrictamente judicial ante la tragedia de que el jefe de Estado demuestre incapacidad moral permanente para ejercer el cargo. No parece posible.
Si en el Congreso no se deciden a iniciar una transición política, el derrumbe del Gobierno de Pedro Castillo no solo significará el fin de la aventura comunista, de las izquierdas y de los progresismos en el poder, sino también el fin de la Constitución de 1993 y el inicio de una etapa revolucionaria que podría culminar en la instalación de una asamblea constituyente.
El Perú avanza aceleradamente hacia la anarquía, sobre todo porque el Congreso no asume su responsabilidad de llenar el vacío de poder que desata el desgobierno nacional del Gobierno de Castillo. Si hoy las cosas comienzan a deteriorarse cada vez más, inevitablemente, es responsabilidad del Poder Legislativo por su renuncia a organizar una transición política y a llenar el vacío de poder que deja el desgobierno.
Una de las causas de la imposibilidad de organizar una salida política es la extrema balcanización de la representación en el Congreso. Las expresiones políticas, tanto al interior del Legislativo como fuera de él, asemejan a un rompecabezas imposible de armar. En el Legislativo las fuerzas democráticas no pueden crear un polo de atracción que convoque a los demás sectores y les haga entender que cualquier contemporización con el Ejecutivo es una forma de suicidio político que puede terminar con la vigencia de la Constitución de 1993. Por otro lado, a nivel de la sociedad, igualmente las corrientes de la centro-derecha y la centro-izquierda están fragmentadas de la misma manera. En este contexto, no hay interlocutores válidos, cualquier diálogo o acuerdo es relativo y las tendencias a la anarquía se acentúan de gravedad.
En medio de la falta de alternativas, algunos sectores pretenden seguir jugando al juego progresista de capturar el poder por algunas semanas, ignorando que semejante lógica nos ha llevado directamente a la tragedia Castillo.
Es hora entonces de crear uno de esos momentos excepcionales de nuestra historia, en los que todo parece condenado al abismo y la oscuridad; pero finalmente se logra superar las adversidades. Tal como sucedió con el terrorismo y la hiperinflación. La mayoría del país debe discutir la situación de “los niños” en el Congreso, la eventual sucesión del presidente Castillo y avanzar hacia el relevo del jefe de Estado. Es decir, se deben discutir los primeros pasos que permitirán salvar al Perú de la anarquía. No parece haber otra alternativa.
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