Editorial Política

La responsabilidad del empresariado ante pandemia Covid-19

Ante la ineficiencia del Estado, movilización general de la sociedad

La responsabilidad del empresariado ante pandemia Covid-19
  • 01 de abril del 2020

La pandemia del Covid-19 está dejando con absoluta claridad que el Estado peruano es, en realidad, una suma de yerros y fracasos, y que no ha sido capaz de acompañar el proceso de inversión privada que ha desatado un el crecimiento y reducción de pobreza sin precedentes. En las últimas tres décadas el PBI se triplicó, la pobreza se redujo del 60% de la población a 20%, se acumularon reservas internacionales por más de US$ 65,000 millones y se mantuvo una deuda pública de 27% del PBI. Cifras envidiables para cualquier sociedad de ingreso medio. Sin embargo, el Estado ha fallado casi en todo, y ha acumulado irresponsabilidades e irregularidades.

Al margen de los relatos de los comunismos y colectivismos, el principal protagonista de esta gesta económica y social ha sido el empresariado peruano. Por ejemplo, del total de reducción de pobreza, el 75% es aporte privado y el 25% restante esfuerzo del Estado y de las oenegés. Igualmente, el sector privado representa el 80% de los ingresos fiscales y ofrece más del 80% del empleo. En otras palabras, el empresariado ha cumplido su papel histórico, mientras que el Estado ha sido incapaz de transformarse y proveer servicios.

Hoy que la pandemia del Covid-19 amenaza a la peruanidad y desata una recesión sin precedentes (se proyecta un crecimiento de -3%), el sistema de salud del Estado hace agua por todos lados. Cuando se desató la pandemia y todos los especialistas pronosticaban una crisis planetaria, el Estado se olvidó de comprar pruebas o tests para detectar el virus, no se equiparon los hospitales convenientemente y hoy el país solo tiene 257 respiradores, de los cuales alrededor de 57 ya están en uso.

Ante esta situación el sector privado, a través de los diferentes gremios, ha reaccionado mediante iniciativas solidarias que pueden ser decisivas para enfrentar la pandemia del coronavirus. Entre ellas están la donación de 500,000 kits para detectar el virus y la compra de 200 respiradores en China, que estarían recién llegando entre abril y mayo.

Sin embargo, todos estos esfuerzos serán insuficientes al largo plazo por la demanda de unidades de cuidados intensivos (UCI) –con el respectivo sistema de ventilación– que desata la propagación del Covid-19. El Estado, con la falta de sistemas de administración, las alarmantes sobrerregulaciones y las irregularidades que se acumulan por doquier, ¿estará en condiciones de avanzar contra el reloj para equipar mínimamente el sistema de salud y enfrentar la pandemia? Parece una posibilidad remota.

Por todas estas consideraciones, de una u otra manera, el sector privado tiene una responsabilidad histórica para salvar a la peruanidad de la pandemia del Covid-19 y la recesión en curso. Si en el Perú se replican las terribles imágenes que se registran en Guayaquil, en donde la gente se muere en las calles por falta unidades UCI y espacio en los hospitales, en nuestro país no solo se afectará a la población de la tercera edad, a los más pobres y a los desvalidos, sino también a nuestro proceso de construcción como nación y sociedad. Perderemos viabilidad como país. Todo podría asemejarse a una situación de posguerra

Es difícil pedirle a quienes –como se dice– paran la olla en el Perú que aporten algo más, cuando se avecina una recesión y cuando el Estado está lleno de recursos que no se gastan por ineficiencias. Pero tal como están las cosas en el sistema estatal –al margen de la discreción y el sentido común que se notan en el Ministerio de Economía y el BCR– las grandes soluciones no vendrán por el lado del Estado.

En cualquier caso, el empresariado peruano tiene la responsabilidad de convertirse en la columna vertebral de la peruanidad para enfrentar una crisis sin precedentes. Es un esfuerzo descomunal, pero una gran oportunidad de convertirse en clase dirigente. En la Independencia, en la Guerra con Chile o en la lucha contra el terrorismo de los ochenta, nunca hubo un sector privado tan poderoso y globalizado –al margen de la informalidad creciente– como el de ahora. Y vale recordar que la falta de voluntad de nuestra élite empresarial para convertirse en una verdadera clase dirigente ha posibilitado que los relatos anticapitalistas y antiempresariales de los colectivismos sigan prosperando en el país.

  • 01 de abril del 2020

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