¡La fiesta del fútbol ha empezado!

A horas de iniciado el mundial, siempre será un misterio por qué el fútbol llega a movilizar tantas pasiones, a desatar optimismos y pesimismos en todos los continentes. El asunto es tan fuerte que incluso en los países en que tradicionalmente se cultiva el béisbol y el fútbol americano, el fútbol jugado por una oncena de jugadores comienza a imponer sus reales.

En el Perú la clasificación a Rusia y la sanción a Paolo Guerrero —que luego fue levantada por un tribunal suizo— han movilizado a ricos, pobres, clases medias y todos los estratos sociales por igual. Ningún antecedente histórico tiene comparación con la unánime euforia nacional que ha explotado con la presencia del país en las justas de Rusia. Sin temor a equivocarnos, se puede sostener que nunca una idea de país, de peruanidad, había emergido con tanta fuerza en la historia republicana. Ni las guerras de Independencia ni la guerra del Pacífico convocaron tanta nacionalidad. Quizá la lucha del Perú contra el terrorismo movilizó a todos los sectores sociales del país, pero la explosión de optimismo que hoy vemos en los rostros, en las calles y en las señales de televisión, no tienen parangón.

La fiesta nacional por el fútbol no solo tiene que ver con los éxitos de Gareca, sino también con el hecho de que hoy somos más sociedad, más Perú, que nunca en la historia. Más allá de las distancias que crean la revolución de las telecomunicaciones y la explosión de las redes sociales, es evidente que las clasificaciones a los mundiales de 1930, 1970, 1978 y 1982 no movilizaron a tanta peruanidad.

Planteadas las cosas así, aparte de la movilización nacional contra el terror colectivista, ¿qué otros acontecimientos explican el avance en la integración de los peruanos? A entender de este portal, ahora la peruanidad tiene contornos más definidos debido a que la Carta Política de 1993 y las reformas económicas de los noventa posibilitaron el desarrollo del capitalismo en el Perú y la explosión de los mercados. En efecto, el fin del Estado empresario, la liberalización de los precios, la desregulación de los mercados y del comercio internacional y los avances en derechos de propiedad, permitieron que se liberaran todas las fuerzas productivas de la sociedad, más allá de herencias, apellidos, e invocaciones huachafas de ciertas “noblezas coloniales”.

La desregulación de los mercados derribó las cordilleras que separaban al Perú criollo del andino, una barrera que causó desvelos a los más grandes pensadores peruanos, porque en ese problema se jugaba la posibilidad de una peruanidad. Hoy Lima, la capital del virreinato, ha sido andinizada, las nuevas burguesías tienen los colores y los tonos de los Andes y, en general, existe una mayor integración nacional en economía, sociedad e incluso en el tema racial.

En otras palabras, al margen de que el Perú siga dividido en uno formal y otro informal, la movilidad social ya no depende de los apellidos y las herencias. Si bien el Perú dista mucho de ser una “tierra prometida”, sí ha delineado con más nitidez las formas de la peruanidad. Y esa realidad se expresa en la euforia nacional sin precedentes ante la participación peruana en el Mundial de Rusia.

Quizá otro hecho que también explica la festividad nacional tenga que ver con las claves que llevaron a la selección nacional al Mundial de Rusia: trabajo en equipo en base a reglas claras, voluntad de perseverar hasta el infinito, disciplina y, sobre todo, meritocracia. Alguna de esas características de la selección están en los mercados formales e informales. Sin embargo, casi ninguna de ellas parece estar en la política, el espacio público y el universo cultural.