La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Si la supuesta tercera toma de Lima tiene algún nivel de repercusión solo se explicará por la campaña militante del progresismo, de las oenegés de izquierda y de las corrientes comunistas y bolivarianas sobre una “supuesta defensa de los Derechos Humanas frente a la violencia desproporcionada del Estado”. Una campaña que, sorprendentemente y de manera inexplicable, se amplificó en los medios de comunicación.
Sin embargo, en las provincias y distritos del interior, sobre todo en los del sur, el respaldo a las convocatorias del Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), Fenatep, Conul y otros cascarones creados para la ocasión es prácticamente nulo. El motivo: la recesión económica que enfrentan las regiones y provincias afectadas por las olas de violencia del verano pasado.
La supuesta tercera toma de Lima existe entonces por una campaña de prensa y propaganda muy bien organizada. Uno de los ejes de esta campaña ha sido la propaganda de las oenegés de Derechos Humanos, a nivel nacional e internacional, la CIDH y sectores de la prensa progresista mundial acerca de que el Estado peruano violó los Derechos Humanos. El argumento que se presenta es la lamentable muerte de más de 60 peruanos, y se señala a las fuerzas de seguridad como los directos responsables. Sin embargo, cuando grupos de civiles organizados desarrollan acciones de violencia y atacan aeropuertos, comisarías, edificios del Estado, del Ministerio Público, del Poder Judicial, fábricas del sector privado y bloquean carreteras con el fin de quebrar la producción, ¿quiénes son los primeros responsables? Las fuerzas de seguridad que –por mandato constitucional– defienden la Constitución y el Estado de derecho o las vanguardias y milicias comunistas y radicales que desarrollan virtuales acciones militares en contra de las fuerzas del orden.
Una de las cosas más cínicas y deplorables es que los sectores que pretenden señalar a las fuerzas armadas y la policía nacional (PNP) como responsables de las muertes son quienes proponen la caída del Ejecutivo, el cierre del Congreso y la instalación de una asamblea constituyente. Es decir, las corrientes comunistas, colectivistas y del eje bolivariano que arguyen defender la vida sobre cualquier circunstancia, no obstante que se adscriben a la ideología que en el siglo XX produjo las mayores masacres de la historia de la humanidad: en el comunismo se asesinó a más de 100 millones de personas.
Ante semejante argumentación es hora de recuperar la ofensiva ideológica en el debate. Y vale subrayar que la defensa de la vida y la vigencia plena de los Derechos Humanos solo son posibles en un sistema: el Estado de derecho o el sistema republicano. Es decir, solo son posibles en el sistema del gobierno de las instituciones que controlan el poder mediante el equilibrio y el contrapeso entre ellas. Durante la modernidad el comunismo y el fascismo pretendieron superar el Estado derecho invocando la igualdad absoluta o la primacía de la nación, y el resultado solo fueron océanos de sangre y de muerte.
Nuestras gloriosas fuerzas armadas y PNP durante las oleadas de violencia insurreccional del verano pasado defendieron con la vida el Estado de derecho. Si no lo hubiesen hecho, hoy se habría instalado una constituyente y avanzaríamos hacia un régimen en el que se asesine y viole los Derechos Humanos de manera industrial.
Cuando aceptamos el razonamiento del progresismo y de las corrientes comunistas, que pretenden sindicar a las fuerzas de seguridad como responsables de las lamentables de muertes de peruanos, en realidad, estamos exculpando a los núcleos comunistas y las vanguardias que atacan aeropuertos y comisarías con el objeto de establecer muertes y cuotas de sangre como parte de la estrategia de acumulación revolucionaria. También fisuramos la moral de las fuerzas del orden y, de una u otra manera, alentamos a que los núcleos radicales avancen con libertad hasta quemar el Congreso e instalar una asamblea constituyente.
COMENTARIOS