La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El anuncio en la bancada de Perú Libre acerca de que presentarán una propuesta para expropiar MMG-Las Bambas, una de las diez minas más grandes de cobre del mundo (que produce el 2% del metal rojo mundial), no solo ha destruido cualquier posibilidad de nueva inversión extranjera, sino que también confirma que la violencia y la conflictividad en las zonas mineras forma parte de una estrategia muy bien organizada por el Foro de Sao Paulo y Perú Libre.
Como todos sabemos, desde el inicio del Gobierno, Perú Libre y los sectores progresistas desarrollaron una tenaza contra la minería moderna: por un lado, se empoderó a las minorías radicales y, por el otro, se renunció a ejercer la autoridad democrática y aplicar la Constitución y la ley. El resultado: las zonas mineras se convirtieron en verdaderos campos de batalla en que minorías radicalizadas planteaban demandas anticonstitucionales y ejercían violencia contra la propiedad privada y pública, y amenazaban la vida, el cuerpo y la salud de los ciudadanos. El Gobierno se hizo de la vista gorda y las instituciones del sistema de justicia se inhibieron de procesar a los violentistas.
La conversión de las zonas mineras en campos de batalla iba a terminar en la propuesta de estatización del cobre, lo repetimos una y otra vez en este portal. Un sistema de soviets comenzó a reemplazar el Estado de derecho.
Vale, por lo tanto, evocar algunos hechos para entender la estrategia en curso, sobre todo para la oposición política que hasta hoy no establece los vínculos entre la lucha contra la asamblea constituyente y la defensa del modelo económico y la minería.
Cuando Guido Bellido ejerció la presidencia del Consejo de Ministros (PCM), se apareció montando un caballo en Chumbivilcas, provincia cusqueña –a más de 100 kilómetros de Las Bambas– y respaldó la propuesta de esa comunidad de formar parte de la zona de influencia minera de MMG- Las Bambas. ¿Cómo así una comunidad a más de 100 kilómetros, emplazada en el Cusco –es decir, en una región diferente a la de Apurímac donde opera la mina– podía demandar algo semejante? La Constitución, las leyes y los contratos estaban pintados en la pared. Más tarde, diversas comunidades ubicadas en la también provincia cusqueña de Espinar, a más de 200 kilómetros de la operación, demandaron lo mismo.
Luego asumiría la PCM la señora Mirtha Vásquez quien, cuando se produjo el ataque, el incendio y la destrucción de cuatro minas en el sur de Ayacucho, decretó el cierre unilateral de las operaciones mineras. La decisión violó de tal manera la Constitución y las leyes que el Ejecutivo tuvo que retroceder ante el escándalo nacional. Sin embargo, en la PCM se quiso convertir a los sujetos que atacaban la propiedad privada e incendiaban el capital y los equipos de las minas, en “defensores ambientales”, tal como se define en el proyecto progresista llamado Acuerdo de Escazú. Entonces se propuso que el Estado se encargara de la defensa legal de los violentistas.
Desde el Estado y el Gobierno, entonces, se alentó una estrategia de formación de soviets en las minas que arrasó con la Constitución y la ley. Al mismo tiempo, el Gobierno, al parecer, ordenó a la Policía Nacional del Perú (PNP) no intervenir frente a la violencia minera, y las entidades del sistema de justicia se inhibieron de procesar a quienes violaban las leyes.
Allí entonces se organizó el escenario perfecto de un Lejano Oeste, sobre todo en el corredor minero del sur y en Apurímac, en donde se imponía la ley del más fuerte, de la pura violencia. El Estado de derecho había sido abolido. El escenario perfecto para pulverizar el sistema de propiedad de la minería, que nos ha permitido reducir la pobreza del 60% de la población a solo 20% antes de la pandemia, y que ha posibilitado triplicar el PBI y acrecentar a las clases medias como nunca en la historia nacional.
En ese contexto, la propuesta de estatizar el cobre era el siguiente paso. Una consecuencia natural de la manera cómo el Estado, la oposición y la sociedad permitieron que avanzará esta estrategia soviética de toma del poder.
COMENTARIOS