La comisión de Constitución del Congreso de la R...
A estas alturas nadie duda que para salvar a la patria, el sistema republicano y los procesos de crecimiento y reducción de pobreza de las últimas décadas, el único camino es el relevo del Ejecutivo. Es decir, del Presidente y del Vicepresidente.
En el caso del presidente Castillo, su permanente incapacidad moral se grafica en la devastación del Perú en menos de un año de gestión. En el caso de la Vicepresidente, Dina Boluarte, no solo están las acusaciones constitucionales en marcha, sino que ella representaría un nuevo capítulo –quizá más feroz– de la destrucción nacional. Cualquier duda se desveló con su reciente participación en el Foro Económico Mundial de Davos, en el que se dedicó a agitar todas las consignas del Foro de Sao Paulo en contra de la minería moderna en el Perú. Nadie puede relevar a Castillo para entregar el poder a los enemigos de la Constitución y de las libertades. Imposible.
Una de las conclusiones de esta tragedia nacional debería ser que nadie debe participar en el sistema republicano si es que no se aceptan las reglas para la reforma parcial o total de la Constitución establecidas en el propio texto constitucional. El origen de la permanente incapacidad moral de Castillo, antes que sus limitaciones personales, proviene de la decisión de gobernar en contra de la Carta Política.
Planteadas las cosas en esos términos, otra inevitable conclusión es que si pretendemos preservar la constitucionalidad, la salida a la destrucción nacional solo puede pasar por el Congreso. Sin embargo, a estas alturas es evidente que en diversos sectores del Legislativo existe cierta resistencia a procesar el relevo general del Ejecutivo. La negativa congresal se explica en contra de la demanda de los sectores progresistas que solicitan elecciones generales; es decir, la convocatoria a comicios nacionales para Ejecutivo y Legislativo, luego del relevo de Pedro Castillo.
Aquí intentaremos resumir el posible razonamiento de esta resistencia congresal: los parlamentarios deben señalar que el responsable de la devastación nacional es el Gobierno de Castillo, encumbrado por las corrientes progresistas, colectivistas y comunistas. Enseguida deben considerar que la entidad que evitó la asamblea constituyente, que detuvo el zarpazo del Foro de Sao Paulo, que aprobó leyes que precisaban sobre las cuestiones del referendo y las reformas constitucionales y la cuestión de confianza y que eligió a los seis magistrados del Tribunal Constitucional, evidentemente, fue el Legislativo. Luego deben señalar que ese mismo Congreso se encargará del relevo del Ejecutivo y la recompensa nacional que recibirán será el mismo castigo político aplicado a los destructores del país. Y a solicitud de los mismos sectores que encumbraron la tragedia nacional.
Las cosas, pues, pueden parecer inaceptables para un sector de congresistas. A nuestro entender esta resistencia está demorando el relevo del Ejecutivo. Y si la política es el arte de convertir lo imposible en posible, todos debemos buscar una salida.
Y el mejor momento para iniciar la transición es de cara a la renovación de la mesa directiva del Congreso en julio próximo. Se debería entonces formar una amplia convergencia de fuerzas que construya varios acuerdos: designar a los nuevos líderes de la mesa directiva del Legislativo encargados de la transición, materializar la idea de un gabinete de unidad nacional que conduzca la transición, aprobar las reformas constitucionales imprescindibles antes de convocarse a elecciones y, sobre todo, la creación un Senado y la posibilidad de la reelección parlamentaria.
Bajo estos acuerdos se podrían convocar a elecciones generales de un nuevo Ejecutivo y del nuevo Senado, que instalaría un sistema bicameral en el Perú de acuerdo a las tradiciones republicanas. En este contexto, el actual Congreso debería continuar como cámara de diputados y las tres entidades soberanas deberían culminar sus mandatos de manera simultánea. Algunos proponen separar la elección del Senado.
La política es la herramienta de las repúblicas, es la principal arma de la libertad, y la política también es negociación y pacto, a contracorriente del totalitarismo progresista que llama a los acuerdos “repartijas”. Es hora de hacer política y salir de la destrucción nacional que están generando Castillo y Perú Libre.
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